Luz Celeste (Novela - Cómic - Guión Cine) -56-
Publicado en Aug 31, 2012
Sede Central del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Ecuador en Quito...
El general Maldonado Feito se encuentra, en su despacho privado, haciendo pasar el tiempo mentras revisa los informes recibidos sobre el capitán Alvaro Agustín Atienza Buendía y Vásconez a quien ya está esperando... - Vaya... vaya... vaya... Parece que los últimos acontecimientos que involucran al capitán Atienza no le gustan demasiado y quiere convencerse entrevistándose con él. En esos momentos suenan unos suaves golpes al otro lado de la puerta. - ¡Pase quien sea y cierre bien la puerta, por favor! Es el capitán Atienza... - ¡A sus órdenes mi general! ¿Puedo pasar? - ¡Déjate de ceremonias formales conmigo en estos momentos, Alvarito, deja de saludarme tan marcialmente como si yo fuera el dios Júpiter y tú el diosecillo Pan tocándote la flauta. Siéntate y hablemos no de general a capitán sino de amigo a amigo. - Como usted mande, mi general. - Te repito y te ordeno que me trates, ahora, no como tu general sino como un amigo que quiere charlar contigo. Llámame solamente Maldonado. ¿Te apetece una copa de ron? - Si es posible... por supuesto que te la agradezco Maldonado. - Coge tú mismo la botella del mueble bar y no sirvas dos copas porque ya sabes que yo soy y he sido siempre abstemio. Quizás por eso he llegado a ser general. El capitán Atienza toma una botella de ron Castillo, llena uno de los vasos de cristal y se sienta, dejando el vaso sobre la mesa después de beber un pequeño trago, frente al general Maldonado. - Escucháme bien, Alvarito, porque estoy verdaderamente preocupado. - No sé a qué te refieres, Maldonado. - Pues a algo muy serio y por eso te he llamado con urgencia. - Sigo sin entender nada. - Atiende bien lo que te digo. Tenemos casi la misma edad y te conozco desde que los dos éramos solamente dos niños traviesos nada más. Eres un buen chico pero ya desde la adolescencia te advertí en muchas ocasiones que no era aconsejable que te juntaras con ese tal Juan Carlos Bravo Varona "La Didí" y con ese tal José Alí Cordón Habibi "El Moracho". Te lo advertí siempre y nunca me hiciste ni caso. Puede ser que tenga un año y medio menos que tú en edad, pero a veces es necesario escuchar a los verdaderos amigos que saben más de la vida, Alvarito, porque más hemos tenido que renunciar a gozar de cosas no aconsejables. - No te entiendo, Maldonado... - ¿Crees que te estoy echando un sermón como el que nos echaba el cura Paco cuando hacíamos travesuras? Pues no es nada de eso. No es cierto que el Diablo sepa más por viejo que por Diablo. Ese dicho es una verdadera tontería de los religiosos y ni tú ni yo somos de esa manera de pensar. Yo te afirmo que más sabe el Diablo por mentiroso que por Diablo y eso sí que es cierto. - Pero para decirme todo eso no era necesario que me hubieses citado con tanta urgencia a tu despacho privado. Podríamos haber hablado de todo eso en tu propia casa o en la mía y no dar tanta oficialidad a esta charla entre amigos. - Es que no es eso lo que me tiene ahora preocupado. Sólo te lo he dicho porque bueno es el dicho de que aquellos polvos trajeron estos lodos. - Ahora sí que no te entiendo... - ¿No entiendes lo de los polvos? - ¡Caramba! ¿Qué ha ocurrido para citar ahora a los polvos? - Voy a ir directo al asunto y sin ninguna clase de rodeos. Puedes tomar otro trago de ron porque es seguro que lo vas a necesitar. El capitán Atienza empieza a preocuparse de verdad y toma otro trago de ron. - Pues tú dirás qué sucede Maldonado. - Solo quiero preguntarte ¿por qué has ocultado un grave suceso ocurrido con alguno o algunos de los soldados de tu destacamento en Coca? - Que yo sepa ninguno de mis soldados ha cometido ningún acto contra la disciplina militar. - Entonces... ¿por qué han llegado a mis manos estos informes de que tus soldados tuvieron un grave lío de faldas? - ¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Qué informe son esos? - Estos son unos informes que me los debías haber enviado tú y no mi confidente oficial del Servicio de Inteligencia Militar. - ¡No es posible! ¡Ningún soldado mío ha tenido líos de faldas desde que están en Coca! - ¡Pues estos informes hablan de que tuvieron contactos con una joven desnuda! - Joven sí era, pero desnuda no estaba... porque vestía sus prendas interiores... - Luego... ¡Es cierto que hay una joven involucrada en este feo asunto! ¿Cuántas veces te he recomendado que no permitas que ninguno de tus soldados se líen en asuntos de faldas cuando están trabajando como comandos de vigilancia intensiva en zonas fronterizas con la selva? ¿Quién era esa joven? - No es lo que supones. No es ninguna nativa indígena. - Pido a Dios que sea verdad que no es ninguna nativa indígena pues entonces el asunto sería realmente grave del todo. Los indígenas amazónicos no permiten violaciones de soldados ni abusos de soldados contra ninguna de sus mujeres. Si es nativa cumplirán su venganza. El capitán Atienza bebe otro trago ya asustado de verdad. - ¡No sé de donde ha salido esa patraña pero no es indígena amazónica sino española! - ¿Española? ¡Eso puede ser incluso mucho más grave todavía si se enteran en la Embajada de España en Quito y dan cuenta de ello al Gobierno español. - Pero que yo sepa, y estoy seguro de ello, no ha habido ninguna violación ni ningún abuso por parte de ninguno de mis soldados. ¡Esa joven ya va volando hacia España y ella misma nos contó que no sabía qué es lo que le había sucedido en la selva! - ¿Estás intentando ocultarme algo? ¿Estás intentando ocultar alguna fechoría de alguno o algunos de tus soldados? - No estoy ocultando nada. ¡Te estoy diciendo la verdad de lo que sé! - Y entonces... ¿por qué no me avisastes urgentemente a mí? ¡Los teléfonos se han inventado para ser usados y no para servir de adornos, Alvarito! ¿Para qué sirven los teléfonos en el Ejército? - Para informar de asuntos urgentes. - Entonces explícame por qué no lo usaste para ponerme al corriente de lo que sucedió. - Porque ni yo mismo puedo explicarme qué sucedió. Esa joven me volvió loco del todo... - ¡Vaya, vaya, vaya! ¿Tan excitante es que no sólo enloqueció a alguno o algunos de tus soldados sino que te enloqueció a tí también cuando tienes la obligación de ser un oficial ejemplar? - No me estás entendiendo, general Maldonado. ¿Cómo voy yo a hacer algo así? - Algo... ¿de qué?... ¿abusaste tú también de ella?... ¿comprendes el follón que se va a armar a niveles internacionales cuando nos denuncie a las autoridades españolas?... ¡¡Cómo eres tan torpe, Alvarito!! - ¡Que no es nada de eso! ¡Que lo que pasa es que no entendí nada de lo que me decía porque no se enteraba ni ella misma de lo que estaba contando! ¡No informé nada porque era algo tan incomprensible que me hubieses tomado por un loco si informo de lo poco que pude entender! - ¡¡Pues mejor hubiera sido que pensara que estabas loco antes de pensar que eres lo que ya están murmurando por todas partes!! El capitán Atienza vuelve a dar otro trago, ahora con el rostro ya pálido del todo. - ¡Dios mío! ¡¡Como se entere mi Alfonsina Fernanda me mata!! - ¡Luego confirmas que es cierto lo que se murmura! ¡En menudo lío te acabas de meter! ¡¡Te he ayudado muchas veces a salir de problemas por no hacer caso de mis consejos desde que éramos sólo dos adolescentes pero esta vez no te voy a poder ayudar porque no quiero pringarme yo en un asunto tan grave!! Como comprenderás puedo ser amigo tuyo pero no hasta el punto de poner en peligro mi reputación personal. ¡Asi que explícame bien lo que pasó para saber cómo debo actuar! - ¡¡Pero si yo no he hecho nada con esa señorita!! - ¿Y tus soldados? ¿Alguno o algunos de tus soldados tuvo algo que ver sexualmente con esa joven española? ¡¡Quiero la verdad y solamente la verdad de todo este sucio asunto!! - ¡Que yo sepa no hubo nada de eso! ¡¡La propia señorita Carmen Vergara Ordóñez lo confirmó! - ¿Así que se llama Carmen Vergara Ordóñez? ¡¡No me digas ahora que pertenece a alguna familia importante de su país!! - Por lo que me confesó sí que pertenece a una familia muy importante de Andalucía. - ¡Ostras! ¡¡En menudo lío nos hemos podido meter todos por tu culpa, inepto, inútil, incompetente, ingenuo y todos los in que te puedas imaginar son pocos para la que se va a armar!! - Escuche, mi general. - ¡Haz el favor, ahora, de no llamarme mi general sino solamente Maldonado! ¡Te repito que estamos hablando de hombre a hombre! ¿Qué quieres contarme antes de que tenga que empapelarte? - Escucha, Maldonado, esa señorita española ni fue abusada por nadie ni fue violada por nadie. No sé quien ha podido informar de lo contrario pero ninguno de mis soldados ni tampoco yo hemos cometido ningún acto de abuso ni sexual ni psicológico contra esa señorita ni contra ningún otro ser humano desde que estamos en Coca. - Está bien. Digamos que no ha sucedido nada. - Es que nada ha sucedido. Esa jovencita de tan sólo 16 años de