Mi jaca galopa y corta el viento... (Diario)
Publicado en May 22, 2012
Bajábamos en tropel, en manada de adolescentes desenfrenados, cual marabunta devoradora de los escalones de las escaleras (alguien hasta debió de dar algún traspiés y dejarse los piños contra alguno de los descansillos) golpeando con las manos abiertas las carteras; aquellas horribles carteras de cartón piedra donde entraban, como calzador, los libros, los cuadernos y el bocata de sardinas que nos pringaba de aceite los apuntes de Ciencias Sociales convirtiéndolos en amebas, vorticelas y hasta paramecios y cosas ininteligibles; cantando a pleno pulmón ¡¡mi jaca galopa y corta el viento cuando corre por el puerto... pum pum pum... caminito de Jerez!! pero sólo era la apariencia.
Una vez amansada la "fiera" que llevábamos dentro, nos reuníamos los tres o cuatro que estábamos, realmente, interesados en los temas de la Filosofía que nos explicaba Farelo... y entre las farolas a punto de encenderse y las duras aceras que pateábamos hasta llegar a nuestros hogares, descubríamos cómo "filosofando" sobre nuestras adolescentes existencias, podíamos descubrir la psicología de los seres humanos. A mí, particularmente, me interesaba cómo pensaban las imaginadas chavalas pero... bueno... tenía unas buenas referencias en la profesora de Historia del Arte y en la ayudante del Laboratorio de Física y Química. Desde luego que no estaba interesado en saber cómo pensaban las profesoras de Matemáticas ni de Francés porque la primera de ellas me caía "gorda", pesada y bastante mayor para mi edad adolescente y la segunda, además de todo eso, me resultaba plúmbea y tirando a muy fea y bastante bruja. ¿Era por todo ello por lo que yo formaba parte de los desenfrenados, de la marabunta devoradora de los escalones de las escaleras golpeando, con las manos abiertas, como si estuviéramos abofeteando a los profesores Gálvez y Carranza juntos, para protestar ante la injusticia de haberme visto obligado a estudiar la Rama de Ciencias cuando mi vocación era la Rama de Letras? Yo aprendía las letras de las canciones como la de "mi jaca galopa y corta el viento cuando corre por el puerto... pum pum pum... caminito de Jerez" con la siguiente conclusión de "yo te daré te daré niña hermosa te daré una cosa una cosa que yo sólo sé... café" o, ya en el colmo de mi rebeldía con causas justificadas y justificables, lo de "ansiedad de tenerte en mis brazos y en tus labios volverte a besar". En realidad solamente eran manifestaciones de nuestras inquietudes para poder filosofar sobre el amor platónico, las mónadas diarias (las chavalillas que huían ante nuestra feroz presencia de leones disfrazados de camaleones) y todo aquello del ser en la ontología de San Agustín que, en cuanto se refiere a mí, me dejaba obnubilado porque lo único que me interesaba a mí comprender no era la explicación ontológica del ser, sino ser o no ser capaz de superar el Bachillerato Superior y la Reválida con la mirada siempre puesta en el sueño de llegar a la Universidad y triunfar ante las guapas y esculturales chavalas de la Complutense de Madrid para encontrar a alguna que me sirviera de amparo entre ellas. Era tremendo. Era real. Era angustioso. Pero era emocionante.
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