Ahora no recuerdo como se llama, tengo su cabeza metida entre mis piernas y susurra palabras soeces. He aparcado mi viejo Ford en la entrada de un bosque y me molestan sus caricias. Ahora estamos sentados entre las cruces del cementerio, me ha traído a enseñarme sus muertos. Somos como dos alimañanas grises que se compadecen con el atardecer, fina lluvia de oscuridad. Ahora te lo presento, madre. Mira que guapo es. Aunque se ruborice es uno de los chicos que nunca falla. Lo he encontrado en una calle del pueblo, lo he elegido a él y se ha montado en mi auto porque quiere misterios y aventuras. Tú puedes rodearle con tus brazos de delicadas formas, pasear esos dedos largos y suaves por su rostro, tocarle los labios. Lo he traído para ti, te regalo mi amante.