edad vuelve a España tan virgen como llegó a Ecuador. - Eso me alegra mucho saberlo. - ¿Quién fue el farsante que infundió esa falsa noticia? - Te repito que un soldado que forma parte del Servicio de Inteligencia Militar. - ¡¡Pues miente!! ¡¡Es un completo mentiroso además de un gran cobarde!! - ¿Me juras que ha mentido de manera cobarde? - ¡¡Te lo juro, Maldonado!! ¿Quién es ese tipejo? - Creo en tu juramento. ¡Le cortaré para siempre las ganas de mentir! - ¿Cómo se llama ese cretino? - Te lo voy a decir para que no vuelvas a fiarte ni de tu propìo padre en cuestiones de flaldas; pero con la condición de que sea yo quien le ajuste las cuentas. ¡Y vaya que se las voy a ajustar bien ajustadas para que pague todo el daño que ha querido causar! - ¿Cómo se llama ese imbécil? - Como seré yo quien haga justicia adecuada te puedo decir que es el soldado con quien más confianza tenías. - ¿No me digas que es el miserable Antonio Tapias? - ¡Exacto! ¡Es el miserable Antonio David Tapias Paredes! - ¿El que todos conocen como "El Gordo Tripero"? - Ese mismo. El hombre de tu mayor confianza, Alvarito. El capitán Atienza bebe otro trago de ron. - Tanto tomar y tomar no es bueno, Alvarito... ¿qué intentas olvidar con tomar tanto trago? - Intento poner mis ideas en orden. - Desde que éramos adolescentes estás tomando alcohol intentando poner tus ideas en orden. Gracias a quienes hemos estado siempre tapando tus sucios asuntos has llegado hasta el grado de capitán; pero ha llegado la hora de la verdad y en esta hora de la verdad voy a hacer por ti el último esfuerzo que hace un amigo por ayudar a otro amigo. - ¿Qué me estás contando, mi general? ¿Me ascienden por fin a comandante? - Alvarito... Alvarito... Alvarito... - Siempre que dices Alvarito... Alvarito... Alvarito... sucede algo malo. - Te voy a ayudar a salir de este embrollo pero también te voy a ayudar a salir del Ejército de Ecuador con la hoja de servicios más limpia posible. Desde este momento dejas de pertener a la Fuerzas Armadas Ecuatorianas. Es por tu bien. - ¡No me haga eso, mi general! ¡Me quedan muy pocos meses para ser ascendido a comandante y ser comandante es mi mayor sueño en la vida! - Oye bien, Alvarito... en los ejércitos latinoamericanos no necesitamos ya comandantes locos que han pasado a la "historia negra" de nuestras historias pólíticas como verdaderos locos autoritarios y despóticos y apunta en tu memoria a hombres como Fidel Castro, El Che Guevara y El Comandante Cero entre otros. No necesitamos comandantes de esa ralea y debemos empezar por sanear nuestros propios ejércitos para cambiar toda la historia de nuestros países y hacerlas brillantes de verdad. Así que es mejor que te dé definitivamente de baja en el Ejército de Ecuador antes de que te metas en un lío tan grande que termines tu carrera militar encerrado en la cárcel de Quito o, peor aún, en un hospital psiquiátrico de por vida. - ¿Por qué me das ese aviso? ¡Es innecesario! - No, Alvarito, no. Es necesario que sepas que estoy al corriente de todos tus pequeños actos de corrupción y que ya la población ecutoriana nos está exigiendo que borremos por completo del mapa político y social toda la corrupción de nuestras gloriosas instituciones militares; así que, como no deseo verte mendigando por las calles como sucede con "La Didí" y "El Moracho" ya no vas a seguir en las Fuerzas Armadas de Ecuador. El capitán Atienza gime lastimosamente... - ¿Y qué voy a hacer yo ahora? ¿Cómo me voy a poder ganar un sueldo aceptable para la vida de lujo que lleva mi Alfonsina Fernanda? - Es culpa tuya que tu propia esposa sea una mujer que no sabe vivir en su sociedad y que desea a toda costa entrar a formar parte de las clases de élite ecuatorianas. ¿Es por los caprichos de ella por los que tanto actos de corrupciones cometes? El capitán Atienza bebe ya todo lo que falta de ron en su vaso de cristal. - Sí... mi general... esto... hip... es ella... hip... es su estúpida manía... hip... de intentar codearse con lo más alto y granado de la sociedad ecuatoriana... hip... por eso he metido tantas veces las dos patas... hip... con corrupciones no demasiado graves... - Todas las corrupciones son demasiado graves, Alvarito... - Esto... hip... esto... sí... estoy de acuerdo... y por eso necesito ascender a comandante... porque la quiero a ella... hip... quiero a mi Alfonsina Fernanda... - Pues ella parece que no te quiere nada ni para nada a tí. Parece que a ella sólo le interesa tu dinero para poder intentar codearse con los millonarios y la clase selecta de Ecuador. ¡Y menos mal que no habéis podido tener hijos porque en ese caso te habría exprimido mucho más! ¿Sabes como queda una banana cuando la aplasta una apisonadora? - ¡Echa polvo... hip... echa polvo me supongo... hip! - Polvo. Esa es la palabra. Yo no sé cuántos polvos echarás fuera de tu matrimonio pero lo que sé es que ya estás hecho polvo y de esta manera no puedes seguir en el Ejército. Así que antes de que sea ya demasiado tarde es mejor que te retire yo de nuestras Fuerzas Armadas que tan necesitadas están de hacer una limpieza total para volver a ser tan gloriosas como lo fueron antaño. - ¡¡Pero si sólo me quedan unos pocos meses para ascender a comandante!! ¡¡Por favor, mi general, no me retire del Ejército!! - Yo lo siento mucho más que tú, porque en el fondo eres una buena persona, Alvarito... pero te has pringado en demasiados actos de corrupiones y cohechos. Si quieres seguir siendo un títere o una marioneta manejado por tu esposa... si sigues queriendo vivir sin personalidad propia y estar toda tu vida atado a ella y a los vicios como la prostitución, el alcohol y las drogas... eso ya no es problema mío sino tuyo. Te voy a hacer el último favor que te hago en mi vida. Te retiro desde este momento de la Fuerzas Armadas de Ecuador pero te hago pasar a Clases Pasivas. ¿Sabes algo de estadísticas? - Sí. Solamente nociones elementales que aprendí con el mini empresario Wagner Julio Mayo Abril en un cursillo que hicimos ambos en un trimestre de no sé qué año. - ¿Ese tal Wagner Julio Mayo Abril es el que se decía ser comunicador social cuando sólo era un estafador social? - El mismo, mi general. - Pues está en la cárcel desde hace ya unos cuántos años por todas las trampas laborales que cometía contra sus empleadas y empleados y por intrusión profesional. ¿Quieres terminar como él? - No. Por favor. Quiero llegar a la jubilación totalmente liberado... - Pues te aconsejo que dejes la bebida y las drogas, además del sexo extramarital, para poder liberarte y vivir sano lo que te queda en esta Tierra. ¿Sabes o no sabes Estadística? - Al igual que ese tal Wagner, aprendimos los dos lo más elemental en un taller efectuado en un trimestre de un año que mi memoria ya no recuerda. Sí recuerdo que Wagner Julio Mayo Abril era de Ambato y en Quito cometía toda clase de abusos laborales contra sus empleadas y empleados y que abría y cerraba empresas que podemos llamar "fantasmas" para hacer blanqueo de dinero sucio y otras cosas parecidas. - ¡Pero sabes o no sabes Estadística! - Lo mismo que puede saber un estudiante de Primaria. - Bien. Puede ser suficiente. Desde mañana mismo preséntate en el Municipio de Quito y habla con el Señor Alcalde, Don Armando Franklin Rojas del Pozo indicándole que te envío yo para que te dé un empleo, durante estos tres años que te quedan de aprovechamiento laboral, en la Sección de Empadronamiento. - Pero... ¿qué voy a hacer yo en la Sección de Empadronamiento del Municipio de Quito? - Prácticamente nada. Te dedicarás a rellenar cuadros estadísticos sobre todo lo que te ordenen que hagas. No te preocupes porque serán trabajos que hasta un niño los puede llebar a cabo. Como dice mi suegra, todo lo que se aprende nos sirve en esta vida. Y lleva toda la razón mi querida suegra... porque ahora podrás aplicar los mínimos estudios que hiciste en ese taller trimestral junto con tu colega Wagner Julio Mayo Abril, de Ambato, que posiblemente sea tu compañero de trabajo en el Municipio de Quito cuando salga de la cárcel si es que tiene tiempo para trabajar después de ello. ¡Asunto terminado! - ¿Y mi sueldo? - Tu sueldo ya no será el de un capitán del Glorioso Ejército de Ecuador, sino el de un chupatintas del Municipio de Quito trabajando en el Departamento de Empadronamientos, Sección de Estadísticas, y si por eso tu querida Alfonsina Fernanda se cabrea por no poder llevar una vida de lujo pues una de dos: o la sometes a lo que es en realidad; o sea, una mujer totalmente inculta e incultivada... o aplicas la Ley del Divorcio Exprés por incompatibildad de caracteres mientras yo sigo pensando que eres un buen chico pero más tonto que una mata de habas; por lo que bien conozco de ella pienso que es una mala mujer más lista que el hambre. Y si tenéis que pasar un poco de hambre quizás os sirva de consuelo que hay muchos seres humanos que no sólo están pasando hambre sino que están muriendo de hambre. Ya puedes retirarte de mi despacho oficial y de mi