El Conejo de Alicia - Acto Primero - (A García) TEATRO.
Publicado en Sep 03, 2012
ACTO SEGUNDO
El mismo escenario. Elisa.- ¡Ya he conseguido librarme del dichoso conejo blanco! Rosa.- ¿Qué barbaridad has hecho con el pobre animal? Elisa.- Lo acabo de meter en el horno. Rosa.- ¡Dios mío! ¿No se te habrá ocurrido encender el horno? Elisa.- No. Solamente lo he dejado envuelto por completo en papel de aluminio. Rosa.- ¿Pero no te das cuenta de que se puede asfixiar? Elisa.- ¡Así aprenderá a no morder más las manos ajenas! Rosa.- Recuerdo que cuando yo era pequeña... Elisa.- ¿No nos irás ahora a contar una tragedia de conejos? Rosa.- ¡Pues sí! ¡Mi abuela les daba detrás de las orejas y los dejaba secos del todo! Elisa.- ¡Me has dado una genial idea! Rosa.- ¡Ni se te ocurra hacer eso con el Conejo de Alicia! Mamen está seria y preocupada... Mamen.- ¡Lo más difícil viene ahora! Elisa.- Para mí lo más difícil era librarme de él. Algo así como lo sucedido contigo respecto a tu ya ex novio Pedro. Porque el dichoso conejo blanco y Pedro son iguales de pesados e insoportables. Mamen.- Hablo en serio, Elisa... Rosa.- ¡Para liberarnos del conejo no tenemos más que cargárnoslo como hacía tu abuela! Mamen.- ¡Que os digo que la cosa es mucho más seria que cargarse a ese conejo! ¿No os dáis cuenta de que pertenece al Patrimonio de la Humanidad? Elisa.- ¿Es verdad eso? Mamen.- Más verdadero que el hipócrita de mi ex novio Pedro. Rosa.- Perfecto. Si ese conejo es Patrimonio de la Humanidad sólo tenemos que entregarlo a una Casa de Beneficiencia y ya hemos cumplido con un acto heroico. Mamen.- ¡Ese conejo pertenece a Inglaterra y no digas más tonterías! ¿No ves que si lo entregamos a una Casa de Beneficiencia se lo comen los pobres que acuden allí a comer lo que les sirvan sin rechistar tan siquiera? Elisa.- ¡Entonces qué hacemos con el dichoso conejo blanco! ¡Lo que es yo ya no vuelvo a cargar con el mochuelo! Mamen se levanta de su litera que es la más alta de todas y se pone a dar vueltas por la Sala que sigue siendo un caos de muebles y artilugios de todo tipo. Mamen.- ¡Lo más difícil es poder entregárselo a los ingleses sin que se produzca tal escándalo que nos declaren la Guerra! ¡Si una vez tuvimos un Guerra contra Portugal por culpa de unas simples naranjas... imaginad la que se puede armar por culpa de un conejo de 125 pulgadas! Elisa.- ¿Y si se lo entregamos a ese tal Mister Palmolive, que vive en el Quinto D, y que parece muy enamorado de ti? Rosa.- No es mala idea. Como es inglés no habrá problema en regalárselo sin que se produzca una Guerra entre Inglaterra y España. Así de paso le das una oportunidad para salir a pasear contigo, ya que se debe haber enterado de que Pedro ya es tu ex novio, por las orillas del Manzanares creyendo que tú le vas a ofrecer una manzana... ¡porque mira que pasa hambre el pobre, que me parece que sólo come los fines de semana cuando le visita su querida, la de la carnicería que le trae chuletas de cerdo, que me he enterado porque me lo ha contado la cotilla de nuestra portera. Elisa.- ¡A ese cerdo, jamás! Rosa.- Es sólo un decir, Elisa. Yo creo que la que tiene que decidirlo es Mamen y no tú. Elisa.- Pero Mamen no puede decidir ahora nada sobre posibles noviazgos por el trauma que le ha producido la ruptura con Pedro y hay que ayudarla a salir de ese agobio tan estresante como es quedarse compuesta y sin novio. Rosa.- ¿Y qué tiene de interesante ese cerdo de Palmolive? Elisa.- Que su apellido significa palmo vivo. Mamen.