Luz Celeste (Novela - Cómic - Guión Cine) -57-
Publicado en Sep 02, 2012
En el avión de Iberia, que vuela hacia Madrid procedente de Quito, Carmen está conversando con un escritor español llamado Andrés Castillo Martín.
- ¿De dónde es usted, Don Andrés? - De Badajoz, pero vivo en Madrid y me considero madrileño porque me he criado en el barrio del Retiro-Mediodia de la capital española. Yo siempre digo que soy un madrileño nacido en Badajoz. - ¿Y todos los escritores dicen la verdad en sus textos literarios? - Por supuesto que sí. ¿Pero qué es la verdad para usted, señorita Carmen? - Para mí la verdad es todo aquello que se consigue conquistar. - Pues esa es la misma verdad para los escritores. Todo lo que conseguimos conquistar de la manera que pensamos, sentimos y decidimos hacerlo. - Eso es laberíntico, Don Andrés. - Es que toda la Literatura es un laberinto de realidades ciertas e imaginarias pero siempre pertenecientes a la verdad del escritor y a la verdad de quienes leen lo que escribe el escritor... que pueden ser las mismas verdades, con lo cual se homogeneiza el texto, o pueden ser diferentes, con lo cual se fragmenta el texto en tantas verdades como cada ser humano considera interesante para pensar, sentir y decidir que es la verdad que sueña. Y la verdad que se sueña es mucho más verdadera que la verdad que solamente se vive. - ¿Como si al escribir el autor estuviera creando siempre El Laberinto de Creta? - Así es, Carmen. Todos los escritores somos, en el fondo de nuestra inspiración, tal como Teseo; y siempre hay una musa como Ariadna que nos ayuda a salir del laberinto gracias a ese hilo de fantasía que siempre es necesario para salir triunfador de nuestras apuestas existenciales. - ¿Qué son sus apuestas existenciales? - La eternidad de nosotros mismos junto con nuestras musas. Gracias a dicha eternidad podemos crear Literatura. No es necesario construcciones de textos muy sofisticados o escritos con la alta tecnología buscando la perfección lingüística. Esos escritos nunca llegan a alcanzar la gloria. Las mejores novelas, por citar sólo un género de la Literatura, se escriben como algo intrincado pero no complicado. - ¿Cuál es la diferencia entre intrincado y complicado? - Para entender esto hay que dejar de ser académico puro. El academicismo está bien para ciertas dosis de presentación literaria pero el academicismo a ultranza es frío, distante, lejano del sentimiento profundo de los lectores y las lectoras. Por eso los académicos sólo afirman que intrincado y complicado es lo mismo... y, sin embargo, no lo es. Intrincado es aquello que tiene tanta dosis de interés que es como una intriga que hay que llegar a descubrir, mientras que complicado es lo que no se entiende. Supongamos que está usted leyendo un pasaje de la Sagrada Biblia Cristiana. Ese pasaje siempre es intrincado por lo interesante que resulta descubrir la gran cantidad de cuestiones interesantes que se pueden sacar del contexto cristiano. Eso sucede también con las grandes novelas, las novelas sobresalientes, las novelas escritas con un espíritu similar o igual que el espíritu cristiano. ¿Ha comprendido ya la enorme diferencia que hay entre ambas palabras y que los académicos puros no consiguen entender porque les falta esa fe que sale de lo cristiano y se implica en la vida de las personas como parte esencial de la existencia de dichas personas? - ¿Eso es real o sólo es imaginación suya? - Eso es la Verdad. - Entonces, como dice cierto chaval que yo conozco, Dulcinea es la más bella y hermosa chavala de los dos Siglos de Oro de la Literatura Española? - Totalmente cierto. Sólo lo descubrió Miguel de Cervantes y Saavedra a través de Don Qujote y lo hizo conocer al mundo entero. Sólo los que de verdad saben amar aprenden que Dulcinea es bellísima, siempre joven y la más agradable de las chavalas literarias a escala universal. - Entonces... estoy pensando... - ¿Algo interesante? - Muy interesante; porque resulta que Jota Jota es Don Quijote y Dulcinea debe ser Ella, la bellísima nativa que se lo llevó. - No sé de quiénes me está usted hablando, señorita. - No importa. Están ya muy lejos de aquí. - ¿Se encuentra bien, Carmen? - No. No me encuentro bien. Pero he aprendido que perder una sola vez es mucho más edificante y se aprende más sabiduría que