Luz Celeste (Novela - Comic - Guin Cine) - 27 -
Publicado en Aug 01, 2012
Madrid, kilómetro cero: Dirección General de Seguridad.
- Estoy ya muy cansado de todo esto... - Entonces sea usted más sensato y razonable. Use el sentido común, Doctor Morales, pero me parece que usted no tiene mucho de eso que se diga. ¡No le demos tantos rodeos al tema! ¡Si está usted cansado es solamente porque usted así lo quiere! De verdad que parece usted un patético masoquista. - ¿De qué tema me está usted hablando, Jefe Superior del Centro Nacional de Inteligencia? - Empecemos otra vez de nuevo si así le gusta a usted. ¿Me puede explicar ya lo que quiere decir eso de Fase Terminal? Memorice usted y cuéntemelo todo. Esto parece ya una película de cine negro policíaco. - Está bien. Contaré lo único que sé. El Jefe del CNI estira sus pies, los pone sobre la mesa y enciende un puro habano mientras el Doctor Diego Morales, ecuatoriano, comienza con la narración de los hechos. - Ocurrió hace más de un año. Yo estaba tomando un café caliente en un establecimiento comercial de la población ecuatoriana de Coca. - Café solo o café acompañado... - Café sin leche. - No le pregunto si tomaba café con leche sino si tomaba café acompañado por alguien más. Supongamos que por alguna damita de esas con las que tanto se las da de guapo. - No... yo... eso... no sé... - ¿No sabe si estaba usted solo o estaba con algún amigo o alguna amiguita? - Estaba solo. - Siga... siga... no se detenga, por favor... - Sólo sé que se me acercó una persona. - ¿Qué clase de persona? - Un nativo. - ¿Algún negro quizás? - No. Era un indio. - ¿Qué clase de indio? - Si no me interrumpe usted tantas veces podremos terminar antes. - Interrumpo e interrumpiré cuantas veces me salgan de las narices porque me interesan todos los datos posibles. ¿Se entera ya de una vez por todas, engreído? Y si se me sigue usted haciendo el guapo le arreglo la cara para que sea un poco más guapo todavía. - Sólo sé que era un indio de piel muy roja. - ¿Un indio estadounidense? - No sé de dónde era ni a qué tribu pertenecía, pero hablaba perfectamente el español. - ¿Qué sucedió después? - Aquel indio me propuso que si quería ser de los suyos. - ¿Le propuso que usted pasara a formar parte de su tribu? - No. Me propuso algo mucho más serio, señor. - Señor Jefe Superior. - No me ponga usted más nervioso todavía, Señor Jefe Superior. - Eso ya está mejor. Si yo le trato a usted de Doctor se lo merezca o no se lo merezca, haga usted el favor de dirigirse a mí tratándome de Señor Jefe Superior que yo, por lo menos, sí que me lo merezco. ¿Qué fue lo que le dijo el indio? - Él me propuso que si yo quería ser de los elegidos. - Entonces es cierto que no le estaba ofreciendo ser parte de su tribu... ¿no es eso, Señor Doctor? - Así es, Señor Jefe Superior. - Con el suficiente respeto mutuo nos entendemos mejor y, de paso, demuestra lo que es tener buena educación cuando se dirige usted a un ser superior. ¿Es usted muy educado cuando se dirige, también, a alguna chavalilla bella y guapísima aunque esté, digamos por ejemplo, casada a pesar de que sea muy joven o no es usted tan educado cuando se encuentra ante una chavalilla con esas características y que le pertenece a otro hombre? - ¿A qué viene eso ahora, Señor Jefe Superior? - Se me ha ocurrido de repente, Señor Doctor, y me parecía bien decirlo como otra parábola de las mías. ¿Sabe usted la parábola bíblica de los talentos? - Creo recordar algo de ella. - De la parábola bíblica o de la chavalilla que está usted soñando poseer. - No... no... me refiero sólo a la parábola bíblica... El Jefe Superior del CNI apaga su puro habano y lo deja en el cenicero. - Entonces se la recuerdo y luego seguimos hablando del tema que nos concierne. La parábola de los talentos es que Dios dio a cada ser humano lo que se le antojó darle Él y, por supuesto, sin tener que pedir permiso a nadie ni darle explicaciones a nadie porque para eso Él creó a la Humanidad entera. A unos les dio muchísimos talentos, a otros bastantes talentos, a otros sólo algunos talentos y a otros más bien pocos talentos... ¿le parece esto justo, Señor Doctor? - Muy injusto. - ¿De verdad dice usted eso siendo de los que recibió de Dios bastantes talentos? - No me puedo quejar, no. - Entonces... ¿por qué responde que le parece muy injusto? ¿Sabe usted por qué Dios hizo ese reparto a su manera o no lo sabe? - No conozco la Biblia. - Entonces... ¿por qué se atreve y osa juzgar a Dios si no conoce su Palabra? El