- ¡¡Antes muerta!! Si he dejado al vivo de Pedro no quiero que entre en mi corazón otro tan vivo o más vivo que Pedro. Elisa.- ¿Entonces a quien regalamos el Conejo de Alicia? Mamen.- A la Sociedad Protectora de Animales no... porque entonces se arma la de Troya. Rosa.- ¡Basta ya de historias para no dormir que sólo son las diez de la mañana y necesitamos tomar ya el café! ¡Hay que solucionar el asunto del Conejo de Alicia de manera más diplomática! Mamen.- Se me ocurre entregarlo en la Embajada de Inglaterra en Madrid y que se lo reenvíen a David Cameron dentro de la valija diplomática. Rosa.- Eso me parece bastante diplomático pero imposible de llevar a cabo. Mamen.- ¿Por qué es imposible de llevarlo a cabo? Elisa.- Porque está en el Paseo de la Castellana, número 249... y en el trayecto tan largo que hay desde Lavapiés hasta allí, hablando de cabos, nos puede detener un cabo de la Guardia Civil, por llevar un bulto sospechoso en brazos... ¿y cómo le explicamos a dicho cabo todo, de cabo a rabo, para convencerle de que no tenemos la culpa de nada en todo este extraño asunto? ¿Cómo le explicamos al señor cabo la manera en que llegó el Conejo de Alicia a nuestro piso de tal manera que no nos acuse de atentar a las Letras?. Mamen vuelve a dar vueltas otra vez pensativa... Mamen.- Se me ocurre otra idea. Elisa.- Que sea una buena idea... pero yo no cargo otra vez con el mochuelo. Rosa.- ¿Es que también se ha metido aquí un mochuelo? Elisa.- No me extrañaría que fuese verdad. Seguro que está dentro del armario ropero. Rosa.- ¡Como ese mochuelo se haya hecho sus necesidades sobre mi precioso vestido amarillo, que es el único que tengo para cuando salgo a ligar chavales, le retuerzo el cuello! Elisa.- ¡Sin violencia, por favor, para que no corra la sangre y nos ensucie los vestidos de Mamen y de mí! Mamen.- ¿Podéis dejar de decir tonterías y escuchar mi nueva idea? Elisa.- ¡Vamos a ver que nos propone ahora la intelectual del grupo! Mamen.- ¡Sin ironías, Elisa, o cojo al conejo blanco y te lo empaqueto por veinticuatro horas más! Rosa.- ¡Horror! ¡Un día entero con ese pesado conejo blanco en brazos! ¡Retira lo de la intelectual del grupo que te veo y no te veo, Elisa! Mamen.- ¿Estás insinuando que soy una ignorante? Rosa.- No es eso, Mamen... que no quiero discutir como si fuésemos dos locas... así que dinos tu genial idea para deshacernos del Conejo de Alicia. Mamen.- ¡Muy sencillo! ¡Lo dejamos en la Oficina de Objeto Perdidos del Paseo Molino, números 7 y 9, en el Distrito de Legazpi/Arganzuela! ¡Está mucho más cerca de aquí que el Paseo de la Castellana y tendremos más oportunidad de que la Guardia Civil no nos detenga por llevar un bulto sospechoso! Elisa.- ¡Brillante idea! ¡Una idea más brillante incluso que el papel de aluminio con que he envuelto al conejo que está dentro de horno! Rosa.- Pero Mamen se olvida de algo muy importante que hace imposible esa solución. Elisa.- ¿Otra vez con que es imposible? ¿Por qué es imposible? ¡Necesitamos una explciación, Rosa! Mamen.- ¡Es que se cree la más lista de las tres! Rosa.- No seré la más lista de las tres pero yo no he tenido que soportar a ningún tipo tan pelandusco como tú tuviste que soportar a ese tal Pedro. Mamen.- ¡Vamos a dejar ya el asunto de Pedro y deja de tirar pedradas contra mi reputación de chica avispada! Elisa.- ¡Que nadie abra la ventana, por favor, a ver si además de tener que soportar al conejo blanco se nos va a entrar en el piso alguna que otra avispa, porque está visto que aquí entra toda clase de animales sin alas o con alas! Mamen.