Del arroyo y de los días
En la punta de mi lengua habita un pájaro marino, todas las cosas volverán a abrirse una vez mas. Mi nombre esta en la lluvia y se detienen las ruecas cuando el pájaro se pone a cantar. Abre tu cortina, que el mundo no basta para mi remota soledad.
Busco un país de sombra clara, un monte escarchado por la luna. El camino está abierto, hay un mapa en las estrellas, geometría dormida en los bosques de Dios. Escribo en una playa lejana. El pelícano abre la boca, buscando entre las piedras una gema de mar.
Pequeña he sido como las algas profundas que pueblan el río.
Demoran tus ecos y el tiempo escribe en un ancho telar. Más allá, voces agrestes, oscuras. Cierro los ojos, hay mil cuentos ardiendo bajo el farol y lo que espeja la noche no es para voz ni para mi. Siluetas de hueso.
Quien dispare a la manzana del silencio sus flechas de oro, todo lo olvidará, todo lo perderá.
Luciana Forster