Doctor Morales baja la cabeza y mira al suelo. - ¡No! ¡De eso nada! Alguien que se atreve a dar ese juicio sobre Dios tiene que tener siempre la cabeza bien erguida... ¿o no es lo suficientemente valiente como para enfrentarse a la Verdad de Dios? ¿Sabe por qué Dios hizo ese reparto de talentos según su propia manera de entender su propia Creación de la Humanidad? El Doctor Morales sigue con la cabeza mirando al suelo. - Me da vergüenza reconocer que no sé nada de la Palabra de Dios. - Entonces... si no conoce su Palabra que viene escrita en la Biblia y hasta la puede conseguir usted completamente gratis ya que ama tanto el dinero... ¿me puede decir por que juzga tan mal a Dios sin saber ni quién es? - La verdad es que no sé por qué he dicho eso ahora que me está usted dando a conocer ya que a mí me ha dado bastantes talentos. - Para ser usted un famoso médico debería haberse dado cuenta hace ya mucho tiempo de eso... sobre todo cuando debe saber la cantidad de cientos o miles de millones de seres humanos que tienen muchos menos talentos que usted. ¿Le hago un breve resumen de la parábola de los talentos que debería usted conocer si se cree tan culto como para pensar que es superior a los demás? - Lo que usted decida. - Como tenemos todo el tiempo universal que Dios nos regala pues sí voy a leérselo porque yo siempre llevo, conmigo, una pequeña Biblia de esas que se pueden obtener hasta gratis cuando se es tan tacaño y tan avariento como usted pero que yo pagué dinero por ella y lo hice muy a gusto. El Jefe Superior del CNI saca una pequeña Biblia del bolsillo derecho de su chaqueta. - Pero... quiero terminar con este asunto cuanto antes... - Mejor espere un momento porque cualquier momento puede ser oportuno para tomar conocimiento. ¿Le parece bien lo que digo yo o también me va a decir a mí que soy tan injusto como dice cuando habla de un Dios al que ni tan siquiera se ha molestado en conocer? - Está bien... yo... quizás... - Quizás sí le sirva de algo o quizás no le sirva de nada pero voy a leer. Ponga atención. Tome todo el café que quiera de la cafetera que, como ve, está llena a rebosar... porque voy a extenderme un poco hasta leerla completa a ver si usted, con su inteligencia, es lo suficientemente guapo para aprender de alguien tan feo como yo. El Doctor Morales llena su taza de café. - Eso es. No se me duerma ahora, Señor Doctor, y escuche lo que escribió Mateo: "El reino de los cielos es como un hombre que, yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. El que recibió cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Así mismo el que recibió dos, ganó también otros dos. Pero el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos". Su señor le dijo: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor". Se acercó también el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos". Su señor le dijo: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor". Pero acercándose también el que había recibido un talento, dijo: "Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo". Respondiendo su señor, le dijo: "Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos, porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes". ¿Qué le ha parecido esta parábola, Señor Doctor? ¿A usted cuántos talentos le ha dado Dios y ya que es usted tan guapo, que es un talento de Dios por cierto por el cual usted no pagó nunca nada, qué ha hecho con el talento de su guapura? ¿Burlarse de una pobre mujer que creyó en usted para divorciarse de ella porque no le gustaba para nada y porque estaba deseando poseer a otra que era uno de los talentos que le pertenecía a otro hombre? ¿Es justo Dios o es tan muy injusto cómo usted se atreve a ir diciendo por ahí?... porque resulta que, como ve, yo soy muy feo de cara pero tengo que estarle muy agradecido a Dios porque tengo mucho más de lo que soñaba tener, incluida una esposa que es bellísima por cierto. ¡Ande! ¡Tome otro sorbo de café y terminemos por aclarar el talento este de Niamey y la Fase Terminal! ¿De acuerdo, señor talentoso? Íbamos por el punto en que ese indio de piel muy roja pero que hablaba pèrfectamente el idioma español le ofreció ser de los elegidos. ¿Qué significa eso? ¿Acaso ese indio de la piel tan roja era Dios repartiendo talentos? - No tengo ganas de bromas ahora... - Pues yo tengo menos ganas de bromas que usted... ¿así que era alguien que le ofrecía algo maravilloso? - Me parece que sí. - Eso de me parece que sí no me es suficiente. Debe