- ¿Alas? ¿Has dicho alas? Rosa.- Ha dicho alas pero lo mismo pudo haber dicho con rabo o sin rabo. Mamen.- ¡Nada de abrir la ventana entonces y ahora explícame por qué no es posible dejar al dichoso conejo blanco en la Oficina de Objetos Perdidos! Rosa.- Por una cuestión bien sencilla. Para dejar un objeto en dicha Oficina hay que rellenar un formulario en el que te piden y te exijen, para no tacharte de ladrona, cuáles son tus nombres y apellidos, dónde vives, cuál es el número de tu teléfono, dónde has encontrado al conejo, en qué estado se encontraba el conejo, por qué has tardado tanto en declarar que tienes un conejo ajeno en tu piso, etcétera, etcétera y etcétera más otro etcétera que no recuerdo cuál es. Elisa.- El etcétera que no recuerdas es qué edad tiene el conejo blanco. Mamen.- ¡Dios mío, estamos otra vez igual de perdidas! ¿Cómo le explicamos al de la Oficina de Objetos Perdidos que este conejo blanco tiene ya 147 años a pesar de lo lustroso que se le ve? Mamen vuelve a dar vueltas, pensativa, por la caótica sala. Elisa.- Bueno... tan lustroso ya no está... porque como el horno está lleno de grasas de todos los mejunjes que cocemos en él... ¡estoy segura de que algún lamparón tienen en el hocico!... porque precisamente el hocico no lo he envuelto en papel de alumino para que pueda respirar el pobre conejo y no le entre asma. Mamen.- ¿Has dicho asma? Rosa.- Yo he escuchado asma. Mamen.- ¡Pues como le haya entrado un ataque de asma al conejo nos la cargamos de verdad como se enteren los ingleses! Rosa.- ¡Yo no he sido! ¡¡Yo no he sido!! ¡¡¡Yo no he sido!!! Elisa.- A ver si por mi culpa se va a armar la de San Quintín. Rosa.- ¡Habrás querido decir la Batalla de Lepanto! Elisa.- En este caso da lo mismo Quintín que Lepanto porque tanto monta monta tanto. Mamen.- ¡La que se va a armar es la Batalla de Trafalgar! Rosa.- ¡Yo de verdad que estoy asustada! Mamen.- ¡Pues cuando te asustes no chillles de esa manera que se entera la portera! Rosa.- ¿La cotilla de la portera? Elisa.- Y como se entere la portera en menos que canta el gallo se entera toda el barrio y, acto seguido, se entera todo Madrid... porque el cotilleo es una cosa muy viciosa pero real. Rosa.- ¡Nada de gallos en este piso! ¡Nada de gallos porque viene otra vez la pelea por ver cuál de nosotras se queda con él! ¡Que la Navidad se acerca y como no tenemos ni un pavo para comprar un pavo, como entre un gallo por la ventana se va desatar otra jarana entre las tres! ¡De buena gana me iría hasta mañana! Mamen.- ¿Y a dónde vas a ir hasta mañana? Rosa.- A dar parte a la policía local de Lavapiés. Elisa.- ¿Tú estás mal de la cabeza o es que la cabeza la tienes abajo en vez de arriba? Rosa.- Pues o encontramos ya una salida para quitarnos al Conejo de Alicia de encima o yo doy parte a la policía de Lavapiés. Elisa.- ¡¡Que os advierto que me estoy volviendo loca!! Mamen.- ¡¡Que te advierto que ya lo estás del todo, que te pareces a la Juana de Felipe, la del portal de enfrente que no para de lanzar gritos cuando llega el anochecer como si fuera La Mujer Lobo!! Rosa.- ¡¡Entre las dos me váis a convertir también a mi en una loca perdida que ya no sé ni dónde he dejado el abanico por vuestra culpa!! Mamen.- ¿Pero lo que tiré ayer por el water era tu abanico? Rosa.- ¡Como se te haya ocurrido tirar mi abanico por la taza del water te prometo que tiro yo toda esa colección de tebeos que hay debajo del sofá! Elisa.