poema
Publicado en May 11, 2012
Poema Nº 24
Hasta Dios, que fue lucero, rueda por el polvo Y todas las torres se mueren a la hora del crepúsculo. El sonido de una flauta distante convoca los anhelos y aquellas que fueron voces de alegría son pesados silencios. Su nombre, que yo escribí en la arena, tiene vocales de cemento Y el amor, que tuvo anillos de oro, escondidos temblores de mi aliento, es una tibia fatiga en mi recuerdo Ya no corre el fuego por mis venas: simples gusanos caminan por mis huesos, sin la fuerza del toro que tuvo hierba dócil en mi pecho. Hasta Dios, que tuvo lucero.
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