decirme lo que le ofreció a usted y a los demás elegidos. ¿Quiénes son ustedes los elegidos? - Me dijo que somos de los elegidos para recibir un nuevo plasma sanguíneo que está a punto de aparecer en los mercados de los médicos. - ¿Plasma sanguíneo? ¿Para qué quiere recibir plasma sanguíneo un doctor de radiología? - Me dijo lo siguiente: "Este plasma revolucionará el mundo de la medicina". Es por eso por lo que me interesó su oferta. - ¿Así que le dio usted su correo electrónico y su página de Internet? - Correcto. - Pues siga usted actuando correctamente y no me ponga trabas a mi labor de investigación personal. ¿Sabe lo que significa trabas o se lo tengo también que explicar? - No tengo ni idea de lo que quiere ahora de mí. - Significa que me está contando mentiras. Espero, por su bien, que no me esté contando mentiras que sé de sobra que son mentiras. - No miento, Señor Jefe Superior. - Pues entonces no tendrá inconveniente en seguir viviendo conmigo hasta que nos enteremos de la verdad. Está usted ocultándome algo, Señor Doctor. Eso de que es un simple plasma sanguíneo que va a revolucionar la medicina no me lo creo ni aunque estuviese yo ahora más borracho que lo estaba Pepe Botellas cuando su hermano Napoleón Majareta le nombró Rey de España. Eso de que es solamente un plasma sanguíneo no me lo creo. - No miento, Señor Jefe Superior. - Pues si no miente no tendrá ninguna excusa para vivir conmigo hasta que consigamos saber toda la verdad. Ya nos enteraremos los del Centro Nacional de Inteligencia de toda la verdad al final de toda esta mascarada. Aquí me parece que hay algunos que tienen ocultos sus verdaderos rostros y por algo será... ya que no estamos precisamente en Carnaval ni esto es una fiesta sino algo serio. ¿Quiere contarme algo más, Señor Doctor? - Sí. Recuerdo algo más. - Vaya. Otra vez empieza usted a recordar algo más. El café siempre hace los milagros que muchos no quieren reconocer que los hace Jesucristo. ¿Qué recuerda ahora usted gracias a los milagros del café ya que usted no cree en los milagros de Jesucristo? Si la vida es milagrosa alguien o algo debe ser quien la hace milagrosa. Si no cree usted, y los que son como usted, que es Jesucristo digamos que es el café. Cuente. Cuente. - El indio anotó todos mis datos personales en una libreta de apuntes y me dijo que ya iría recibiendo noticias. ¡No sé absolutamente nada más! - ¿Por qué se irrita usted ahora, Señor Doctor? Yo no estoy todavía sordo. Gracias a Dios según mi entender o gracias al café según usted y quienes son como usted, yo he recibido el milagro de no ser sordo y aunque me duele que otros lo sean desde su nacimiento sé que Dios no es culpable de ello y, además, los ama mucho más que a los que no siendo sordos jamás le escuchan a Él. - Perdón, Señor Jefe Superior de Centro Nacional de Inteligencia. - Déjese ahora de ceremoniales y adulaciones. Antes de pedir perdón hay que saber pensar bien en lo que se hace, Señor Doctor Diego Morales... ¿sabe usted lo que es saber pensar para luego no tener que ir pidiendo siempre perdón incluso adulando a las personas para que le perdonen? - No volveré a decir nada antes de preguntar. - ¿A qué se refiere usted? ¿Quizás a no levantar falsos testimonios contra los inocentes, Señor Morales Pérez-Moreno? - ¿Sabía usted desde el principio lo de mi apellido Pérez-Moreno? - Sí. Yo sabía desde el principio de nuestra conversación que su nombre completo es Diego Antonio Morales Pérez-Moreno y Gil. - ¿También lo de Antonio y Gil? - Si. También lo de Antonio y lo de Gil. ¡Vaya pareja la de Antonio y Gil! Por cierto, parece usted bastante gil, toñito... - No volveré a confiar... - ¿A qué se refiere usted? - A seguir sus engaños. Cuando vea a una chavala imponente le preguntaré antes de intentar ligar con ella si está comprometida o no está comprometida o si está casada o está soltera. - Eso está muy bien, Don Antonio Gil. Bueno, digamos Don Diego Antonio Morales Pérez-Moreno y Gil. Porque escrito está que a esa clase de chavalillas ya comprometidas o casadas es necesario saberlas respetar y pedirles perdón si se ha hecho el listo con ellas siendo tan tonto como es usted. - ¿Ha quedado ya todo bien explicado, Señor Jefe Superior? - De momento, y solo de momento, así es... pero tendremos que esperar todos, incluido usted por supuesto, hasta podernos enterar ya definitivamente de qué va todo esto, qué es todo esto y qué puede ser la Fase Terminal. Por cierto... ¿le dijo el indio a qué tribu