- ¡Tira todo lo que quieras pero que ni se te ocurra ir a chivarte a la policía local de Lavapiés que tenemos al Conejo de Alicia esperando! Mamen.- ¡Pues si está esperando que alguien le regale una zanahoria yo no estoy dispuesta a poner ni un solo céntimo para darle de comer a ese animal de 250 pulgadas! Mamen vuelve, de nuevo, a dar vueltas por el salón entre enfadada y nerviosa y enciende el televisor que está en la esquina más oscura. Elisa.- ¡Que vas a marear al pato! Mamen.- ¡Lo que nos faltaba! ¡Están echando por la tele las Aventuras del Pato Lucas! ¡Esto ya es peor que una de Tarantino! Rosa.- ¿Pero te gusta a tí Tarantino? Mamen.- ¿A vosotras que os pasa? ¡A mí Tarantino me da hasta arcadas cuando veo algo de él! Rosa.- ¡Pues me parece que eres de esas que le gustan las películas para intelectualoides! ¡Quita la voz a la tele y deja los dibujos animalados sólo en imágenes! Elisa.- A mi, dicha sea la verdad, ni me gusta Tarantino ni me gusta Valentino. Rosa.- ¿Quién es ese valiente que se llama Valentino? Elisa.- El italiano que ha llegado a la Facultad creyéndose Robert De Niro cuando es más feo que Petrarca. Mamen.- ¿El que sienta en la primera fila para que todas nos fijemos en él? Rosa.- ¡Ah, ya sé quién es ese menda! Un día se me declaró a la hora de la merienda. Mamen.- ¿Y qué hacías tú merendando con Valentino? Rosa.- Al principio creí que era un tío normal... hasta que me di cuenta de que era solamente normalucho. Elisa.- ¿Y qué pasó después? Rosa.- Sólo me hice la interesante. Mamen.- ¿Tú buscando un amante? Rosa.- Dos. Elisa.- No me lo creo. Cuenta, cuenta. Rosa.- El primero, el profesor de Educación Física por eso de lo físico... y el segundo el que se sienta en la última fila, que es tan tímido que nadie sabe ni cómo se llama ni cómo le llaman sus amigos, por eso de lo químico. Mamen.- ¿Ligaste con alguno? Rosa.- Con otro que no era ninguno de esos dos. Elisa.- Me parece que has leído demasiado a Calleja. Rosa.- La verdad duele... ¿verdad? Elisa.- Seguro. Seguro que nos estás contando cuentos para que creamos que eres la que más ligas de nostras tres juntas o por separado. Rosa.- Si os lo creéis como si no os lo creéis. En estos asuntos de ligues no me importa lo que penséis. Mamen.- ¡Pues vaya mérito tiene conseguir ligar con el más bajito del aula! ¿No te has dado cuenta de que no pasa del 1'40? Rosa.- Por eso es tan gracioso dar una vuelta por la ciudad con él. ¿No os parece gracioso ver a una tía como yo, de 1'80 de estatura, paseando con un tipo de 1'40 más o menos, aunque me parece que me dijo que mide exactamente 1,39? Mamen.- Si quieres hacer pensar que eres su abuelita, pues no está nada mal pensado el asunto. Rosa.- La verdad es que pensar no piensa casi nada el enanito del la Facultad. Como mide sólo 1'39 sus ideas no llegan más allá del cinturón de mis pantalones Pepe's. Elisa.- ¿Alguna puede pensar ya de una vez por todas cómo nos libramos del conejo blanco? Rosa.- ¡Vamos, Mamen! ¡Estrújate ya la sesera de nuevo mientras sigo yo pensando quién diantres ha metido tantos tebeos infantiles debajo del sofá! Mamen.- Si son infantiles seguro que fue mi ya ex novio Pedro. Rosa.- ¡No me vuelvas a citar a ese escuchimizado que se ha comido todas nuestras existencias de la nevera porque le busco y me lo como vivo! Mamen.- Yo, la verdad, no voy a dejarle nunca de quererle un poco... aunque sea solamente un poco... y seguro que es él quien un día se dejó olvidado, sobre nuestra mesa, aquel ensayo sobre Carpanta que daban ganas hasta de llorar. Elisa.