Como un fulgor encendido (Reflexiones).
Publicado en May 23, 2012
Sobre la mesa reposa una carta que se enreda entre mis dedos y lejos, bastante lejos, la campana de la torre anuncia las 10,30 de la mañana. Abandonar el sueño no es mi costumbre pero dejo la carta nuevamente sobre la mesa, me levanto, me dirijo hacia la ventana y observo al árbol en medio del camino de los hombres. Es extraño este ver crecer al árbol...
No es sólo el ambiguo cristal de la ventana lo que hace que la calle se vea como deslavazada sino, también, el corazón latiendo dentro de su caja de resonancias. Es como un delfín interminable que sólo desea jugar y jugar más con esta existencia de laberinto y rosa de cobre... Antiguo oficio éste de escribir las primeras impresiones del día en un diario personal. Como un fulgor encendido entre los dedos que sujetan las palabras que existen en toda nuestra geografía humana. ¿Qué experiencia habrá en este nuevo día?. Sólo sé que para descubrirlo voy a salir hasta encontrarla... Hay que esperar solamente un poco... nada más que un poco... para abrir los ojos y ver el nuevo día que llegará mañana. Es cuestión de aplicar a la conciencia/consciencia de nuestras existencias lo que viene expresado en la Sagrada Biblia Cristiana (Mateo 6.34): "Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán". Es Palabra de Jesucristo. Es la viva sensación que late en mi corazón cristiano cuando observo que el silencio de este anochecer se me convierte en Voz. Mañana, al alborear el día, tengo tiempo para seguir construyendo esos sueños convertidos en realidades; esos milagros que muchos no pueden comprender porque están ocupados en afanarse de cosas tan materiales y tan agobiantes como conseguir escalar posiciones en las escalas de los valores invertidos. Como un fulgor encendido la Escala de Dios da la vuelta por completo a este absurdo sinsentido en que nos han construido para convencernos de que es lo que necesitamos... pero siempre se quedan hambrientos y sedientos e insatisfechos de los puestos que ocupan porque primero es yo, después eres tú y el tercer lugar es él o ella. Esa es la mezquina escala de valores que nos quieren implantar con sus demagogias temporales: vivir la vida afanándose de asegurarse una posición en la sociedad. ¿De verdad es eso lo más beneficioso para los seres humanos? La Escala de los Valores Cristianos, la que nos transmite Jesucristo todas las horas de nuestra existencia es la inversa: primero él o ella, después tú y en último lugar yo. Pero lo más sorprendente de todo esto de los afanes es que, sin salir de la Sagrada Biblia Cristiana, en el mismo libro vemos que Mateo 19.30 se dice: "Los primeros serán los últimos más los últimos serán los primeros". Esta es la consecuencia final de saber que mañana no estaremos retrasados los que cedemos los afanes a los más precipitados por alcanzar la fama, sino que estaremos en la cumbre (los primeros en llegar) cuando muchos se hayan quedado en el camino por no aprender una máxima fundamental que conocemos los que practicamos maratones diarios: Es necesario dosificar el esfuerzo para no quedarte tirado en mitad del camino o incluso cuando te queda sólo un poco para llegar a la meta y, sin embargo, no lo consigues por haberte afanado en demasía. Como escritor me ha costado una larga carrera, paciente, esforzada pero medida, guardando el ritmo necesario, sin precipitarme por llegar y, ahora, ya he llegado. He llegado tras años de ceder el paso a él o ella, a ti... para poder quedar yo escribiendo en la soledad, en el tiempo en que otros se afanaban escribiendo cosas que, según confesión de muchos, se arrepienten de haberlas escrito y, de buena gana, tirarían todo al fuego. Y es cierto. He leído declaraciones de muchos artistas (pongamos el ejemplo de escritores, escritoras, pintores y pintoras) que se afanaron por ser famosos a los veinte años de edad más o menos, o incluso antes de los veinte años de edad pero luego, al pasar el tiempo y madurar sus personas, aborrecen aquello que escribieron y preferirían que lo hubiese quemado el fuego. Llegar a la meta, al éxito, al triunfo... no es llegar cuando todavía no se ha madurado la persona. Alguien dijo que cada año se publican millones de nuevos libros en el mundo pero que, el viento del tiempo, se lleva al olvido más del 99 % de todos ellos para quedarse, en la Literatura, nada más que un pequeño puñado de ellos (casi contados solamente con los dedos de una mano)
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