vida privada porque aquí se acaba nuestra amistad y es el último favor que te hago. ¡Ah! ¡Y no te prepocupes por el coronel Valdenebros porque ya he descubierto que es quien maneja, aprovechándose de su alto cargo militar, todos los sucios negocios de toda clase de corrupciones que afectan a los militares y, por supuesto, no va a tener la suerte que acabas de tener tú porque yo mismo voy a dar la orden de su encarcelamiento de por vida y tendrá la pequeña libertad de dedicarse, cuando le saquemos de paseo por el Valle del Chota y ya que se apellida Valdenebros a llevar la cuenta de todos los enebros del valle para que no se aburra contando ovejas. ¡Puedes retirarte ya ex capitán Alvarito y, de paso, haz el favor de pedirle al brigada Escribano que tenga la amabilidad de venir a este mi despacho! - Gracias, Maldonado. - No me des las gracias a mí. Dáselas a Dios. Y para que no vuelvas a caer en manos de "La Didí" y "El Moracho" ya me encargaré yo de retirar a ambos de "sus zonas" porque resulta que, al menos en Quito y en todo Ecuador, todas las zonas públicas van a ser liberadas de personajes tan siniestros como esos dos. - Gracias otra vez, Maldonado. - Que hagas el favor de darle las gracias a Dios y no a mí. Y ahora vete ya para siempre de mi vida y avisa al brigada Emliano José Escribano Uribes porque quiero hablar con él. - ¿Otro que cae? - No. El brigada Escribano es tan serio y tan formal, tan valiente militar y tan perfecto esposo y padre de familia numerosa que le voy a ascender, hoy mismo, a teniente. Si todos los oficiales a mi cargo fuesen como Emiliano José Escribano Uribes no tendríamos que haber vivido estos sobornos y estos bochornos. Menos mal que Dios es grande y nos da la oportunidad de corregir a tiempo. ¡Adiós, Alvarito y da gracias a Dios de que no te he metido un puro! Por cierto, fúmate un purito Alvarito cuando llegues a casa a ver si se te tranquilizan los nervios definitivamente. ¡Deja la puerta abierta, por favor, porque yo no tengo nada que ocultar! Una vez que el ex teniente Atienza abandona el despacho, el general Maldonado se pone en pie, gira sobre sí mismo y corriendo el visillo de la amplia ventana mira a la calle en medio de un estallido de luz solar. Al principio, el destello de la luz en sus ojos le impide ver con claridad pero, tras tres segundos de parpadeos, consigue observar con nitidez. Descubre, al auscultar con más detalles que nunca lo había hecho, un verdadero mundo humano. En primer lugar, ve a un muchacho vendiendo el diario en voz alta. - ¡El Comercio! ¡¡Ha salido El Comercio!! ¡¡¡El Comercio!!! El general Maldonado observa cómo toda la calle es un comercio de almas vivientes, Una floristera que ha situado su propio tenderete de rosas, claveles y geranios, en la esquina más concurrida de transéuntes; el abuelo que camina, encorvado ya su cuerpo por su mucha edad, lentamente apoyado en su bastón de madera de ciruelo; un par de niños que han salido del colegio y pasan jugando a ser futbolistas pateando una pelota de trapo; una jovencita risueña a la cual silban y piropean dos trabajadores municipales mientras otros dos están poniendo nuevo asfalto en la calzada; un continuo desfilar de hombres y mujeres que entran y salen del Banco con cara de preocupación porque por Teleamazonas han dado la noticia de que ese Banco está a punto de irse a la quiebra y ellos tienen allí depositados sus ahorros y sus sueños de futuro; un indígena otavaleño borracho que, perdido ya todo su orgullo, se tambalea por la acera y está a punto de caer al suelo; el humilde limpiabotas que está trabajando arrodillado ante la imperturbable figura de un hombre de negocios que es incapaz de limpiarse él mismo sus costosos botines... Y el general recuerda una escena de su juventud y se ve a sí mismo hablando con su entrañable amigo de aquel entonces, el ya fallecido Mario Marino Alonso Corral, el hombre más bueno que él ha llegado a conocer. Y sonríe al recordar... siempre Mario comenzando los diálogos con su espíritu jovial... - Hola Isósceles. ¡Vaya paliza que te he dado en estas elecciones! ¡Ya era hora de que perdieras el poder y otro como yo ocupara el puesto para dirigir la República! - Cierto es, Escaleno. Y te felicito por tu abrumadora victoria. Pero no te envidio... - ¿Que no me envidias? ¿Cómo es eso de que no me envidias tú, que creías que ibas a ser eterno en la poltrona presidencial? ¡No te creo! - Pues créeme cuando te digo de todo corazón que no te envidio. - ¿Que no me envidias repito? ¡Venga ya! Mira... ¡a todos nos llega la hora de perder! Y te he derrotado por mis propios medios. Ahora soy yo quien ostentará el poder por cuatro años y espero poder estar muchos más. - Verás, Escaleno. Te digo de verdad que me alegra que hayas vencido. Ahora no me comprendes pero dentro de cuatro años será distinto... - Pues no. No llego a entenderte... - Ya me lo dirás dentro de cuatro años. Entonces hablaremos de nuevo. Y enrtonces se suspendía temporalmente el diálogo con el simpático Mario para entrar a beber un par de cervezas en el comercio de alimentación. Y el general vuelve a sonreír recordando cuando reiniciaban el diálogo subiendo por la Avenida de La Gasca... - Isósceles... ¡por favor!... ¡preséntate a las nuevas elecciones generales! - Ni hablar, Escaleno. Me he dicho a mí mismo que no volveré nuevamente a cometer el error de ansiar el poder a costa de cualquier precio. Ni ahora ni nunca jamás. - Por favor, Isósceles. ¡Ya no aguanto más! Mi esposa Escalona no es feliz desde hace cuatro años. Antes reía por todo. Ahora siempre está triste. Antes éramos una pareja envidiable. Ahora estamos hablando ya de un posible divorcio. ¡Y mi hijo Escalonito! ¡Hace cuatro años que no tengo tiempo de jugar con él, de estar junto a él, de hablar con él! ¡Se me está convirtiendo en un extraño! Ya no me reconoce como el padre amoroso que antes fui para él, cuando se reia al llamarle Escaloncito. - ¿Comprendes ahora por qué no deseo ser más veces el Presidente de la República de los Triángulos? - ¡Claro que lo comprendo! ¡Y lo entiendo! Pero por favor... ¡preséntate! ¡Aparta de mi este cáliz! - Gracias por tu oferta, Escaleno, pero no... no lo acepto. Prueba a ver si Equilátero o Rectángulo están deseando alcanzar el poder. Y después Mario y él sólo reían sin saber por qué o sabiendo demasiado bien por qué. Y es que entonces descubrían verdades sobre los héroes y los mitos y él, el más serio de los dos, se lo explicaba a Mario... -Escucha bien, amigo, el problema de la mayoría de nosotros, los jóvenes de hoy en día, es que se creen demasiado listos como para drogarse y después superar la adicción. Es falso. Siempre llega un momento en que no tienen "salida hacia atrás" y terminan en algún callejón oscuro, muertos en completa soledad. O quizás suicidándose colgando del techo de su propia habitación. Tenemos todos una conciencia. No hay excusa alguna para caer en los vicios, en el sexo extramarital, en la droga, en el alcohol, en el juego, en la violencia, en el odio, en el racismo, en la xenofobia, en la homosexualidad, en el lesbianismo, en el travestismo, en el bisexualismo, en la adoración a todo lo diabólico o en el tranformismo que no es lo mismo que la Transformación Cristiana. Luego van diciendo por ahí "no éramos conscientes de lo que hacíamos". También falso. Sí se es consciente siempre desde que tenemos uso de razón y todos sabemos que esos actos matan. Y matan de verdad. No es una muerte "imaginada" sino una muerte real. Con la mentira de que se evaden de los problemas, cosa que no sucede jamás a través de los vicios, se intentan autoconvencerse de que van a ser inmortales. Sigue siendo falso. La inmortalidad existe, pero no es propia de héroes de paja ni de ídolos de pies de barro. Y Mario se quedaba escuchando mientras él ya explicaba sin parar... - Entremos a tomar un café, Mario... Y entraban en la cafetería de Derecho de la Universidad Central donde ambos estudiaban para ser, de adultos, ilustres doctores en leyes humanas mientra él ya no cesaba de explicar... - La lubina blanca salta por entre las aguas mientras el aliento de azufre se extiende haciendo la pascua a las gentes del mal vivir. Vasijas rotas. Algunos que se ahorcan sin ninguna clase de sentido. Y la lubina blanca sigue saltando por entre las aguas... Un sendero luminoso que se apaga de repente y la puerta de un hogar que se hace luz devolviendo oro por plata. Sí. A veces las aguas blancas se vuelven doradas al atardecer marino. Campañas. Conciertos. Congresos. Actos públicos para vendernos ideologías extremas mientras remamos contra corriente siguiendo los saltos de la lubina blanca. La economía está surgiendo a flote mientras nos vamos al supermercado para hacer inventario de lo que podemos gastar con la tarjeta sde crédito. A falta de créditos bancarios es una excelente forma de mantenernos en forma ejercitando, como si fuésemos niños de la calle, a jugar a corderos mientras otros son los lobos. La mejor manera de salir de