- ¡A mi hasta se me saltaban las lágrimas cuando lo leiste en voz alta! Mamen.- Al principio parecía una chorrada pero a medida que lo iba leyendo hasta se me despertó eso que se llama conciencia social sobre el lumpenproletariado. Elisa.- Eso es porque te engatusaba con sus ideas progres. Rosa.- ¿Y si no es un progre y nos ha estado haciendo creer que entiende de ensayos sociológicos? Elisa.- No... no... y no... ¡No quiero ver otras vez a ese Pedro por este piso y vamos a ver ya si nos centramos en el Conejo de Alicia! Rosa.- Se me ocurre la idea de volver a consultar en Internet. Mamen.- ¿Para qué? Rosa.- A lo mejor encuentro algo de ensayo sociológico del dichoso conejo blanco y podemos encontrar una buena solución. Mamen.- Es una tontería pero intentemos. Rosa.- Pues mira, sí. ¡Acabo de encontrar algo! Elisa.- ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Cuenta para ver si nos liberamos ya de esta pesadilla! Rosa.- ¡Es que me pones enferma con tus prisas! Mamen.- ¿Es que no entiendes que está temiendo que vuelva a tocarle tenerlo entre sus brazos todo lo que falta del día, de la tarde y de la noche? Rosa.- Pero es que lo de Elisa ya es pura ansiedad de tenerte en mis brazos y todo eso que cantaba un tal Nat King Cole, de la época de mi abuela. Elisa.- Te perdono porque eres lela. Mamen.- No discutamos ahora. Necesitamos unir nuestras fuerzas para acabar con este problema. A ver. ¿Qué acabas de descubrir en Internet? Rosa busca con gran empeño... Rosa.- En el Yaoo Respuestas, un tal Silvio Martín, que ni sé quién ni me quita el sueño porque no pienso ponerme en contacto con él para nada porque no me gusta su fotografía, dice que el Conejo de Alicia significa la llamada o inquietud. Mamen.- ¡Atiza! ¡A lo mejor es buena idea llamar a la policía para acabar con nuestra inquietud! Elisa.- ¡Ya os lo decía yo! Mamen.- Ahora lo estoy diciendo en serio. Elisa.- Que conste que yo no lo dije en broma. Mamen.- ¿Cuál es él teléfono de la policía local de Lavapiés? Elisa.- Espera... voy a consultar las páginas amarillas... ¿Dónde habéis dejado la Guía Telefónica? Mamen.- Está aquí... dentro de la palangana que no sé por qué razón no está en el lavabo. Elisa.- Pasa la Guía y no preguntes cosas raras. Mamen.- ¡Toma este tomo plomífero de las páginas amarillas y busca antes de que nos arrepintamos! Elisa.- ¡Sí! ¡Aquí está! Mamen.- ¡Eres más rápida buscando teléfonos que John Wayne en "El ángel y el pistolero", cuando el pistolero famoso y mujeriego Quirt Evans; John Wayne en realidad, pierde el control de su caballo y se derrumba . Quirt ha sido herido, la familia Worth lo encuentra, amablemente lo llevan y velan por su salud contra el consejo de otros. El apuesto Evans rápidamente atrae el afecto de la hija hermosa Penélope; Gail Russell en realidad. Él desarrolla un afecto por la familia de cuáqueros, pero su pasado le preocupaba y sigue allí, ambos fuera de la ley y la ley. Evans se enamora de Penélope y comienza a asimilar su estilo de vida pacifista. Sin embargo, el tirón de sus viejas costumbres es muy fuerte y por lo que oscila de ida y vuelta. Él es finalmente forzado a examinar su personaje después de sus acciones violentas de hacer daño a una persona inocente. Elisa.- ¡Calla, calla, que me pones nerviosa cuando nos demuestras que sabes tanto sobre todo lo habido y por haber! Mamen.- ¡Venga! ¡Cuál es el número del teléfono de la poli y dejo de contar la peli! Elisa.- Llama urgentemente al 902 102 112. Mamen.- ¡La verdad es que me dá un no sé qué llamar yo! ¡Mejor llama tú misma! Elisa.