Historia de una Vida ( Capitulo 3ro)
Publicado en May 21, 2012
ACLARACIÓN
Antes de seguir adelante en lo referente a la casi reciente violencia del gobierno conservador contra el liberalismo y, haciendo honor a mi integridad para analizar estos sucesos, quiero aceptar que cuando el liberalismo ganó las elecciones con Olaya Herrera, en l930, ocurrió algo similar a actitud de Ospina Pérez en el 46, cuando el gobierno liberal se propuso afianzar su predomino partidista, desencadenando un colectivo asesinato de conservadores en los Santanderes, valiéndose del pretexto que le ofrecieron los conservadores al tratar de recuperar por la violencia sus ya perdidas mayorías. Yo apenas tenía siete años cuando ocurrió lo anteriormente relatado, pero recuerdo el escándalo que se produjo cuando los conservadores trataron de robarse unas urnas en Pereira. Ese cuento viejo de que “no hay trago malo ni conservador bueno” no tiene ninguna razón de ser. Los colombianos somos iguales, porque pertenecemos a un mismo conglomerado humano. Los guerrilleros de las FARC pertenecieron a nuestros partidos políticos. Hoy son reconocidos terroristas, no por atavismos de la raza sino por su condición ideológica de comunistas integrales, para quienes los medios, por inhumanos que ellos sean, justifican la lucha en la que están empeñados. EL 7 DE FEBRERO El 7 de febrero de l.947 Gaitán pronunció su famosa Oración por la Paz, invitando para que lo escucharan en todos los pueblos de Colombia, en absoluto silencio, agitando solamente pañuelos blancos. Así se hizo en Manizales, pero los conservadores, pertrechados en la Gobernación, golpearon con garrotes a los liberales que estaban cerca de ese edificio y los provocaron con insultos, invitándolos a una confrontación que no se hizo esperar. Al iniciarse la protesta liberal, los conservadores, desde un corredor en el segundo piso de la Gobernación, llamado de “los suspiros”, empezaron a disparar contra la multitud, matando a más de diez copartidarios. Afortunadamente logré esquivar más de quince disparos que me hizo un grupo de bandidos, como impunemente lo reconocieron al día siguiente, cuando fui al despacho del Gobernador con el fin de entrevistarlo y me los encontré en el mismo sitio desde donde atentaron contra mí, angustiados de que todavía estuviera vivo, ya que me pensaban arrastrar por las calles de Manizales para que “pagara mis críticas contra el Gobierno”, a lo cual respondí: si es para eso me tendrán que arrastrar por lo menos hasta Villamaría –un pueblo cercano a Manizales–. Durante varios días estuvimos en manifestación permanente, llevando nuestros muertos al cementerio. Yo escribí el siguiente Editorial en el diario La Mañana sobre el primer camarada asesinado. El primer camarada muerto Todavía no se cómo se llama. Era un obrero pobre y liberal, de pies descalzos y corazón desnudo. Él estaba junto a las banderas del partido, emocionado y feliz, rindiéndole un homenaje de silencio a los camaradas muertos en Santander y yo frente a los fusiles, apretando el puño y agitando mi pañuelo blanco, mientras oía la palabra enardecida de Gaitán en su famosa Oración por la Paz. Entre nosotros sólo había una distancia de cohesión espiritual y de energía pacífica. Cuando salieron los primeros disparos del “puente de los fusiles” de la Gobernación, el obrero y yo nos juntamos en un arrebato de asombro. “El fuego y la sangre”, tenebrosa consigna de los conservadores, prendieron una protesta inútil y tuvimos que emprender la retirada, hurgándole vitalidad a la muerte en un zig-zag de equilibrio y buena suerte. El obrero no pudo contener su furia cósmica y se plantó frente a quienes nos estaban disparando, para gritarle un viva a nuestro partido –que no fue el último, porque todavía, ya moribundo, tuvo fuerzas y valor suficiente para repetirlo– cuando una bala se le entró con premura en la mitad del pecho, tumbándolo contra los paredones de la noche desesperada. Yo no tuve cobardía para abandonarlo y en mis brazos de copartidario y guerrillero –que no de poeta, porque la poesía tuvo que refugiarse en los socavones de la sangre–, lo llevé hasta un camión tripulado por los soldados de la República. Cuando lo depositaron sobre el piso del Hospital, copado ya por las muchas víctimas de esta horrenda masacre y, después de que el médico declaró la imposibilidad de salvarlo, un cura se arrodilló junto a él para decirle que repitiera por tres veces el nombre de Jesús, pero éste camarada de pies descalzos y corazón desnudo, que estuvo emocionado y feliz junto a las banderas, tuvo coraje y valor suficiente para confirmarle el homenaje a nuestro partido de su corazón destrozado: “viva el partido liberal, padrecito”……. y murió con las manos crispadas y los ojos florecidos de sacrificio, muda la voz y quieta la sangre, horizontal junto a mis lágrimas, que no pudieron faltarle, exhibiendo la condecoración de plomo que los asesinos le colocaron por valiente: “Un golpe de sangre tuvo y se murió de perfil” EL 9 DE ABRIL Yo estaba viviendo en Manizales cuando supe la noticia del asesinato de Gaitán. Al salir a la calle encontré que en el centro de la ciudad ya se había formado una multitud que gritaba y que se agrupó amenazante frente al edificio de La Patria, donde yo había trabajado, logrando hacerla mover, después de