este enredo es tomarnos tranquilamente un café sentados en la cafeterïa del rincón de Pepe. Sí. Pepe puede ser nuestro héroe soñado, sentado en su pequeño rincón mientras bebe café en agua. Es una forma sencilla de seguir viviendo mientras otros se matan por coger un puesto en los restaurantes de lujo a donde van a comer los artistas del glamour. Glamour. Otra vez la dichosa palabra que es, simplemente, la falsa teoría de la prosperidad "caiga quien caiga"... y nosotros seguimos con nuestro café hablando de cosas tan serias como quién lleva el mejor peinado de las chavalas que pasean por las calles o quién fue aquel futbolista llamado Peporro. Sí. Mírale sentado ahí, con su compañera la soledad, mientras bebe tranquilamente su café en agua. Puede ser que Pepe sea, de verdad, un héroe humano. El camión de la basura pasa recogiendo los desperdicios. Pasean un ataúd con flores de acanto. A cal y canto cierran sus casas los del corazón de piedra. Pero él, nuestro Pepe, sigue tranquilamente esccribiendo versos mientras, en medio de su soledad, bebe tranquilamente café. Bueno. Es hora de tomar cohocolate mientra la lubina sigue saltando las aguas corriente arriba. Mírale. Mira a Pepe mientras sueña con los ojos abiertos y escribe sin cesar. Una sonrisa sale de su divino rostro y yo pienso "esto sì es en verdad un sueño hecho realidad". Extráñas paradojas excepto para los que amamos, de verdad, el cuerpo de nuestras verdaderas enamoradas. Bueno. Hora de escribir algo más profundo mientras la lubina sigue saltando hacia arriba y nosotros vamos de paseo, ahora, hacia abajo... y estoy seguro de que Pepe está escribiendo, por ejemplo, que "los personajes que más nos fascinan de la historia, real o mítica, siempre son los héroes y, sin duda, la heroicidad más gloriosa, de todas las que han existido, puedan suceder o imaginarse, es la de Dios mismo, al hacerse hombre, enfrentarse con el Diablo, el pecado y la muerte, cargando todo el mal sobre su cuerpo y alma, para liberar a la Humanidad del horror eterno de la condenación, del castigo merecido, sin tener un ápice de duda o miedo, de egoísmo o rechazo, y vencer totalmente, por puro amor. Es de éste Paladín Divino que nacen los valientes más audaces y nobles de todo el género humano". ¿Le viste? ¿Viste a Pepe escribiendo? Seguimos con nuestro paseo, Mario. Seguimos bajando, bajando, hasta llegar a la Amazonas. ¿Será que Pepe también conoce la Amazonía? Las lubinas siguen saltando hacia arriba, contra corriente, y él, ese Pepe que hemos podido hoy conocer, arrrastra con la mirada de sus ojos y nos hunde plenamente en el interior de su sombra... hasta que la luna se refleja en el contorno de su corazón. Y Mario sólo acierta a decir... - Como me llamo Mario Marino que seré un héroe marinero. Y asi fue. Su amigo Mario murió en plena juventud, recién cumplidos los veinte años de edad, cuando los estaba celebrando en su barca, junto a las Galápagos y cayó, sin ser visto por nadie, al agua poo culpa de la borrachera. Y el general cierra sus ojos para ver de nuevo a Pepe tomando café en la cafetería de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Quito mientras escribe pensamientos en una servilleta de papel. Fue cuando él se decidió por ser parte del Ejército de la República de Ecuador... y quizás lo hizo porque Pepe le había demostrado lo que era ser un verdadero soldado de la fieles palabras puestas al servicio de una causa de honor, de paz, de concordia y de plenitud humana... - ¿Se puede pasar, mi general? El general Maldonado, todavía con el reflejo de las lágrimas en sus ojos, sale de sus pensamientos, gira sobre sí mismo y ve que es el brigada Emiliano José Escribano Uribes quien ha descubierto las lágrimas en sus ojos. - Puedo volver en otro momento mejor, mi general. - ¡Hola, Emiliano José! ¡Adelante! ¡Adelante! ¡Siéntate frente a mí sin ningún temor! ¡Qizás este sea el mejor momento para hablar tú y yo! - ¿De verdad se encuentra bien, mi general? - Mejor que nunca en mi ya larga existencia, Emiliano José. El general se sienta en su cómodo sillón y le ordena al brigada que se siente en el que está frente a él. - ¿Gustas de una copa de vino? - Mi querido general... debe usted saber que yo no bebo vino salvo cuando estoy almorzando... pero puedo aceptar, a estas horas del día, un café con leche... si a usted no le molesta... El general Maldonado aprieta un botón instalado bajo el tablero de su mesa metálica de trabajo y aparece el cabo Miguel Ángel Aguilar Santillana. - ¿Me llemaba usted, mi general? - ¡Rápido! ¡Prepara y sírvenos un café con leche para el brigada Escribano y otro café con leche para mí! - ¿Algo más, mi general? - ¿Deseas algo más, Emiliano José? - No. A estas horas sólo pruebo un café con leche nada más. - ¿No quieres acompañarlo con madalenas o algo de bollería? - De verdad que no, mi general. - ¡Pues yo tampoco, porras! ¡Nada más, Miguel Ángel! El cabo sale fuera del despacho para cumplir, de inmediato, la orden de su general. - ¿Y cómo va la familia, Emiliano José? - Más o menos, mi general. - ¿Cómo es eso de más o menos, mi general? Algo no está funcionando bien en tu familia, ¿no es cierto? - En cuanto a mi suegra, mi esposa y yo, no hay problema alguno. Estamos muy bien los tres. Ni tampoco tengo problema alguno con mi hija, la mayor de los cinco, y el segundo de los varones, ese José del que tanto hemos hablado usted y yo y en el que hemos depositado, ahora, toda nuestra confianza mi esposa Rosario Isabel y yo. Pero los otros tres varones me parece que están extraviándose del todo en cuanto a las expectativas que tenía con ellos. ¡¡Me están decepcionando del todo, mi general!! - ¡Vamos, vamos, Emiliano José! ¡Tranquilízate! ¿Algo serio quizás? - Quizás sí o quizás no. Solamente Dios lo puede saber. - Cuéntame sin miedo. Algo no marcha bien... ¿verdad? - En efecto. Algo no marcha bien. De los cuatro varones, dejando aparte a mi hija que ya desde el `principio decidió no estudiar y trabaja como empleada en una perfumería, solamente el segundo, José, ha decidido llevar a acabo estudios universitarios. Los otros tres veo que son incapaces incluso de terminar la Secundaria. - ¿Y cuál es el motivo que te lleva a pensar eso? - El culpable es mi primer hijo varón, al que bauticé con el nombre de Emiliano porque creía que iba a ser el más insigne descendiente de mi estirpe. ¡Me ha defraudado totalmente! - ¿Qué ha ocurrido con ese tirillas? - Abandona los estudios por culpa de vicios como jugar al billar y al futbolín en horas de clase, irse con los amigos a beber alcohol en horas de clase, escaparse a los cines en horas de clase, dar vueltas para ver niñas en horas de clase... o sea... ¡que no quiere estudiar nada de nada! Pero lo peor no es eso. Lo peor no es que se esté dañando a sí mismo sino que está contagiando, con su pésimo ejemplo de vago, holgazán y sinvergüenza, a los dos más pequeños. José es un digno ejemplo a seguir pero lo dos pequeños, a los cuales siempre ha estado inculcándoles buenos consejos a pesar de que solamente es un joven adolescente nada más, han decidio seguir el camino equivocado de Emiliano en lugar de la senda acertada de José. ¡Me han demostrado que no tienen ni voluntad propia ni personalidad suficiente como para mandarle al carajo que es lo que ha hecho José; porque José sí que tiene esa voluntad propia que le libera de toda mala influencia aunque Emiliano sea casi dos años mayor que él. Figúrese usted que ahora está metido en una pandilla de barrio de los bajos fondos de Quito, se ha convertido en uno de los líderes más barriobajeros y chabacanos y, para colmo, ayer me vino diciendo que quiere abandonar todos los estudios porque se va a dedicar a ser boxeador después de que lo de ser torero se le quitó de la cabeza en el mismo instante en que tuvo que ponerse ante una simple vaca lechera. ¿Qué le parece a usted, mi general? - ¿Boxeador? ¿Has dicho boxeador? - Sí. Alguien de los bajos fondos le ha metido en la cabeza que será incluso mejor que lo fue un tal boxeador madrileño llamado Luis Folledo. Y el muy iluso se lo ha creído. Ya no se cree el nuevo Rodolfo Valentino sino que ahora se está creyendo hasta el nuevo Golfo Libertino. ¿Usted qué cree sobre esto de que le permita ser boxeador? - ¡No cometas ni consientas esa barbaridad mientras dependa de ti! Estamos hablando entre hombres, Emiliano José, y de hombre a hombre te digo que cuando ese engreído, fantoche, fanfarrón y pendenciero de tu hijo mayor llegue a la mayoría de edad que haga lo que le salga de los cojones... pero mientras esté bajo tu tutela paternal que se joda y se aguante. Sobre todo porque es por su bien. - Entonces... ¿le prohíbo que sea boxeador? - ¡Todo hombre cabal lo haría! Voy a explicarte algo que debes saber. La inmensa mayoría de los boxeadores que empiezan triunfando, parece que se van a labrar un espléndido futuro, una prometedora y feliz andadura por la vida... pero casi todos ellos, la inmensa mayoría de todos ellos, carecen de capacidades