Paseo por la explanada
del longevo atardecer...
al parecer
se ha quedado colgada
en ella la triste mirada
de algúna historia de ayer.
Sin querer...
quizás la encina parda
se queja al languidecer.
Por la tarde, encorvada
la figura de una mujer,
se queda en la encrucijada
de su lejano tejer.
¿Teje alguna apagada
canción de algún padecer?
Posiblemente la alzada
silueta de la avanzada
aguja del carrusel
de esta vida ajetreada
sea lo que era él.
Una sola y triste pasada
de viento en el renacer.
¿Es tal vez la enamorada
de un pasado amanecer?
Las horas del parecer
hace que la horadada
aguja de su quehacer
sea como el anochecer
de una ilusión mal soñada.
A la altura de la almohada
duerme el continuo crecer
de una canción encantada.
¿Qué fue aquello que al nacer
se cruzó, cual desterrada,
en medio de su yacer?
Quizás quiera retener
esta hora represada
del diario acontecer.
Empieza a esclarecer
y la luna que está asomada
al resentido placer
se quedó, ya deslumbrada,
sin otra cosa que hacer
que, en la vida repensada,
recordar su deshacer.
Y se deshace la tanda
de minutos que, al parecer,
le han dejado clavada
la espina de su mecer
que es el niño aquel que anda
y no va ya a retroceder.
Hora de tarde quebrada...
hora sólo recordada
para al silencio vencer.