- ¡Ni muerta! Mamen.- ¡Pues yo ni viva! Elisa.- ¿Llamamos o no llamamos? Mamen.- Yo sólo sé que no sé nada. Elisa.- ¡No! ¡No nos cuentes ahora el rollo de Sócrates! Mamen.- ¿Y si resulta que el Conejo de Alicia ya se ha muerto? Elisa.- Es normal. Tenía ya 147 años muy bien cumplidos pero el calor del horno a lo mejor ha acabado con él. ¡Vaya muerte más horripilante! Mamen.- ¡Pues si se ha muerto yo no voy a ser la tonta que cargue con el mochuelo llamando a la policía! Elisa.- Estoy más nerviosa que un pirulí en la puerta de un jardín de infancia de niños hambrientos. Mamen.- ¿Lo echamos a cara y cruz? Elisa.- ¡Buena idea1 ¡Si sale cara llamas tú y si sale cruz no llamo yo o sea que llamas tú salga lo que salga! Rosa.- Llevo un buen rato escuchando vuestras tonterías. ¿Queréis ya pensar como chavalas adultas? Mamen.- ¡Necesito una copa o, por lo menos, tomarme ya el café con leche! Elisa.- Yo también. O una copa de orujo a ver qué pasa o un café con leche a ver si alimenta. Mamen.- ¡Escuchad! ¡Oigo ruidos extraños! Rosa.- ¡Está vivo! ¡¡Está vivo!! ¡¡¡Está vivo!!! Mamen.- ¡Bravo! ¡Es el Conejo de Alicia intentando salir del horno! Elisa.- ¡Menos mal que no hemos llamado a la poli! Mamen.- Para sosegar nuestros espíritus y ya que dije lo de bravo os cuento que en "Río Bravo", y a ver si nos reímos un poco que estamos demasiado serias, un sheriff, John Wayne en realidad, y sus ayudantes Dean Martin y Walter Brennan en realidad, han de impedir que los hombres de un rico terrateniente logren sacar de la cárcel al hermano de éste, Claude Akins en realidad, que está acusado de asesinato. Rosa.- ¡No, por favor! ¡Ten piedad de nosotras! Mamen.- ¿No os interesa saber todo sobre John Wayne? ¡Es un mogollón de interesante saber todo lo de "Por esos pueblos del Wayne"? Elisa.- ¿Y eso qué es? Mamen.- La próxima serie de la Televisión Nacional Española que viene anunciada en Semana. No hacen más que hablar de semana en semana de ella pero que si quieres arroz Catalina... Rosa.- ¿Qué has dicho? Mamen.- Que si quieres arroz Catalina... Rosa.- No. Te pregunto por el título de la serie. Mamen.- "Por esos pueblos del Wayne". ¿Te sucede algo raro acaso? Elisa.- No sé ni de qué va ahora este rollo... Mamen.- Rosa bien que lo sabe pero bien que se lo calla. Rosa.- ¡Explícame lo que quieres decir con eso! Mamen.- ¡Que sabes mas que los ratones colorados! ¿Te crees acaso La Pantera Rosa porque te llamas Rosa? ¿O es que crees que no sé yo de qué pie cojeas? Elisa.- ¡¡Pues tengo que deciros que llevo una semana viendo a una rata colorada pasearse por aquí!! Mamen.- ¡Ahora no me refiero a eso! ¡Ahora me refiero a que Rosa se cree que yo soy tonta o que me estoy chupando el dedo! Rosa.- ¡A lo mejor crees que estoy saliendo a escondidas con el alfeñique de tu ya ex novio Pedro! ¡Cojeo porque ayer tropecé con ese baúl de los recuerdos de Elisa que no sé qué hace aquí cuando tendría que estar debajo de una almendro! Y en cuanto a chuparte el dedo algunas veces te he visto chupándotelo mientras duermes. Mamen.- ¡Pues a lo peor la cosa se pone peor! Elisa.- ¡Qué pasa! ¡¡Que pasa!! ¡¡¡Qué pasa!!! Rosa.- ¿Otra vez con ataque de histeria, Elisa? Mamen.- Lo que pasa es la bandera por tu casa... y esta Rosa se cree que yo soy la tonta del bote cuando resulta que soy la que mejores notas saco de toda la Facultad. Rosa.- Yo no salgo jamás con niñatos como ese Pedro... ¡eso queda para las infanticidas como tú! Mamen.- Los niñatos son esos con los que juegas tú a las bolas... que te he visto... Rosa.