En vano, el genio de esta lámpara envía mensajes para que alguien la frote. Quienes observan fortuitos las leves volutas de humo, no muestran interés por el oxidado objeto. El viejo indígena, último intérprete de los mensajes de humo, quien se detuvo a descifrar las súplicas del intermitente hilillo desvaneciéndose centímetros más arriba de la lámpara, identificó las palabras soledad, miedo, mundo. Pero continuó su camino. No conocía de lámparas ni genios.
Le amenazaron con cancelar su contrato si volvía a llegar tarde al trabajo.