vencer un millón de veces. - ¿No le parece demasiado exagerado afirma tal cosa? - Aprendí de Él que no. Que no es nada exagerado decir eso porque es muy verídico. Y estoy dándome cuenta de que lo importante no es lo que muchos dicen que es la verdad y se equivocan porque lo importante es ser creíble. Todo lo que es creíble es la verdad de lo que escriben los escritores, y hasta los periodistas, cuando lo hacen sin interés alguno nada más que decir qué son, qué buscan, dónde quieren llegar en sus sentimientos. Todo eso es la verdad de ellos... los que son diferentes... - ¿Ha conocido usted a alguien así? - Sí. A ese tal Jota Jota y la enigmática y bellísima salvaje que se lo llevó. - Eso es tema para escribir una historia completa. - Yo digo que es mejor que eso. Es una verdadera aventura para saberla vivir. - Le tengo algo que decir, Carmen. La verdadera aventura del vivir no es aquella en que se sabe vivir sino aquella que se vive de tal manera que no nos deja vivir pero jamás nos deja morir. - ¡Eso es imposible del todo porque es una contradicción, Don Andrés! - ¿Cuántos años tiene usted, señorita? - He cumplido los 16. - ¿Y qué puede saber alguien tan joven sobre lo que es una contradicción y qué significa, en realidad, lo que es una contradicción? - Una contradicción es lo que no es posible que sea real si no es real. - ¿Sabe usted quien fue Blaise Pascal? - Por supuesto que sí. Un sabio francés del siglo XVII. - Pues ese tal Blaise Pascal dejó escrito que ni la contradicción es indicio de falsedad ni la falta de contradicción es indicio de verdad. ¿Qué opina de eso, jovencita? - Que tengo mucho que aprender todavía. - Pues le informo que escribió eso porque Blaise Pascal era un cristiano verdadero. - ¿Me podría usted demostrar que eso puede ser verdad? - Mire usted, jovencita, por la ventanilla. - ¿Y eso que veo es una demostración? - Pues sí... porque si observa usted bien por la ventanilla verá que estamos por encima de las nubes cuando, en realidad, siempre se vive, en estado normal, debajo de las nubes. Es una contradicción estar viviendo sobre las nubes cuando en condiciones normales siempre sólo se puede vivir bajo las nubes. Ambas cosas son reales y verdaderas aunque lo podemos considerar una contradicción. No deseo hablarle más de esto porque lo tengo prohibido. - ¿A qué prohibición se refiere usted, Don Andrés? - A lo que se llama amor cuando el amor es noble de verdad. ¡Es una contradicción decir que el amor debe ser libre porque el amor siempre nos ata para darnos la liberación! ¿Se da cuenta de la enorme diferencia que existe entre ambas clases de amor? Como yo he sido incapaz de entenderlo ya a mi mucha edad es por lo que me prohíbo, a mí mismo, hablar más de este asunto. Quizás ese tal Jota Jota que usted conoce sea uno de los que lo comprendieron desde el mismo momento en que nació. Yo me prohíbo más hablar de esta contradicción verdadera porque siempre hay una línea que los verdaderos hombres no debemos rebasar pero yo la rebasé muchas veces. ¿Quiere usted, jovencita, que la invite a beber algo? - Sí. Invíteme usted, Don Andrés, a beber algo para olvidar. - Te invito a lo que quieras beber pero bebiendo no vas a olvidar nunca, jamás, ni aunque te digan lo contrario un millón de personas, absolutamente nada. - Pues eso lo dicen millones de personas... -Eso lo dicen millones de gentes que no es lo mismo... porque los que son solamente gentes no tienen conocimiento exacto de las verdades y olvidan que los recuerdos jamás se nos olvidan. Ese tipo de bebidas que dicen que sirven para olvidar sólo sirven para todo lo contrario. Para no poder jamás olvidar en ningún momento. Por eso son sólo gentes y no personas. Yo he sido, por muchos años, solamente gente... hasta que me he dado cuenta de que es una contradicción tan enorme que me he convertido en persona... - Entonces, si tan cierto es todo esto, invíteme solamente a una coca cola. - Y después de tomarla le aconsejo que duerma. - ¿Dormir? ¡Estoy agotada pero no puedo dormir! - Entonces cierre los ojos y piense que está dormida; porque eso también es dormir. - ¿Sabe lo que estoy pensando? - Si me lo cuenta se atreve usted a que lo sepa. - Ya no me importa que lo sepan los demás. Yo amaba de verdad a Jota Jota...
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