JUANA
Publicado en Aug 15, 2012
Zambullido en el estudio de las heterogéneas personalidades de mis compañer@s de viaje, aquel día centré mi atención en ella. Abordó el tren en la estación del Metro Zaragoza.
Fue miércoles como a las trece horas, sucedió hace cinco años, pero recuerdo aún el melancólico talante de la dama. Su porte atlético, me hizo pensar en una valquiria evasiva. Vestía blusa de varios colores y encima suéter y blazer en tono grana. Abajo, pantalón negro con rayas verticales blancas. El ajuar lo completaba un bolso de piel en color azul marino, pulsera grabada con el nombre de Javier y un teléfono celular. Usaba el pelo corto y teñido. Merced a mi afición de especulador con propensión a creerme Sherlock Holmes, percibí que a esa señora de cuarenta y tantos años de edad, algo le inquietaba. Pensé que acaso sería madre soltera, con poca escuela y mucho apuro económico. Quizá radicaba hasta Pachuca, Ixtapaluca, Valle de Chalco o Nezahualcóyotl. Seguí hurgando. Me pareció introvertida, aislada, cohibida y huidiza. También la consideré algo mística. Fémina de espíritu sincrético, capaz de fusionar los principios de la religión católica, su creencia en la Santa Muerte y la confianza en un amuleto. Fe indivisa con un fin cardinal: La esperanza de un destino menos acre. De una bolsa de plástico transparente, la mujer sacó un emparedado, tomó bocado y lo guardó. Súbitamente descendió del vagón en la estación Moctezuma. Horas después, los noticieros informaron que policías preventivos habían asegurado, y remitido a la PGJDF a una indiciada. Puesta a disposición de la Coordinación VC-3, se le atribuía haber asfixiado con un estetoscopio a la dulce anciana Ana María, en la calle José J. Jasso. Las fotografías de la homicida difundidas en los medios de comunicación correspondían a la misma pasajera del convoy. La llamaron Mataviejitas.
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MAVAL
espero seguir leyendo tus trabajos
cordial saludo!
Luis Antonio Aranda Gallegos
LIBARDO BERNAL R.
Luis Antonio Aranda Gallegos