intelectivas suficientes. Provienen de los estratos más bajos y marginales de la sociedad y, desde el inicio de sus exitosas carreras como pugilistas, comienza para ellos un verdadero calvario. No tienen ninguna cualificación ni como personas ni como profesionales y las masas los convierten en ídolos de paja que, luego, cuando les llega la hora de las derrotas, quedan olvidados del todo, aislados de todos, marginados en su totalidad y terminan sus vidas todavía aun peor de la que vivieron al nacer. Nacidos en chabolas, en guetos, en los lugares más sórdidos y oscuros de las ciudades y los pueblos, logran momentánemanete alcanzar el estrellato pero todas sus estrellas se les vienen abajo cuando llega su decadencia física, acelerada por culpa de los golpes que han recibido a lo largo de toda sus carrera boxística y que les producen deficiencias mentales e incluso enfermedades como el alhzeimer. Nacen en el lumpenproletariado y en lugar de luchar por salir adelante se dejan arrastrar por la violencia física del boxeo para terminar como vagabundos, alcohólicos, drogadictos, viciosos del desorden sexual y de las trifulcas y peleas o, incluso, suicidándose tras vivir un verdadero infierno de violencia contra quienes están con ellos. Por eso se quedan solos, completamente solos, arrinconados en las cunetas de los caminos dela vida; tumbados para ya nuca más levantarse. - Pero... ¡eso es una verdadera tragedia humana! - ¡Inhumana, Emiliano José! ¡Inhumana!. Desde el principio están sometidos a unos representantes que les roban más de la mitad de lo que ganan y a las directrices de lo que se les antoja hacer con ellos quienes dirigen las mafias de este deporte, - ¿Mafias? ¿Ha dicho usted mafias, mi general? - He dicho mafias. Por eso casi todos los que llegaron a ser estrellas (y no digamos nada de los que no llegaron nada más que a ser teloneros) acaban cayéndose del falso cielo en donde les han dejado pertenecer durante unos pocos años. Falsas estrellas, Emilano José, falsas estrellas. ¿Sabes lo que son falsas estrellas? - ¡Trágico! ¡Verdaderamente trágico! ¡Eso es como vivir en un universo inexistente! - ¡Tú lo has dicho, querido amigo! Por eso terminan sus vidas llenos de deudas y adicciones y hay quienes sufren accidentes mortales por culpa de los automóviles, las peleas contra gentes del mal vivir y peor beber, o riñas donde siempre suele haber alguna lagarta de por medio... ¿sabes lo que es una lagarta? - Por supuesto que sé lo que es una lagarta. Y, además, también hay una lagarta metida por medio en este asunto de mi hijo Emiliano. - ¡Pues actúa de inmediato, Emiliano José! Actúa de inmediato porque quizás ese hijo tuyo se esté creyendo no ya sólo que es el nuevo Rodolfo Valentino de la sociedad mundial sino que esté ya transformándose en el nuevo Golfo Libertino de la humanidad. Si estás en tu sano juicio intenta sacarle de ese inframundo e inmundo mundo tan tétrico y oscuro donde está empezando a pertenecer. Si te digo la verdad sobre ese tal Luis Folledo, recuerdo yo que llegó a ser el boxeador español mejor pagado de su época pero terminó su vida jugando a "los chinos" en tascas de mala muerte. ¿Sabes qué significa eso? - Sí. Jugarse al azar poder o no poder comer algo cada dia... - Por eso debes actuar desde ahora mismo. - Pero si ya le he explicado la verdad de esa clase de vida pero él se empeña en ser un vividor, un mujeriego, un tipo más vago que la chaqueta de un guardia forestal... - ¿Quieres que intervenga yo para aclararle las cosas definitivamente? - Si usted quisiera echarme una mano... - ¿Cuntos años tiene? - Ya ha cumplido los 15 años de edad pero se niega a seguir estudiando y va diciendo por ahí, cuando se emborracha como un pelele sin voluntad alguna, que si pudiera se cambiaría de padre y de madre... ¡como si su madre y yo tuviésemos la culpa de que alguna chavala le haya dado calabazas!. - El asunto parece chistoso pero no tiene gracia alguna. De momento, ya que él lo prefiere de esa manera, ponle a trabajar como empleado de alguna empresa importante antes de que cumpla con la obligación de tener que hacer el Servicio Militar; porque cuando llegue al Servicio Militar ya le cogeré yo por banda y le echaré el guante encima. ¡Se va a enterar ese niñato de quién es el general Maldonado Feito. ¡Lo mismo se cree, el muy imbécil, que es el míster más guapo del Universo! - También hay mucho de eso, mi general. - ¡Pues deja que yo le ponga la mano encima porque lo que es, a mí personalmente, los que se creen los más guapos del Universo es que me la traen tan floja que les aflojo de repente, así, como si no hubiese ocurrido nada... de un solo guantazo! - No emplée la violencia contra él, mi general. -¡Que no emplée la violencia contra él sólo depende de él... porque si se me pone farruco le rompo los morros de un simple chirlazo y sanseacabó el asunto! O por las buenas o por las malas le enderezco yo a ese niñato más que al garrote de mi tío José María Maldonado Falcón que anda por allá por los montes de Cotopaxi cazando lo que puede. Porque cuando esté conmigo haciendo el Servicio Militar si no quiere aprender algo de oficina por las las buenas le pondré, por las malas, a limpiar caballos y a recoger toda la mierda que sueltan los caballos; a ver si así aprende definitivamente lo que es ser un hombre y no un bocazas fanfarrón que no tiene ni media hostia a la hora de la verdad. Si tiene tanto orgullo como para andar fanfarroneado estupideces por ahí cuando coge borracheras va a aprender... ¡vaya que si va a aprender!... a tener la humildad necesaria como para saber lo que es el orgullo sano y verdadero cuando se actúa en la vida sin jugar haciendo siempre trampas, a aprender a ganar o perder con nobleza y sanamente. Así aprenderá, cuando haya tenido que servir a los demás como un simple chico de los recados de bombonas de gas, lo que tienen que sufrir los que son solamente descargadores de mercancías en el Puerto de Guayaquil, trabajando entre mosquitos y el olor a pescado podrido pero nunca repudiendo ni a sus padres ni a sus madres. ¡No te jode el señorito ese! El general saca una tarjeta del interior de la chaqueta de su uniforme militar. - Toma, Emiliano José. Aquí te entrego una tarjeta con la dirección de la Empresa Municipal de Gas. ¡Que trabaje como rapartidor de bombonas por las calles de Quito para que sepa lo que sienten quienes no tienen otra oportunidad que ser descargadores de mercancías en los muelles del Puerto de Guayaquil. ¡Menudo imbécil! ¡A lo mejor va diciendo que todos tus amigos estamos ya muertos y no tenemos influencias en esta vida! ¡Se va a enterar bien de que estamos vivos y bien vivos por cierto! ¡Debe ser más creido que aquel Jorge Negrete que, por pensar que era el único hombre sobre la Tierra, un español le puso el ojo morado por tres meses del puñetazo que le dio en el Aeropuerto de Madrid! Tanto que estuvo pensando que en vez se llamarse Jorge Negrete se llamaba Ojo Morete porque debió de creer que era un jefe sioux por culpa de la ostia que recibió. - ¡Jajajajaja! ¡Qué buen humor tiene usted, mi general! - No. No es un chiste. Fue una gran verdad y por culpa de cinco o seis pelanduscas que se le echaron encima al bajar del avión en el Aeropueto de Madrid. Fue verdad, amigo Emiliano José... pero aprendió una lección que nunca jamás olvidó. Pues eso es lo que necesita su hijo Emiliano, querido amigo. Porque se llama Emiliano ¿no es verdad? - ¡Por supuesto que se llama Emiliano aunque aborrece tanto su nombre que se hace llamar Emilio y lo mismo hace con las personas que conoce y las cambia de nombre porque le da vergúenza de cómo se llaman y para aparentar más finura, más elegancia, mas caché, más glamour, más de todo eso de la gilipollez de aparentar ser lo que no se es!. ¿Me entiende mi general? - ¡Por supuesto que sí! ¿Y qué pasa con los dos pequeños? - ¡Falta de personalidad, mi general, falta de personalidad y de carácter propio! ¡Los tiene totalmente idiotizados hasta el punto de que abusa de ellos tanto que llega a poner en peligro la economía de ellos y hasta el futuro de ellos sin importarle ni un pimiento y sin que los dos se enteren de nada porque parece que los tiene amenazados o idiotizados como dije antes o hipnotizados del todo. Si no reaccionan, cuando sean mayores, serán solamente sus marionetas correveidiles... lo esbirros sometidos a los caprichos de Emiliano que ni sufre ni padece por ellos sino que los utiliza para hacer toda clase de trampas. Eso es lo que observo yo cuando juegan. - ¿Se dedican a seguir el camino de ese tal Emiliano que se hace pasar por Emilio sin escuchar para nada los consejos de José? - Eso es, mi general... -Comprendo. Comprendo. ¿Y tuvieron la oportunidad de ver actuar a José para poder compararlos? - Estuvieron muchos años de su infancia y su actual adolescencia, no sólo viendo cómo actuaba José sino compartiendo sus experiencias vitales con él: los juegos, la alegría, la igualdad, el desinterés, la falta de egoísmo, los