PEÑAS BLANCAS, LOCOMBOO Y NACUCO
Publicado en May 10, 2012
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 A pesar de ser su principal riqueza topográfica, muchos calarqueños no valoran ese monumento natural espléndido, colmado de históricos matices y fecundado por la mítica ensoñación, que es Peñas Blancas, situado en el corregimiento de La Virginia, del nombrado municipio. Codiciando alegóricas riquezas ocultas en sus entrañas, los quindianos han perdido de vista la apreciación de sus auténticos e intasables tesoros, allí siempre visibles para personas que con espiritual sensibilidad peregrinen por estos parajes.
 
Siglos atrás, Peñas Blancas fue santuario de los indios Pijao. Centro ceremonial de ofrendas e inmolaciones en honor de dioses solares, donde por igual se veneraban altas figuras de su panteón religioso como Locomboo y Nacuco, o ídolos secundarios por el estilo de Lulomoy y Eliani. Su privilegiada ubicación y su estructura ideológica resaltada por las naturales pinceladas blancas, impresas con intensidad sobre las pulimentadas lajas verticales, se han vuelto tan comunes para los habitantes de la región, que se hace necesario redescubrirlas, insistiendo por todos los medios sobre el imponderable valor cultural, ecológico, turístico e histórico que dichas peñas poseen.

Es el único sitio de su género en el Quindío que, con leyenda e historia propia, atavía además su magnificencia paisajística con la literatura que a su alrededor han escrito autores como Rodolfo Jaramillo Ángel, Antonio Cardona, Jaime Lopera, Argelia Osorio y Héctor Ocampo Marín, elementos de los cuales carecen otros bellos ámbitos del departamento.

Lugar de ceremonias Pijao, Peñas Blancas era -y continúa siéndolo- irradiante centro de Poder chamánico desde donde los mohanes orientaban diversas actividades del citado pueblo aborigen. “El control de los poderes sobrenaturales, estaba en manos de los mohanes, verdaderos shamanes, que tenían como misiones fundamentales predecir el resultado de las futuras campañas y curar las enfermedades”, precisa Samuel Lucena Salmoral, el investigador que más se ha ocupado de los Pijao en la conquista, gracias a la oportunidad que tuvo de conocer numerosos documentos inéditos en el Archivo de Indias, en Sevilla, España.

En las grutas de Peñas Blancas se efectuaban prácticas mágico-religiosas en honor de las dos principales divinidades de la mencionada comunidad: Locomboo y Nacuco.El cacique Calarcá fue un influyente hechicero, iniciado en los milenarios secretos precolombinos de los mohanes, quienes “constituían una categoría social muy respetada por el Pijao”, según anota Lucena.

Peñas Blancas, dentro del territorio dominado por estos, fue el santuario más célebre y reverenciado  no solo por las funciones religiosas que desempeñaba, sino porque también era centro de las actividades de resistencia de Calarcá contra los españoles. Fue oratorio ocasional de los Putimae, Quimbaya, Bulira, Maito, Cacataima  y los Otaime.

A Locomboo se le describe con rasgos propios de una deidad benévola y propicia. Tiene el significado , no se sabe si lingüístico o religioso, de “abuela del tiempo y abundancia del mismo”, creadora de todas las cosas menos del mundo, En su honra, los Pijao celebraban en las laderas de Peñas Blancas una fiesta anual donde, con paja menuda confeccionaban la figura de una persona, la cual se rellenaba con legumbres, frutas y masato.

La subían hasta el sector más inclinado de las laderas circundando a Peñas Blancas, y luego de calcular y marcar en el suelo hasta dónde podría rodar, arrojaban el muñeco cuesta abajo  corriendo todos tras él. Quienes llegaran primero que el muñeco al sitio demarcado, tendrían buena suerte el año venidero. Los rezagados, sufrirían un año funesto.

Tal ceremonia mágica, lúdica y deportiva, tenía un director. Antagónico a Locomboo, era Nacuco, dios malévolo, principio personificador de lo  material, creador del mundo, preservador de la realidad concreta del río y la montaña, del árbol y el ave, el maíz y la batata, la piedra y la semilla. Lucena Salmoral escribe: “Este dios existió en la realidad yfue un indio de grandes poderes sobrenaturales, ya que predecía el futuro y hacía milagros”.

El cacique y mohán Calarcá, hacía parte de la cadena iniciática entroncada con Nacuco,  de aquí su encarnado amor por la tierra y la imposibilidad para aceptar la adversa presencia del invasor ibero. Previo un sencillo ritual chamánico que dispone para soportar la extrañeza de otra realidad, quienes acampen en determinado sector de Peñas Blancas acompañados de rectitud mental, limpios de corazón,  de cuerpo y de sentimientos, experimentarán en altas horas de la noche o comienzo de la madrugada, un particular susurro reverberando a lo largo y ancho de las Peñas.

Se distingue con absoluta claridad de cualquier otro sonido. Son claras y peculiares voces de lenguaje incomprensible, pero cuyas modulaciones ejercen reconfortante alivio corporal. Gozoso sentimiento de unificación con el mundo cuyo efecto sedante puede durar hasta siete horas. Son los etéreos rumores del intemporal diálogo que en Peñas Blancas sostienen Locomboo y Nacuco. Conversación melodiosa, absorbente e impositiva.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor Umberto Senegal
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Descripción

Descripción de un lugar histórico y de leyendas en Calarcá, Quindío

Palabras Clave: Locomboo Nacuco Peñas Blancas Calarcá Poder Shamanes paisaje Manuel Lucena Salmora tribus aborígenes colombianas

Categoría: Artículos

Subcategoría: Comentarios & Opiniones



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