Una vez agotado todo el placer en la mañana 47 de nuestra unión -tendidos y silenciosos- vemos circular el tiempo por la habitación como si los segundos fueran individuos que cruzan las calles. Y el silencio rocía nuestro cansancio visual con una lluvia extraña... más que una lluvia es una especie de niebla sobrevenida, que lo va eliminando todo. Cuando el gusto de tus últimas caricias desaparece de mis ancas les veo surgiendo de la pared. Y tú también les ves. Vienen tras nosotros, recogen lo que creamos y ellos se sumergen en la relación abandonada: Nuestros fantasmas se aman. Cuando tú estés en la otra punta de la ciudad y yo me haya marchado lejos de aquí, es posible que sintamos en nuestro interior un tibio, dulce, renovado escalofrío, que asociaremos al recuerdo que aún nos tendremos mutuamente. Pero ahora, en que les vemos abrazados y dejándose caer caricias sin tacto sobre sus grisáceos cuerpos que no gimen, sabemos que todo cuanto nos provenga de lo actual se deberá a estos seres construidos (no nacidos), que prolongan una historia de hermoso senso por nosotros y por ellos. No sé si son libres o nos pertenecen como fieles servidores. No tengo ni idea del grado de su autonomía... Acaricio tu mejilla y, arqueando las cejas, te digo: "Fíjate".
 Tú asientes sonriendo y posas en mis labios uno de los últimos besos.