SUBRAYAR UN LIBRO
Publicado en May 10, 2012
Abre un libro, Eurídice, y descubre en él que raras veces se confiesa una persona con tanta sinceridad, como cuando lo subraya. Solo al libro subrayado puede creérsele que el lector penetró su contenido. Subrayar, es incorporar en tu ser la esencia del libro y la sustancia dramática del autor. Es averiguar cuanto este silenció o escribió en voz baja, llamándonos a diálogos secretos, mediante esos delatores tatuajes trazados a determinadas frases. Subrayar es mirar de frente al autor y contarle de nuestras personales identificaciones con su relato. Subrayar, Eurídice, no es solo resaltar determinadas confidencias del escritor, sino también sobresaltarnos con nosotros mismos al vernos reflejados en la frase ajena. Subrayar un libro es demostrar que leemos con todos los sentidos; reverenciar lo escrito en la página transformada en altar donde ofrendamos las potencialidades de nuestro pensamiento. Tus pensamientos y tus emociones, Eurídice. Quien no subraya un libro pierde la dimensión transpersonal de la lectura. No va más allá de signos, palabras y conceptos impresos. Abstenerse de subrayar es eludir los fantasmas del autor. Me acongojan las personas que dicen haber leído un libro, y al observar el ejemplar lo veo limpio, sin la menor acotación al margen, como si aún sufriera la orfandad que demuestra cuando está en la librería. Deduzco que tal lector emboza centenares de miedos. Es incapaz de confesarse en público. Lee para esconderse de otros y de sí mismo. Un libro sin subrayar, es blasfemia bibliográfica. Quien sobrevoló aquellas páginas, no se detuvo a explorar las potencialidades ontológicas y físicas del verbo. Son timoratos de la página impresa a quienes interesa más conservar del libro su ofensiva pulcritud, que dialogar con el autor y con cuantos luego puedan mirar este subrayado. Porque hacerlo, Eurídice, es demolerle muros al lenguaje para abrir nuevos caminos a la lectura, la interpretación y la intuición a través del texto. Subrayar un libro es decirle al escritor que estamos con él, que no camina solo por su laberinto de signos y frases. Subrayar es darle calor al párrafo, prendiéndole fuego a silencios manifiestados cuando te detienes en la lectura para celebrar el ritmo íntimo y público del subrayado. Autor y lector, reducen lejanías con el sutil puente de la línea, recta o torcida, leve o intensa, bordada a la frase que nos impresionó, induciéndonos a resaltarla. Subrayar un libro, es hacerlo tuyo. Es vernos en cuanto clama el otro. Encontrarnos con algo del otro que desconocíamos, allí en la visión en la visión individual del otro. Se ama un libro cuando se le acaricia y recorre con subrayados. Cuanto más se subraya, mayor el impacto emocional ejercido sobre uno. El contacto fisiológico, entre el ser del libro y el espíritu de la persona, se produce mediante el ceremonial del subrayado, puesto que es un rito no apto para todo lector. ¿Qué frases subrayaría Jesucristo del evangelio o de algunos libros que tratan sobre él? ¿Dónde se detendría Sócrates a subrayar los diálogos de Platón? Subrayar, es acto de erotismo bibliográfico desconocido por aquellos con pánico a ensuciar el libro. ¡Pobrecitos los libros que no arrancan una caricia al lapicero de sus indiferentes lectores! Subrayar, es concertar una cita para dentro de un día o diez años después. El acto de trazar la línea bajo la frase, es acción lúdica de encantamiento, con percusiones holísticas que no voy a revelarte, Eurídice. Tú misma debes experimentar, subrayando decenas de páginas y de libros. Te lo aseguro: la línea trazada en la página, también se traza en tu destino. Lo aconsejable es no subrayarlo si lo subrayas sin pasión, sin la convicción de identificarte allí con tus más íntimas verdades.
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Umberto Senegal
W ART IN
sentí toda la razón
que transmiten tus letras
y la historia me convenció
de principio a fin.
Saludos W ART IN.