- ¿Qué me has visto tú en bolas? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? Mamen.- Te falta el qué y el cómo... Elisa.- ¿De verdad te ha visto Mamen en bolas con su ya ex novio Pedro? Mamen.- En bolas exactamente no... pero jugando a la bolas con Pedro sí que la he visto... Elisa.- No me lo creo. Rosa no puede ser tan infantil. Mamen.- Pues creételo y a ver si te enteras de algo interesante y me lo cuentas a mí porque ya estoy harta de que todas las ideas que os cuento, para librarnos del conejo blanco, fracasen más que el Atlético de Madrid en la Copa de Europa que ahora se llama Champions League para complicar aún más el juego de las bolas. Mamen vuelve a dar vuelta por el salón pero ahora muy enfadada. Mamen.- ¡Cómo te pille otra vez jugando a las bolas con Pedro te vas a enterar de lo que vale un peine! Mamen sigue dando vueltas cada vez más enojada. Mamen.- ¡¡Porque ya estoy hasta el moño de ir siempre despeinada para ser más sexy!! Rosa.- Que yo sepa un peine, si lo quieres de carey, te cuesta solamente un euro en la tienda del chino de abajo, el que está al lado de la carnicería. Mamen.- ¡¡En una carnicería va a terminar este asunto del Conejo de Alicia como sigamos por el camino que vamos!! Elisa.- Rosa, busca alguna otra pista en Internet que nos diga algo más razonable sobre el Conejo de Alicia que no sea llamar a la policía ni hacer ninguna llamada a nadie para cubrir nuestra necesidad. Mamen.- Me parece que poca cosa va a encontrar ya. Rosa.- Vosotras dejadme a mí... que veréis cómo pronto encuentro alguna solución... mi Ace nunca falla. Mamen sigue dando vueltas pero ya tranquila y pensativa.., Mamen.- ¿Que hace ese Ace? Elisa.- Por lo que estamos viendo el Ace de Rosa hace maravillas. Mamen.- ¡Eso es! ¡Ya tenemos la solución! ¡Busca en tu Ace algo de "Alicia en El País de las Maravillas" a ver que pinta en toda esa historia este dichoso conejo blanco. Rosa.- ¡Aguantad sólo un momento! Mamen.- ¡A mí ya no me queda mucho aguante que digamos! Elisa.- Te guste o no te guste tienes que aguantar... Mamen.- Pero que sea por poco tiempo porque la hora del café con leche se nos está pasando y ya es mediodía y no hemos desayunado todavía. Rosa.- ¡Esperad! ¡He encontrado algo! Mamen.- ¿Qué has encontrado? Elisa.- ¡Déjala ya en paz! Supongo que habrá encontrado la obra completa. Mamen.- ¡Pero que no nos la cuente toda completa porque no pueden dar las uvas! Rosa.- ¡Dejad que me concentre porque me están llorando los ojos! Elisa.- ¿Es que es un cuento tan triste? Mamen.- ¡Qué va a ser un cuento triste! ¡Lo que pasa es que a Rosa le gusta mucho hacer teatro para pasar por más interesante! Rosa.- Nada de teatro. Es la pura realidad. Me lloran los ojos de tanto polvo que suelta la computadora. Mamen.- ¡Es que tanto polvo te deja ciega de verdad! Elisa.- A partir de ahora tendremos que dejar la Ace en algún otro lugar que no sea debajo del sofá. Mamen se sube a su litera y se tumba mientras habla. Mamen.- Quedaría mejor dentro de la lavadora para ver si se eliminan ya todos los polvos que tiene encima. Rosa.- Escuchad esto. No es porque yo me llame Rosa pero aquí dice que Alicia estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados. ¡Veis como mis ojos son más bonitos que los vuestros! Mamen.- ¡Pero si tienes unos ojos que parecen flores de pitiminí! Elisa.- No, Mamen, no la tengas envidia. Rosa tiene unos precisos ojos verdes pero, con tanto polvo, se le están quedando blancos tirando a glaucos. Rosa.