ESTE ATARDECER
Publicado en Jun 29, 2012
Este atardecer, prolongado de luz que no quiso marcharse con el vuelo de las aves, penetró a la noche por alguna hendidura y llegó, atardecido, hasta el amanecer. Fuera del Quindío, nadie admite fácil la leve existencia de un amanecer atardecido. Leve por el aire. Leve por el esmalte de los anturios. Y leve porque varios perros duermen bajo un naranjo florecido. Nadie, por poeta que parezca, admite fácil, sin argumentos literarios una tarde amanecida. ¿Acaso Elytis, con su proclama al sol de las tres horas? Nadie, por pintor que parezca. Algún Renoir, con el alma de Pissarro; algún Monet, con ojos de Gauguin; algún Degas, con miradas de Matisse. Ninguno ayudaría a suponer real este atardecer, prolongado de luz filtrándose por la noche hasta el amanecer. Ayuden a cargar tanto amanecer, tanto atardecer sin colores para dejarlos visibles sobre un lienzo, en una metáfora, en las vibraciones del Solfaggio: el uno, por la tarde: este otro, por la madrugada. Tal vez podría acercarse un poco a esa luz sostenida por los árboles del Quindío. Esa luz retardándose entre las hojas de los árboles. Esta luz del Quindío, destilando desde las alas de las mariposas, las tangaras gyrolas, los turpiales y los colibríes.
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raymundo