Lo más interesante y apasionante de los años en que los tres pequeños conseguimos, al fin, la Liberación tras lo de la Copa Fiocchi de fútbol chapas, no era precisamente el Ciclismo (donde conseguimos una fórmula "casi" perfecta (sumando todas las tiradas) que pudo haberse incluso mejorado con mi idea del "sprint" final (entre los que entrasen en el cuadro de los sprints); ni tampoco era aquella especie de Balonmano que nos absorbía el seso durante horas enteras; ni, tan siquiera, el emocionante y trepidante Hockey sobre Patines que hasta nos mareábamos de ver tanto ir y venir la bolita de portería a portería y de gol a gol; ni tampoco el Atletismo (para lo cual ya teníamos preparadas las pistas, los pesos, las jabalinas y un mogollón de ideas más)...

Lo más interesante y apasionante, por lo raro que era el invento, era practicar la Pesca Submarina en la habitación de dormir donde yo, por las noches, no dormía planteando extraordinarias pruebas de Ciclismo en Pista (tenìa por lo menos ya ideadas cuatro o cinco competiciones diferentes) y preparaba ya el Tenis (de chapas estoy hablando) más el imposible de los imposibles que era el Toreo de Chapas.

Bien. Eran los años de la Liberación de los tres pequeños y nos lo pasábamos tan de "a buten" que no habia entretenimiento mejor salvo, claro está y en mi caso al menos, conocer cada vez más chavalas guapas en todas partes donde me metía una vez escabullido del Boni y del Maxi para, de manera autónoma e independiente porque no era de mi agrado presentárselas a los dos pequeños, entablar contactos dialécticos con ellas ya que en cuestión de chavalas guapas con  un poco de pesca basta...

Pues sí. Fue verdadero. Llegamos a inventar la pesca submarina además de otras muchas locuras chaperas -no de chaperos porque ladrones no éramos- sino de chapistas (y no me refiero a las chapas de los que trabajan el metal) de las tapillas (como dicen en Ecuador) incluso en la bañera del cuarto de aseo higiénico donde había que reunir tácticas, técnicas y hasta estrategias para no caer la chapa al seulo o delizarse por la cuesta "abajo" hasta caer en el fondo de la bañera con el peligro de mancharse de agua, si quedaba alguna gota suelta, el plástico del "routier" convertido en "pistard".  Pues bien. Aquello de la pesca submarina me enseñó a explorar nuevos mundos dentro de mi habitación y empecé a crecer como periodista y como escritor a medida que combinaba chapas con chavalas guapas.

Años de Liberación de los tres pequeños. Boni y Maxi me nombraron el nuevo líder, volviendo a ser lo que era en los años de mis infancias, pero marqué mis propios límites para mantener mi integridad y mi propia independencia autónoma... porque no era cuestión de que las chavalas guapas me vieran trabajando de "canguro" del Boni y del Maxi y, mientras mi abuelita materna Rufina se echaba las manos a la cabeza escandalizada por mis infinitos sueños juveniles, hasta derroté a los dos en todas las competiciones del Geyper. ¡Vaya años aquellos de la recuperación de los Juegos Geyper con los que demostré, una vez más, que no era necesario hacer trampas -como hacía el mayor- para conseguir victoria tras victoria!. Si. Eran tiempo en que Victoria tenía su tirón en el mes de Abril. ¿Victoria Abril? Bueno. Las había mejores y estaban por los mundos madrileños por donde yo iba de pesca submarina... o sea, soñando en mi propia habitación pero con los ojos tan abiertos, que conseguía tenerlas localizadas en las rúas madrileñas que eran caminos que nunca se me olvidaban o en aquellos lugares donde tenía, sin remedio alguno y por necesidad para ser cada vez más experto y más culto, que estar presente pero jamás ausente... porque, aunque yo parecía ausente de todo, ninguna de ellas se me iba de la memoria personal e intransitiva porque era mi propia memoria y no la de ninguno de los otros habitantes de aquella "colmena" de chapas.