LAS PALABRAS DEL SILENCIO
Publicado en Jul 25, 2012
Para Kalutavon, donde las palabras nos unen... Nació en silencio y taciturna creció. No sollozó al nacer. Por tal motivo, hizo llorar a la enfermera asistenta de su mamá en el parto. Esa niña no quiere hablar. Ni siquiera balbucir. No presenta complicaciones físicas ni mentales, pero un obstinado silencio la acompaña desde el vientre de su mamá. Esta niña dibuja palabras en el aire, sobre el viento y contra el vacío. Palabras y frases, breves textos de refinada caligrafía. Todos las ven, las descifran modeladas en el aire y las leen sin dificultad. Desde bebé, ella me enseñó a observar en el aire. A explorar en el espacio, de día o de noche. Con neblina o con los paisajes claros. Esta niña taciturna me enseñó el secreto de hojear con suaves movimientos de cabeza, las diáfanas páginas del vacío para encontrar extrañas oraciones consideradas en el pueblo como vaticinios. Muchos evitan leerlas porque temen sus nefastos augurios. Ella, mi hermanita, sonríe cuando ventea y nos ve correr tras de su palabras o tras del vocablo de alguna mutilada frase. Desde cuando nos dibuja un libro de poemas de una tal Alejandra Pizarnik, se vuelve más transparente. Puede desvanecerse en el momento menos pensado. Aprendí varios: Al negro sol del silencio las palabras se doraban. Este lo escribió en el aire que está cerca del cedral. Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue pero yo me refería al alba luminosa. Este lo vi escrito junto al remolino del río Santo Domingo. Sin el perdón de las aguas no puedo vivir. Sin el mármol final del cielo no puedo morir. Lo anotó a un lado del campanario de la iglesia principal. Cada hora, cada día, yo quisiera no tener que hablar. Dos metros más arriba del techo de la Casa de la Cultura. Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio. Lo escribió a la entrada de varias escuelas.
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Francisco A. Baldarena