pertenecía? Memorice y visualice al mismo tiempo. - No puedo. Estoy muy fatigado. - Más fatigado estoy yo de soportar a personas como usted y no me quejo; así que déjese de quejas otra vez o haberlo pensado antes de meterse en este cisco. Memorice y visualice por favor. - NO dijo a qué tribu pertenecía o, por lo menos, yo no lo recuerdo. - ¿Tagaeri? ¿Taromenane? - ¡Imposible! ¡Esas tribus son salvajes y no pisan para nada los territorios de la civilización moderna! - A veces puede darse alguna excepción... - No es este el caso. Ni los tagaeri ni tampoco los taromenane hablan el idioma español. - Perfecto. ¿Está viendo cómo memorizando y visualizando se descubren muchas verdades ocultas? Sigamos. - No, por favor. - No, por favor Señor Jefe Superior. - No, por favor Señor Jefe Superior. - Sigamos. Se supone que, cuando usted no está trabajando en el Hospital 12 de Octubre de esta ciudad de Madrid, alguien le sustituye en sus labores... ¿no es así? - Totalmente cierto. - Entonces ya sé lo que vamos a hacer... - ¡No estará usted intentando decirme que no puedo seguir trabajando en ese Hospital! - Está bien, Señor Doctor Don Diego Antonio Morales Pérez-Moreno y Gil. Tenemos intervenido su correo electrónico y, como ni usted ni yo tampoco tenemos la más mínima idea de lo que es ni lo que significa la Fase Terminal, estaremos aquí los dos juntos, pero no revueltos por cierto no vaya usted a pensar mal de mí en el terreno de lo sexual, todo el tiempo que sea necesario hasta poder descubrirlo. - ¡Pero yo necesito trabajar! - Daré órdenes al Director General del Hospital 12 de Octubre para que no le quiten ni un solo céntimo de su gran sueldo mensual. Porque... ¿cobra usted un gran sueldo mensual, no es verdad? - Es verdad. - Por supuesto. Gana usted muchísimo más que nuestro sencillo y honrado joven investigador profesional. ¿Le vuelvo a repetir lo de la parábola de los talentos y que Dios exigirá a cada ser humano según los talentos que le ha regalado? La próxima vez que usted se atreva a intentar ligar a una jovencita guapísima que está casada con otro hombre que no es usted, piénselo antes y cuente hasta diez antes de soltar su lengua... porque aprendí de un maestro de escuela que si contamos mentalmente hasta diez antes de intentar hacer algo indebido con una chavalilla ajena no cometeremos el error que cometen los donjuanes profesionales que no tienen de hombría ni la décima parte de la que tienen los hombres honrados y honestos que respetan a las chavalillas casadas con otros. ¿Sabe usted lo de no desearás a la mujer del vecino? Solo es un ejemplo que me viene ahora a la memoria, señor guapo. Yo seré feo pero no seré jamás tan tonto como es usted. - ¿Quiere esto decir que estoy detenido? - No está usted detenido sino retenido. Son dos cosas muy diferentes. Quiero decir que está usted parado. ¿Sabe cuántos parados hay en nuestro país?. Por eso somos tan trágicos los españoles. Digamos solamente que usted quiere ahora trabajar como un colaborador voluntario y que yo sepa los colaboradores voluntarios no cobran nada por sus servicios. Total, que deja usted de cobrar todo el sueldo y regala la mitad del mismo para nuestras investigaciones ya que necesitamos recuperar parte del presupuesto que nos hemos gastado por culpa de personas como usted. ¿Me está usted entendiendo? ¿O es que usted es de los que se aprovechan de la ingenuidad de los jóvenes que no tienen maldad en su corazón para intentar robarles sus jovencitas y bellas esposas? ¿Es usted de esos o no es usted de esos, Doctor Morales? ¿Ya sabe lo que son los valores morales, Doctor Morales? - ¡Reclamo mis derechos de libertad de movimientos! El Jefe Superior del CNI pone rostro de ira y da un fuerte golpetazo con su puño derecho sobre la mesa. - ¡¡La libertad de movimientos se demuestra andando!! ¡¡Así que andando!! ¡¡Esta vez va a andar usted bien derecho para poder vivir en paz y sin molestar, por ejemplo, a ninguna chavalilla joven y guapa propiedad de otro hombre ajeno a sus avaricias!! ¡¡Se acabó este asunto!! De repente se calma... - Y como vamos a pasar juntos tanto tiempo como sea necesario hasta que descubramos qué es la Fase Terminal le diré a usted que yo me llamo José pero le permito que me llame Pepe. ¿Es usted un poco marica, Don Diego? Si es usted un poco marica no le molestará en absoluto que yo le llame a usted Didí de manera muy cariñosa. El Doctor Don Diego Morales se queda totalmente lívido y callado.
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