pronunciar un discurso, invocando el derecho de opinión que tiene la Prensa. La multitud empezó a buscar ferreterías donde robaron machetes, especialmente en el almacén de la Caja Agraria. En mi calidad de Corresponsal Especial de El Tiempo, estuve tomando notas de lo que ocurría y por eso seguí a los amotinados hasta la Gobernación, donde me informaron que se había presentado un incendio que los bomberos no pudieron apagar, porque algunas personas amenazaban con cortar las mangueras. Con el fin de tratar de resolver este problema me dirigí, en compañía del Dr. Alberto Mendoza Hoyos, hasta los Bomberos y allí nos subimos a una de las máquinas, arengando a la multitud para que permitieran apagar el incendio, que ya estaba tomando fuerza. Ese día no ocurrió nada grave porque, cuando alguien dio la orden de tomarse el Cuartel de la Policía, se desencadenó un fuerte aguacero y todo el mundo corrió a resguardarse. Este aguacero duró lo suficiente para aplacar los ánimos revolucionarios de la gente, que terminó cobardemente encerrada en sus casas, oyendo las noticias que incitaban a la violencia y que daban la falsa información de que varios dirigentes conservadores estaban colgados en los faroles de la Plaza de Bolívar. Darío Echandía, cuyo carácter pacifista y su deplorable filosofía neoliberal, acuñó la famosa frase de “el poder para qué”, cuando lo instaron a tomar las riendas del gobierno, con un Presidente que, en ese momento, estaba completamente derrotado. Los conservadores sí supieron para qué sirve el Poder y desde ese mismo día empezaron una absoluta dictadura civil, con un masivo asesinato de liberales en todo el país. Ospina Pérez había sido elegido por una tercera parte del electorado, debido a la división del liberalismo entre los candidatos Turbay y Gaitán, que obtuvieron entre los dos un setenta por ciento. En Chile ocurrió lo mismo cuando Allende asumió la Presidencia y quiso instaurar un estado comunista minoritario, con el respaldo ideológico y militar de Castro, lo que culminó con la toma del Gobierno por el General Pinochet, quien a la postre se convirtió en un desastroso dictador. En Colombia se consolidó la dictadura civil de Ospina Pérez, tenebroso gobernante que hizo asesinar a millares de ciudadanos, que se opusieron a su mandato y lo cual ocurrió también durante la Presidencia de Laureano. Este genocidio terminó, muchos años después, cuando el General Rojas Pinilla asumió la Presidencia. Cualquier Gobierno que trate de imponerle sus conceptos políticos a un pueblo, con el respaldo de solamente un 30% del electorado, tendrá que soportar la inmediata reacción de las mayorías. El concepto de la democracia es el de que cada país se de el gobierno que quiera, mediante un limpio proceso electoral, sin presión alguna del Gobierno de turno, de los medios de comunicación y de grupos armados, con el respaldo de las mayorías, las que debieran ser, en mi concepto, por lo menos de un setenta por ciento. En Afganistán se impuso una dictadura religiosa, que sometió a su pueblo por la fuerza y el terror, imponiendo costumbres que el pueblo no quería, lo cual quedó ampliamente demostrado cuando, al recobrar la libertad de expresión, los hombres se quitaron las barbas y las mujeres los velos, recobrando derechos desde hace tiempo perdidos. No sucede lo mismo en Venezuela donde la mayoría respalda el gobierno de Chávez, mucho más ahora que no cuenta con oposición de ninguna clase, porque sus adversarios cometieron el error de no participar en las elecciones parlamentarias. En una de las posteriores elecciones la oposición le ganó a Chávez por una pequeña mayoría, sobre el tema de la reelección casi vitalicia, a la cual el pequeño dictador latino americano calificó como una “mayoría de mierda”. Últimamente se presentó el mismo caso durante las elecciones en Bolivia, en las que resultó elegido el candidato del pueblo indígena, quien inició de inmediato un gobierno socialista. Nuestra América latina va rumbo a un sistema socialista, el cual será conveniente para nuestros pueblos, aun cuando yo no quisiera que, a última hora, se convirtieran en sucursales del régimen comunista de Castro, eliminando los derechos y libertades a los que estamos acostumbrados, especialmente el de la libre expresión hablada o escrita, error que Chávez ya empezó a poner en práctica, amordazando a los voceros de la oposición. No falta mucho para que las cárceles se llenen de presos políticos. En las últimas elecciones en Colombia se respaldó la reelección de Uribe, el único Presidente que ha tenido contacto directo con el pueblo, al que representó democráticamente con una votación a su favor de aproximadamente un 75%. Claro está que para representar realmente a la mayoría de los ciudadanos, debería aprobarse el voto obligatorio, para que el candidato ganador obtenga una mayoría superior a la de los otros candidatos y al resultado de la votación en blanco. La mitad más uno solamente define la mayoría entre dos candidatos, pero no se obtiene el poder necesario para imponerle al 49% de la población un cambio radical de las costumbres políticas, religiosas o morales, para lo cual se requeriría, por lo menos, de un 70%.
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guillermo sepulveda
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