valores democráticos... pero... no sé cuál será la razón... han caído del todo en las garras del déspota de Emiliano. - Entonces deje que el tiempo haga la labor de poner y colocar a cada uno en su sitio y en su lugar. Ahora, de momento, es mejor dejarles que se estrellen para que se den cuenta de lo que se han perdido por no tener la suficiente personalidad de haber seguido siendo fieles a quien les ofreció compañerismo, amistad y ese amor de hermano cristiano que hace bien a quienes le rodean. ¡Allá ellos! ¡Usted sólo limítese a pagarles los estudios hasta que ellos decidan cuándo quieren dejar de estudiar! ¡Si no llegan a cultivarse por culpa de no haber intentado ser universitarios sólo son ellos los culpables y no usted ni tampoco su hijo José! ¿Cómo actúa ese tal Emiliano cuando se encuentra frente a frente con José? - Tiembla, se pone nervioso y se le inchan las venas del cuello de la ira que le entra saber que José nunca jamás sigue su camino de perverso donjuán. En otras palabras, ya que estamos hablando de hombre a hombre, cuando José deja a un lado su calma y la paz de su espíritu y le mira de frente y sin falsedad alguna, Emiliano se caga a la pata abajo. Ante José... como sabe que José va a seguir estudiando hasta llegar a la Universidad y como sabe que a José no lo puede idiotizar ni hipnotizar de ninguna manera... se acojona del todo y busca esconderse detrás de los dos pequeños. Les he visto jugar a los cuatro juntos y sé bien lo que digo. Por eso el chulo de Emiliano no se atreve a jugar, cuando las cosas se ponen serias, directamente contra José porque sabe que, cuando José se pone serio, él pierde... y por eso hace trampas... hasta que han puesto en lucha una copa de mi propiedad... y Emiliano, al ver que José juega ahora de verdad... - ¡Cuente¡ ¡Cuente! ¡Qué interesante para saber qué clase de personalidad tiene cada uno de ellos! - Simplemente ha abandonado cuando ha hecho cálculos con frialdad y ha visto que está perdido... - ¿Es que ese Emiliano es también frío y calculador hasta cuando juega? - Pues da lástima decirlo pero es así... todo lo contrario que José que siempre juega con el calor que da la sabiduría de ganar, perder o empatar, pero sin hacer trampas. - ¡Muy curioso! ¡Muy curioso todo esto de los juegos de adolescencia para saber cómo somos cada uno de los seres humanos que nos llamamos hombres de verdad! ¿Somos todos hombres de verdad o hay muchos que solamente aparentan ser hombres de verdad? ¿Y qué hacen en este mundo de las verdades y las apariencias los que se muestran neutrales? ¡Muy bueno lo que me está usted contando, amigo Emiliano José! ¡Incluso tan bueno que debería ser muy bien estudiado por los psicólogos del futuro!. El cabo Miguel Ángel Aguilar Santillana vuelve al despacho portando la bandeja donde lleva los dos cafés con leche bien calientes y todavía humeantes. - ¡Aquí están los dos cafés con leche, mi general! - Déjalos encima de la mesa y respóndeme a una pregunta, Miguel Ángel. - ¡A sus órdenes, mi general! ¡Pregunte cuanto desee! - No es necesario que te pongas tan firme y tan tieso, Miguel Ángel. Relájate y deja de saludarme como si yo fuera un Gobernador de Indias desconocido y dando varazos justicieros a troche y moche y como me diese la gana a mí. Miguel Ángel deja de saludar y relaja todo su cuerpo. - ¿Qué desea saber de mí, mi general? -¿Tú estás estudiando en alguna Universidad? - ¡Sí, mi general! ¡Estudio a distancia en la Universidad Tecnológica de Loja que tiene Convenio con la Universidad Católica de Quito! - ¡Excelente, Miguel Ángel Aguilar Santillana! ¡Excelente! ¿Y qué quieres ser cuando acabes tus estudios una vez que hayas terminado con tu Servicio Militar? - ¡Comunicador Social!. - ¿Eso quiere decir periodista? - Sí, mi general. Eso quiere decir periodista pero mucho más que un simple redactor de noticias provenientes de Agencias ajenas. - ¡Eso es lo mismo que dice mi hijo José cuando me cuenta lo que quiere ser de mayor! - Pues si eso piensa su hijo José es que su hijo José llegará muy lejos, Emiliano. ¡Está bien, Miguel Ángel! ¡Ya puedes retirarte! - ¿Ordena alguna otra cosa, mi general? - Sí. ¿Quién es tu escritor favorito? ¿Quizás Juan Montalvo tal vez? - No. ¡Mi escritor favorito soy yo mismo, mi general! ¡No quiero matar con mi pluma a nadie en absoluto, aunque sea un dictador como lo fue Gabriel García Moreno, sino derrotar convenciendo con mis ideas a todos los que se me enfrenten! - ¡Eso es lo mismo que dice mi hijo José cuando habla de él mismo y de a qué escritor desea parecerse! Él me dijo un día: ¡Papá, vencer no es convencer violentamente, sino derrotar con el espíritu y en mi Literatura siempre brillará el Espíritu de Dios! - Pues dígale de mi parte, a su hijo José, que con esa manera y forma de escribir alcanzará la gloria de los pocos triunfadores que en las Letras han sido. Me refiero a esos que, por obligación de los demás, tienen apropiada para sí mismos las páginas de un capítulo entero en los libros escolares para que nadie los pueda olvidar. Esos escritores que no se miden por premios conseguidos sino por hazañas logradas... como sucede con los mejores soldados. ¡Eso no es ser un orgulloso como, al parecer, sucede con su hijo mayor; porque eso es tener orgullo, sano orgullo, de ser quién es, de no cambiarse de nombre ni de cambiar el nombre a nadie por problemas de complejos de personalidad, y por no renegar jamás de sus orígenes de nacimiento ni de quiénes son su padre y su madre! ¡Por eso su hijo José se merece el verdadero triunfo de los hombres que son siempre hombres de verdad! ¿Sabe usted, amigo brigada, que tiene una mirada muy franca? - ¡Es la misma mirada que tiene mi hijo José! - Pues una mirada así siempre lleva a los hombres a llegar muy lejos en la vida. - Bien. Yo sólo he podido llegar hasta brigada nada más. - ¿Desaría usted alcanzar el cargo de oficial del ejército como, por ejemplo, ser teniente? - Cuánto daría yo por poder ser teniente de caballería algún día... por supuesto que sé muy bien lo que tiene que sacrificarse,. esforzarse, estudiar y sobrepasar durezas, agobios y necesidades cuando, teniendo familia numerosa ya, uno quiere aspirar a ser oficial del ejército de su país. - ¿Usted cree en los milagros de Jesucristo, brigada Escribano? - Sí que creo en los milagros de Jesucristo, pero... - Pero usted tiene dudas porque todavía le falta la suficiente Fe. Me recuerda usted a Tomás viendo a Jesucristo sin creerlo hasta que tocó sus llagas. ¿También necesita usted, brigada Escribano, ver algo para creer definitivamente en los milagros de Jesucristo? - ¡Hombre, mi general, sólo soy un ser humano! - ¿Y qué cree usted que era Jesucristo cuando estaba en la Cruz? - Supongo que Dios... - Pues debe usted saber que, en aquellos instantes de brutal tormento e intenso dolor, era solamente un hombre nada más. La divinidad la recuperó precisamente por padecer tanta tortura solamente como hombre. ¿Recuerda que dijo lo de "Padre Mío perdónales porque no saben lo que hacen"? ¿Qué quiso decir con eso? - Sólo que creía en su Padre. - En efecto. Siendo Él también parte de la Divinidad de Dios, se hizo hombre por toda la Humanidad, y pidió al Padre que nos perdonara a todos los que sabemos arrepentirnos de verdad, porque Él no podía hacerlo ya que era un hombre. Así que muchos, en lugar de pedir perdón a quién se le ha insultado o perseguido de manera cruel e injusta, más les valiera pedir perdón a Dios antes de que se desate en sus vidas la Ira del Padre, y no tanto pedir perdón a los injuriados con la boca en vez de con el corazón. Le voy a contar algo de mi niñez, amigo Escribano, para que usted me comprenda quizás lo que deseo decirle de todo corazón. - No es necesario, mi general, le creo... - Sí es necesario contarlo porque siempre es bueno aprender algo más que salga de la rutina diaria. Escuche. Yo tengo un hermano mayor y cuando yo era solamente un niño, le apreciaba tanto que era como un ídolo para mí. Yo era su máximo seguidor y confiaba plenamente en él. Tanto es así que, como llevaba mi propio Diario, escribí lo siguiente cuando descubrí que no era lo que yo creía, que sólo era un ídolo de pies de barro, y que debía yo formarme como mi propio líder si es que alguna vez debería ser líder para alguien. Y por eso he llegado a general y soy líder de todos mis soldados. - Si no desea contármelo, me lo creo mi general... - Pero deseo contarlo. En mi Diario escribí lo siguiente. Espere un momento. Es una hoja de papel que llevo siempre en el bolsillo interior de mi chaqueta del uniforme militar. Pegada al corazón para demostrar que es totalmente sincero lo que escribí. El general saca la hoja de papel, la desdobla y lee en voz alta... - Mi mejor hermano es aquel con el que he estado peleando toda la vida. Es aquel que jugaba a vencer en todas nuestras ilusiones; aquel que capitaneaba los primeros momentos de mi infantil transición. Mi mejor hermano es aquel con el que combatía en la conquista de La Princesa y