Voy camino a ochentidos
con mi acento y con mi rumba,
en este  tiempo que zumba
no son tantos como arroz.
 
 Mientras mantenga mi voz
y voluntad que retumba,
al llamado de ultratumba
lo margino por atroz.
 
 Yo me la paso cantando
con mi ritmo avasallando
de talante octogenario.
 
 
 
 Quien canta, ríe y versea,
tiene la gran panacea
para un vivir incendiario.
 
 La esperanza no se agota
es el tiempo quien se acorta
y el espíritu reporta
con la inquietud que rebota.