De verdá verdá, profe.
Teníamos nueve perritos y todos se han muerto. Bueno, todos tampoco. Perritos de varios colores pero muchos negros y uno de ellos con los ojos azules.
¿Usté conoce perros con los ojos así, como nos contó que los tenía su papá, profe? Su papá también era escritor de libros, ¿cierto, profe? Azulitos sus ojos y se murió con ellos abiertos y el agua de la lluvia se le metió entre los ojos, como si hubiera llorado después de muerto, profe.
Yo no sé cómo es que este chiquitico carirratoncito sigue vivo.
En mi casa no hay comida ni para nosotros, profe. Todos los perritos tenían que contentarse con el olor de lo poquito que había al desayuno o al almuerzo. En mi casa nunca comemos, profe, nos acostamos temprano para no pensar en la comida.
Los perritos chillaban toda la noche y yo no sabía si estaba soñando con ellos o era de verdá.
Lo malo es que sí, siempre era de verdad. Sin comida, se fueron muriendo en fila, uno tras otro y no alcanzaron el mes.  Nosotros sí resistimos más tiempo aunque mi hermanito el menor está muy enfermo.
Mi mamá dice que se va a morir igual que los perritos pero la verdá es que sigue igual de vivo a este perrito carirratoncito. Lléveselo para su casa, profe. Dios debía aprender a ladrar, ¿cierto, profe?