después, mi mejor hermano es aquel que un día me dijo adiós y se alistó en los ejércitos de enfrente, justo cuando más lo necesitaba en las filas de mi Poesía. Mi mejor hermano es el que traicionó toda la fe que tenía puesta en él y al que insulté porque él me insultó por causa de sueños opuestos. Pero hoy tengo/tenemos enormes deseos de encontrarnos y darnos el abrazo verdadero porque mi mejor hermano, a pesar de todo, sigue siendo él, que me enseñó a combatir abandonándome y dejándome solo contra todos los elementos y las tempestades del mal sin recibir ninguna ayuda de él... Vencedores o vencidos en las mil batallas celebradas para vivir la existencia, mi mejor hermano es el que izaba la bandera de la rebeldía cuando el mundo se convertía en un lugar infernal y el que izaba la bandera de la amistosa compañía cuando el planeta se transformaba en un lugar para las risas y me mecía en sus dulces brazos. Mi mejor hermano es Él... Me meto en el mar y, mientras mi cuerpo se refresca con las sensaciones de las olas blancas, la banana gusanera vuelve a volcar emociones de niños envueltos en el torbellino del abierto mediodía. La una con el uno, y con el uno, y con el uno y con el uno: superación de los cuatro mosqueteros de Dumas buscando aventuras con la Sirenita del Mar. Y es que en el atardecer siempre hay una niñez embarcándose en los juegos de las sonrisas celestes... Ceviche de camarón para comer mientras la bandada de gaviotas cruza una vez más por el azul espacio de las fantasías y el hoby de todos los días aparece de nuevo en este intenso despertar. Pasan una vez más las gaviotas... pasan una vez más los recuerdos y mi juventud se me torna en tarde playera de la mar menor. Mangos para bien cenar... Las gaviotas padres y las gaviotas madres enseñan a las gaviotas hijos e hijas a volar en busca de pescados para alimentarse y cada una de ellas hace hermoso el paisaje que vive de nostalgias. Así, de esta manera, cualquier paisaje es digno de ser soñado. Sueña, lucha y persevera con el afán de todas tus búsquedas alineadas en forma de bandadas de gaviotas en el atardecer. El Sol se oculta, rojo, tras la montaña. Mi mejor hermano está al otro lado del mar durmiendo, anónimo, mezclado y tirado en el suelo con otros miles de ciudadanos en la gran capital... Mi mejor Hermano eres tú". - Su hermano mayor estará muy orgulloso de usted, mi general. - Te equivocas, amigo Emiliano José, te equivocas. Mi hermano mayor no siente ninguna clase de sentimiento ni de amor hacia mí... pero resulta que, desde muy niño, yo ya sabía de sus desprecios y dejé de creer que él era mi héroe. Lo descubrí una tarde que volvía yo de haber pasado mis vacaciones sin la compañía de él; así que me di cuenta de que mi mejor Hermano es Jesucristo y, gracias a eso, he conseguido ser mi propio héroe, mi propio líder, mi propio sueño... y por eso logré ser un general para quienes confían en mí. Gracias a Jesucristo, amigo Emiliano José. Gracias a Jesucristo supe la falsedad de mi mejor hermano y la Verdad de que Jesucristo nunca traiciona. ¿Comprende todo lo que he querido expresar en esta hoja escrita en un acto de sinceridad absoluta? - Estoy comprendiendo, mi general... - Pues para que usted crea en los milagros de Jesucristo, si usted lo desea de verdad, llegará a ser teniente de caballería... porque ha llevado usted una vida muy dura y muy sacrificada y, mire por donde, hay una plaza vacante desde que algún otro teniente tiene que ascender para ocupar el lugar del ex capitán Atienza y usted, por milagro de Dios, podría ser el brigada que tiene que ascender para ocupar el lugar de ese teniente. Asi que dejemos que Dios actúe, en nombre de Jesucristo y que sea lo que diga el Espíritu Santo. Ahora vamos al asunto por el que le he hecho llamar a mi presencia. - Usted dirá para qué le sirvo yo ahora... - Para mucho más de lo que usted cree, brigada Escribano. Ya lo verá por sí mismo. Pero en estos instantes bebamos tranquilamente nuestros cafés con leche. Pensemos que no ha pasado nada... ni que tan siquiera ha pasado la vida... y bebamos el café con leche recordándonos tal como éramos. ¿Cómo fue su juventud, Escribano? - Qizás me tilde usted de vanidoso o soberbio pero no es nada de eso. Tengo que hacerle saber que amo decirlo. Amo mi enhebrada juventud de los bohemios que es, en sí misma, una Transformación de toda mi Edad: un periplo necesario para sentirse nuevamente como aquel día que, sentados sobre la arena de la caliente playa, miro a sus ojos de mujer, miro con sus ojos de mujer, miro a través de su ojos de mujer... y descubro una promesa fehaciente de que algún día sería mía la ocasión de amarla! Cada uno tiene su propia identidad con alguna de ellas; cada uno tiene a su derecha la ocasión de asirla, mano con mano, anillo con anillo, hombre con mujer... y así, en medio del delirio de toda nuestra plena juventud, enhebramos la cadena de todos nuestros acontecimientos y realizamos el ejercicio de amarla con toda la intensidad de nuestra Memoria: el ejercicio individual de volver a conquistarla cada vez que llega el interludio de la floración. Y usted, general Maldonado, ¿cómo vivió usted su juventud? - Se lo voy a contar con la misma sinceridad que usted me lo ha contado a mí, amigo y compañero.La maravillosa y más bella palabra tardaba en surgir. En un guión de sorprendentes propuestas alimentadas por el entusiasmo, una tras otra, se agolpaban con jolgorio en el pórtico de la memoria con sus brillantes presentaciones dirigidas a la inefable apuesta sensorial de ocupar lo más alto del escalafón dialéctico; pero ninguna de ellas obtenía el galardón definitivo. Entrenadas para una larga duración en el sentimiento, me llegaban de súbito retorno, como oleajes de sinfónica consistencia. Todas ellas silbaban su sonora canción en el repaso resumido de los duelos interpretativos... Miles de palabras me llegaron de la tiernísima infancia. Alegres, saltarinas, como felices torbellinos arremolinándose en los brazos amorosos de la maternal conciencia, ellas afloraban en el lúdico paisaje de la memoria inicial. Miles de palabras infantiles, blancas, coronando superficies de floridos campos semánticos y léxicos ingenuos. Juguetonas de por sí y consigo mismas, saltaban de un lugar a otro de mi discurso, como pompas de múltiples colores festoneadas por la incesante alegría de su presencia. Palabras dulces, tiernas, locuaces por su perspicacia e ingenuidad, diluidas en el éter de las sensaciones al calor de la nostalgia. Eran construcciones de castillos pirotécnicos donde las luminarias incandescentes de sus sonoros trinos repercutían su presencia en el ánimo riente del pleamar de las primaveras. Miles de palabras me llegaron de la dorada y esplendorosa juventud. Calientes, combativas, combatientes, expresivas, llenas de ardoroso vigor y de ardiente sangre y fuego en sus barricadas envolventes; plenas de amor y de sueños incendiarios, todas ellas me deslumbraban con su calorífico festival del estío interpretativamente jovial. Palabras sonoras, llenas de entusiasmo y furia, interesadas por el saber y el conocer de las magias y el ferviente multiplicador de sus ubérrimas expresividades. Eran percepciones musicales sanas y saludables, desmedidas a veces pero siempre vivas, enormes en sus extensivos gestos y con una provocadora insistencia por hacerse notar presentes todavía; con la saludable ansiedad del querer y del amar las playas costeras de la vida. Miles de palabras me llegaron de la prolífica madurez pacífica y envolvente. Palabras pausadas, consecuentes, confeccionadas con el terciopelo de las rosas almibaradas con acentos de palomas hogareñas viviendo en jardines otoñales mientras las girándulas del tiempo vadean los riachuelos de la consistencia de la gravedad lingüística. Palabras que flotaban en el ámbito remansadamente sereno de la meditación entreabierta bajo el pórtico del reflujo de las emociones. Miles de palabras latiendo en el atardecido corazón. Y llegó de pronto la noche. Y en medio del crepúsculo combativo quedó enmarcado un preámbulo de silencios. No aparecía la más bella palabra de toda mi existencia, la más significativa, la más intemporal, la más motivadora. Y ahora, cuando todavía presiento que quizás esté aún lejana la hora de mi adiós definitivo, ¡cuánto me encantaría que la más bella palabra de mi existencia fuese precisamente la última!. Dios mío, que esa mi última palabra sea síntesis vital de la pasión y la calma, resumen bello y sincero de la expresividad elevada a su máxima potencia. Que la exprese al lado de ese ser sensible que sienta necesidad de escucharla o que de tan hermosa y bella que se presente no sea tan siquiera posible decirla y sólo consista en poderla sentir honda y profundamente. Que mi más bella y última palabra se refleje en el mil centelleo de los palpitares de la noche estrellada y que sea, solamente, el pálpito infinito y eterno de la existencia del corazón humano. El brigada Escribano solamente guardó silencio al