Julita y la hermana de Julita (Diario).
Publicado en May 03, 2012
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Esteban era mi tío, yo nunca iba a las iglesias y Julita estaba muy buena. En aquel contubernio laberíntico donde todo parecía algo y era todo lo contrario y donde se desarrollaban las argucias y artimañas más inimaginables, yo aprendía muchísimo sobre las piernas femeninas. Era cuando Irán Eory solía bajar por las escaleras de caracol hacia la planta baja... y todo aquello parece que tomó otro cariz, mientras yo seguía observando y aprendiendo sobre las mejores piernas femeninas de aquel corralito donde algún que otro pancho se creía muy ligón y algún que otro nene se las daba de hombrecito, cuando el tejedor tendió sus redes tejidas tras muchos años de lento tejer y más tejer y los cardadores, que siempre disimulaban detrás de los cardes que tuve yo que aprender a dominar para seguir descubriéndolos sin que ellos se dieran cuenta, tuvieron que bajar las cabezas y ponerse a trabajar de una vez por todas.
Yo solucioné todo aquel conflicto, donde mi padre no tenía ni la más mínima idea cuando dijo una tontería que me hizo explotar en una ruidosa carcajada una vez metido ya en la cama, con una simple llamada en la que no hubo conversación alguna; y después me importaba menos que un carajillo (puesto que los carajillos son especialidades de viejos y a mí no me gustan las cosas que hacen los viejos, sobre todo si son tan verdes como aquellos cardadores), el hecho de que el tejedor la enviara ella (y es mejor no saber nada de quién era ella) a espiarme... a ver si yo hablaba de lo de justo o estaba contra lo de justo; y mucho menos me importaba a mí, ya zanjado el asunto con una simple llamada telefónica (y me parto de risa cuando lo recuerdo) que el propio tejedor se acercara disimuladamente, haciendo como que leía el periódico, por ver si yo hablaba de los justo o estaba en contra de lo justo, mientras me estaba entreteniendo en seguir observando piernas femeninas solamente por el gusto y placer de saber quiénes las tenían mejores y de mejor ver... sentado en la escalinata principal de aquella especie de corralito donde alguna se apoyaba contra mí (y tampoco importa saber quien era esta) mientras nosotros, los de la basca autónoma, dormitábamos fumando cigarrillos (yo no fumaba pero hacía como que fumaba) con nuestros sueños sin estar de acuerdo con lo de justo ni con lo contrario a lo de lo justo.
Resulta que en cuestión de piernas de mujeres que estuvieran muy buenas de ver, había más de una... más de dos... y más de tres... pero nada importa ya saber a cuáles me estoy refiriendo... porque el caso era ver cómo hacían el ridículo todos los pajaritos que se creían los no va más cuando menos que ellos no había nadie pues solamente eran ordenanzas a los cuales se les daba órdenes que tenían que cumplir por obligación y no por su propia voluntad (a pesar de lo que creían que molaban todos esos pajaritos) y hasta algunos clientes, con pajaritas incluídas, pasaban por allí... mientras yo rememoraba aquello de pasaba por allí... yo solo pasaba por allí... aunque todavía no estaba de moda Aute ni sus horrendos mensajes a los cuales nunca hice yo caso alguno. Pero, en fin, yo es que pasaba por allí... y no era cuestión de perder tiempo alguno en fijarme en las piernas que no me agradaban sino en las que consideraba yo que eran las más bonitas; al igual que lo consideraban todos los demás disimulando como cardadores ante la presencia del tejedor. Pero mira por dónde todos estaban equivocados pues las más bonitas no eran las que todos creían y bien callado que me lo tenía yo.
Y termino esta página de mi Diario señalando que, de repente, apareció la hermana de Julita y estaba mejor. Pues mejor que mejor. Yo creo que aquel despiste monumental se llevó las aspiraciones de alguno que otro a hacer vientos. Lo que el viento se llevó estaba entonces de moda... las minifaldas también... y las piernas más bonitas quedan en el más absoluto de mis silencios. Por cierto, años más tarde, las tres brujas pirujas me insultaron por eso... como si supieran ellas lo que pasó en la Oficina Principal (de lo cual no tienen ni la más ligera idea) ni quien soy yo en realidad.
Silencio. La Luna ya nos amenaza y cuando salga la Luna no te quiero ver a oscuras para quererte y todo lo demás que no cuento por asuntos de la censura.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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