En una tarde sin mar... las olas del pensamiento se elevan, crepitando, como llamas de terciopelo y, en el centro de la floresta, una diéresis sincopada suena como música de jazz. Alguien toca un acordeón en la lejanía. Más cerca, la paloma hembra y el palomo macho inician su cortejo...
Hay una fuente de agua remansada que acoge, en su fluido gravitatorio, varios peces de colores. Color naranja de tarde sin lluvia. Cae la sombra bajo el tejado de un comercio de aventuras. En el autobús viaja un sueño...
Entre los rieles del tranvía alguien, anónimo y desconocido, ha dejado un jirón de nostalgias. las recoge el viento y es como si se elevase una plegaria en el silencio del atardecer. Posiblemente algún huérfano de caricias está buscando un porqué a su existencia. Quizás, solamente, una mano amistosa que roce su hombro para decirle que aún existe humanidad...
La tarde va pasando, lentamente, entre los peatones que cruzan, apurados para no perderse la fiesta del descanso, poniendo una nota de existencia a la, cada vez más, aislada y lejana nostalgia del acordeón. Es el tango de la vida anunciando que ya todo está en el alero donde las golondrinas han venido a despertarnos la inquietud en forma de poemas del sentimiento...
En esta vida cruzada / de semáforos urbanos / varios miles de humanos / viajan por la calzada...