¡Faltan 3 cucharas, 2 tenedores y 1 cuchillo de alpaca! (Diario)
Publicado en Aug 16, 2012
En los últimos años de la década de los 50, mi madre tenía una amplisima colección de cubiertos de eso de los llamados de alpaca. Para quienes no sepan lo que es alpaca, aclaro que se trata de plata alemana o metal blanco es una aleación ternaria compuesta por cinc (8 a 45 por ciento), cobre (45 a 70 por ciento) y níquel (8 a 20 por ciento), con un color y brillo parecido al de la plata. Las aleaciones que contienen más de un 60% de cobre son monofásicas y se caracterizan por su ductilidad y por la facilidad para ser trabajadas a temperatura ambiente, la adición de níquel confiere una buena resistencia a los medios corrosivos. Entre las aplicaciones se encuentran la fabricación de imágenes religiosas, vajillas de mesa, bombillas (sorbete) para mate, cremalleras, objetos de bisutería, llaves de los instrumentos musicales (por ejemplo el oboe), diales de los aparatos de radio, monedas, instrumentos quirúrgicos y dentales y reostatos.
El caso es que siempre teníamos, sobre la mesa, a la hora del comer, cada uno su correspondiente juego completo de cubiertos de alpaca; pero... comenzaron a ocurrir cosas extrañas y empezaron a ir desapareciendo, vez tra vez, varios cubiertos como si algún fantasma maligno o duendecillo travieso se los estuviera llevando... hasta que mi madre, un día en que ya estaba de muy mal humor por estos extravíos, puso el grito en el cielo: ¡Faltan 3 cucharas, 2 tenedores y 1 cuchillo de alpaca y tienen que aparecer! (las cucharillas del café y el té no las contó porque su falta ya era muchísimas cantidades y menos mal que traía un buen surtido de ellas que cogía de acudir a matrimonio, bodas, bautizos y otras fiestas). Nadie podía explicar ni explicarse qué era lo que sucedía con los cubiertos de alpaca pero era cierto que, día tras día, alguno desparecía. Mi madre Rosario -ante la sorpresa de mi padre Emiliano- tan observadora como era siempre (y que se lo digan al Emilín al que pillaba siempre en fuera de juego cuando desobedecía las órdenes de estudiar y se iba a hacer novillos a los futbolines, a los cines o a salir con chicas y lo mismo que luego hacían el Boni y el Maxi pero estos sin salir con chicas) muy pronto dio con la solución: ¡¡Era mi abuelita materna Rufina la que tiraba, sin darse cuenta, las cucharas, los tenedores y los cuchillos de alpaca a la calle porque tenia la fea costumbre de sacudir el mantel de la mesa, una vez que habíamos acabado de comer, por la ventana que daba a la Calle Alcalde Sáinz de Baranda!!. Descubierto el asunto mi madre Rosario dio la orden a mi abuelita materna Rufina, que no sacudiese más veces el mantel por la ventana y que lo hiciese en el cubo de la basura para poder rescatar toda la cubertería de alpaca que se iba perdiendo. Y es que mi abuelita Rufina estaba un poco corta de vista por lo mucho que había tenido que gastarla en coser calcetines metidos en huevos de madera, en enhebrar el hilo en los ojos de las agujas (labor que siempre me pedía á mí para que lo hiciera yo en su lugar) y en poder mirar todos los detalles de nuestras vestimentas para ver si íbamos perfectamente peinados, trajeados y calzados. Mi madre supo perdonar a mi abuela materna el descuido de los cubiertos de alpaca... pero ya nunca jamás faltaron sobre la mesa. De ahí saqué como conclusión (y eso que todavía era muy niño) una sentencia: "Cuando sacudas un mantel ten cuidado con el pastel" . Por cierto, fue mi abuelita materna la que vió cómo descaradameente el Emilín no quiso compartir con el resto de la familia un pequeño pastel que tenía en la nevera de su casa de la calle madrileña de Ferrocarril, número 3, porque es tan avaro que hasta por cosas tan mezquinas como esa separó y rompió en pedazos a toda mi familia: algo que hizo sufrir siempre a mi abuela materna Ruina, a mi madre Rosario y hasta a mi padre Emiliano. ¡Ver para creer! Pero fue cierto. Hasta ese grado de avaricia y envidia llegó el asunto. Y volviendo a lo de los cubiertos de alpaca... ¡qué felices momentos pasábamos comiendo en casa y en el campo con cubiertos de alpaca, mi madre, mi padre y yo cuando los demás nos dejaron por fin solos! Mi abuelita materna ya había tenido la dicha de irse con Dios para no ver lo que tuvimos luego que ver... y por lo cual mi padre me hizo jurar que hiciese justicia. En eso estoy mientras recuerdos las cucharas, los tenedores, los cuchillos y hasta las cucharillas de café o té de los llamados de alpaca.
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