ver surgir, de nuevo, unas lágrimas en los ojos del general Madonado. - Ahora coja mi block de notas y un bolígrafo de la mesa, pero por favor que no sea de tinta negra sino de tinta celeste. - ¿Por qué de tinta celeste y no negra? - La tinta negra la dejo para quienes desean morir escribiendo cosas para la Muerte. Yo no. Yo sólo escribo cosas para la Luz Celeste... ¿me entiende? - ¿Luz Celeste? ¿Ha dicho usted Luz Celeste? - Sí. He dicho Luz Celeste... - ¡Es que parece hasta un nombre de mujer! - Sí. Eso parece. Pero de mujer dulce... de mujer con luz... de mujer para la vida... - ¡Caramba, mi general es usted hasta un verdadero poeta! - En mis tiempos libres escribo un poco de todo lo que se me viene a la memoria. - ¿Y tiene usted tiempo para hacer todo eso? - El tiempo no es una medida de cantidad, como dicen alguno, brigada Escribano, sino más bien de intensidad de vida. Y yo tengo una vida muy intensa. Ambos hombres terminan de beberse sus cafés con leche. - Ahora vamos con el asunto por el cual le he llamado a mi despacho. Coja ya el block y el bolígrafo de tinta celeste porque le voy a dictar un Comunicado Oficial al Presidente de la República. - ¡Atiza! ¿Algún asunto grave? - Un asunto que puede ser grave si no intervengo yo enviando ungentemente un Comunicado Oficial al Presidente; así que vaya anotando lo que le dicto. El brigada Escribano está ya preparado para escribir... - Estimado Señor Don Diego Fernando Del Castillo Benalcázar, Presidente de la República de Ecuador: Yo, el Señor Don Armando Felicísimo Maldonado Feito, General en Jefe de los Comandos del Ejército de Ecuador, le comunico y le doy a conocer que los rumores que circulan sobre cierta señorita española, en las cercanías de la ciudad de Coca, son totalmente falsos, sin base ni fundamento alguno, que no tienen otro destino que socavar las estructuras de nuestros Ejércitos y acabar con la gloria de los mismos. Han sido propalados por uno de mis soldados llamado Antonio David Tapias Paredes, conocido en el mundo del hampa como "El Gordo Tripero", y están circulando bajo la categoría de chismes, siendo su origen este soldado a quien tenía elegido entre los componentes del Servicio de Inteligencia MIlitar, SIM. Está demostrado fehacientemente que son falsedades y mentiras. Lo sucedido se resume en que dicha señorita española, llamada Carmen Vergara Ordóñez, de tan sólo 16 años de edad, se encontraba en el lugar más inadecuado y en el momento más inoportuno. Según comunicó la citada señorita española, no sabe cómo ni por qué se encontraba allí pero declaró que no había sufrido ninguna violación sexual, psicológica ni de cualquier otra naturaleza. Esta señorita viaja ya con rumbo a España y vuelve a España tan virgen como llegó a Ecuador. - ¡Mi general! ¿Hasta esos extremos llega la envidia de algunos? - Si, amigo Escribano, hasta esos extremos llega la envidia de alguno pero la cuestión, dejando ya de lado lo de la señorita española, tiene mucha mayor importancia. Así que siga anotando... - ¡Menudo follón debe haber por medio! El general Maldonado se limita solamente a dictar... - Para erradicar por completo todo brote de corrupción en el Ejército de Ecuador, acabo de dar de baja de nuestro Ejército al capitán Alvaro Agustín Atienza Buendía y Vásconez, al cual he pasado a la categoría de Clases Pasivas para que trabaje , los últimos tres años laborales que le faltan para su jubilación definitiva, en el Ilustre Municipio de Quito, Departamento de Empadronamiento y Sección de Estadísticas. En este sentido, voy a dar la orden de arresto domiciliario contra el comandante Vinicio Patricio Valdenebros Ríos, el mismo que era el cabecilla de toda la organización mafiosa que introducía los cohechos, las coimas y toda clase de corrupción en mis Comandos y, al mismo tiempo, he mandado la búsqueda y captura, para encarcelarlos de por vida, a los individuos conocidos como Juan Carlos Varona Bravo, alias "La Didí" y José Alí Cordón Habibi el-Mokarra, alias "El Moracho" que son los cabecillas de toda la corrupción que existe en nuestro país. A ellos se les unirá, en la misma celda, el ya citado soldado Antonio David Tapias Paredes, alias "El Gordo Tripero". -Ya está, mi general... muy bien hecho por parte de usted... - Espere, brigada Escribano, porque falta la parte positiva del Comunicado. - ¡Menos mal que hay una parte positiva! - Siga escribiendo. - Sigo escribiendo hasta que no ordene usted lo contrario, mi general. - Aprovechando la ocasión le hago saber, señor Presidente de la República de Ecuador, que debido a su heroísmo, tanto en el área de lo militar como en el área de lo civil, en estos momento asciendo al brigada Señor Don Emiliano José Escribano Uribes a la categoría de teniente y pido a usted que le sean concedidas la Medalla al Mérito Militar y la Medalla al Mérito Civil. Respetuosamente, el General en Jefe de los Comandos del Ejército Ecuatoriano, Señor Don Armando Felicísimo Maldonado Feito. Espero, urgentemente, su opiníón sobre todos estos asuntos, en este mismo día. Los ojos del ya nombrado teniente Escribano se llenan de lágrimas. - Llore usted cuanto desee, porque de hombres valientes y sinceros es saber llorar cuando las circunstancias lo requieren y no como esos tipos duros, simples corruptos nada más, que no lloran ni aun cuando se les muere su abuela, su padre o su madre, por ejemplo, y por no decir cosas aún más duras. - Muchas gracias, mi general. - ¡Nada de muchas gracias, mi general! Yo no he hecho absolutamente nada en este asunto que usted se merece por sus propios esfuerzos y gracias a Dios. Dios ha querido que todos estos sucesos ocurrieran precisamente para darle a usted lo que bien se merece. ¿Existen o no existen los milagros de Jesucristo? - Totalmente convencido ya de que sí existen. - Pues dele usted las gracias a Jesucristo y la acción directa del Espíritu Santo. - ¡Es usted un verdadero cristiano, mi general! - ¡Por supuesto que lo soy desde que nací en el vientre de mi querida madre! Sé que hay en este mundo algunos incultos, ignorantes, patanes y hasta cretinos, que intentan burlarse de mí llamándome el feíto general poeta y que no tengo pantalones... pero ahora han llegado sus horas a cada uno de ellos y comprobarán que siempre los he tenido y muy bien puestos en su lugar adecuado. A mí nunca jamás se me han caído los pantalones ante cualquier hombre y mujer y ahora se van a enterar de verdad y de una vez por todas. Voy a acabar con todos ellos antes de que todos ellos intenten acabar conmigo. - ¡Hasta dónde llega la imbecilidad humana! - ¡No lo sabe usted bien, teniente Escibano, y le llamo teniente porque desde ahora mismo, como dijo Jesucristo al ladrón arrepentido, es usted ya mi teniente antes incluso de que sea nombrado de manera oficial! Sepa usted que no ha habido jamás ningún país que se haya desarrollado en todos los órdenes de la vida sin antes haberse desarrollado culturalmente. ¡Y eso es lo que necesita nuestra patria!. Yo me encargaré de aniquilar de los estratos sociales a todos los incultos... porque debe saber que nuestro país, desde su misma independencia, es casa de unos pocos oligarcas y unos muchos delincuentes. Pues bien, las cosas van a cambiar totalmente y, para ello, los que estamos en la cúspide pública y privada somos los primeros que debemos dar ejemplo para poder cambiar a todo el pueblo ecuatoriano y poner a nuestra nación a la altura de las naciones más desarrolladas del planeta. - ¿Y cómo va a conseguir todo eso, mi general? - Tiempo al tiempo, amigo y compañero. Por lo pronto lo que voy a ordenar es que todos los oficiales, suboficiales y tropas que están bajo mi mando, van a tener la obligación de acudir a talleres culturales, de todo tipo de Cultura necesaria para ser hombres de verdad, de una duración de tres meses completos por cada año de servicio militar. ¡O acabo yo con toda la inmundicia de la corrupción de este país o muero en el intento pero vaya que sí se van a enterar que tengo los pantalones bien puestos. Ahora llegó la hora de darles en los morros y hacerles entrar por el aro porque si antes me los pasaba a todos por las narices ahora me los voy a pasar por la piedra! Salga, rápidamente, a la Sala de Computadoras y envíe este Comunicado Oficial mientras espero la respuesta tranquilamente sentado porque yo, al menos yo, tengo la conciencia bien tranquila y no ellos. El ya recién nombrado teniente de caballería, se marcha del despacho privado del general para cumplir la orden; mientras Armando Felicísimo queda pensativo y esperando la contestación en la pantalla de su computadora. Piensa... - La Justicia sólo es justa cuando equivale a Liberación a través de lo que es legal y en contra de lo que es ilegal. De repente mira el mensaje que aparece en su computadora... - ¡Okey, mi general, okey! ¡Aquí el Presidente de la República! ¡Adelante! ¡Cumpla con todo lo que ha dicho porque tiene usted mi total y absoluto respaldo.
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