- ¡Esto ya no tiene remedios, chicas! ¡Dejemos las tonterías aparte sobre quien tiene los ojos más bonitos de nosotras tres porque del rapapolvo no nos vamos a librar cuando descubran que el Conejo de Alicia está en nuestro horno! ¿Cómo explicamos a las Autoridades de la Real Academia de la Lengua Española que nosotras no hemos raptado al Conejo de Alicia sino que ha sido él mismo el que se ha metido en nuestra madriguera sin pedirnos permiso alguno? ¡Menudo conflicto literario se va a armar! ¡Va a ser más difícil de solucionar que eso de si Cervantes fue mejor escritor que Shakespeare o que Shakespeare fue mejor escritor que Cervantes! ¡Cómo no nos libremos a tiempo del Conejo de Alicia no nos salva nadie salvo que venga un valiente admirador de nosotras tres y se lleve el dichoso conejo blanco más allá de los Pirineos para que los ingleses le echen la culpa a los franceses por ladrones y que los franceses le echen la culpa a los ingleses por incapaces de guardar el conejo en su país. Es la mejor solución que se me ocurre a mí. Mamen.- ¡Qué asco de conejo! ¿Verdad? Elisa.- ¡Qué asco de conejo! ¡Verdad! Rosa.- ¿Qué os pasa ahora? ¿Estáis o no estáis de acuerdo conmigo en llamar a un admirador de nosotras tres para que nos libre del conejo y lo suelte, por ejemplo, en Nancy que es una ciudad que hasta tiene nombre de muñeca y todo. Mamen.- Si... pero tengo miedo... Rosa.- ¿Miedo de qué? Mamen.- De que el único admirador de las tres juntas sólo es mi ya ex novio Pedro. ¿Hay alguien más acaso? Rosa.- ¿Qué os parece si se lo pedimos al chico de la última fila? Mamen.- ¡Pero si ese chaval está soñando con cualquiera menos con ninguna de nosotras tres! Elisa.- Pues hay que intentarlo con él. Mamen.- Yo ni borracha me acerco a él... porque resulta que es algo así como piloto de aviación y por eso parece que siempre está en las nubes. ¡Ni caso me hace cuando le dirijo la mirada! Rosa.- Haced lo que queráis pero tenemos que encontrar a un héroe que nos saque de este asunto. Mamen.- Yo estoy pensando en el viejo verde del primero derecha que parece que le gustamos las tres. Rosa.- ¡Estás loca! Mamen.- Es el único remedio que nos queda. La única solución es convencerle de que estamos deseando conocerle bien y le empaquetamos el conejo y que se lo lleve hasta Nancy porque me parece que tiene un pariente francés o por lo menos eso dice la portera. Elisa.- El problema es que creo que ese viejo verde es bastante imbécil según los rumores de la barriada. Mamen.- ¿Y si nos presentamos en su casa las tres vestidas de hadas madrinas y le pedimos que nos pida tres deseos a cambio de que se lleve el Conejo de Alicia hasta Nancy? Mamen se baja de su litera y comienza de nuevo a dar vueltas por el salón. Rosa.- ¡Date prisa, Mamen! ¡Piensa otra solución que sea la definitiva! ¡Ese viejo verde no puede ni con su alma; así que no llevaría el conejo blanco ni hasta la calle de Ferrocarril número 3, por poner sólo un ejemplo bastante ilsutrativo. Elisa.- ¿Desde cuándo te gusta a ti la Ilustración? Rosa.- Desde que he descubierto todo ese mogollón de tebeos ilustrados que hay debajo del sofá. Elisa.- Pues yo juraría que los dejó ahí el chorizo de Pedro, que es más chorizo que Revilla. Rosa.- ¡No me acuerdo de nadie que sea Revilla! Elisa.- ¿No te acuerdas de Revilla el de Sevilla? Rosa.- ¿Pero si nunca hemos estado las tres juntas en Sevilla? Elisa.- No me refiero a la ciudad sino a la boca del metro de Sevilla, cerca muy cerca del kilómetro cero de nuestro querido y amado Madrid. Rosa.- ¡Ah, ya me acuerdo que conocimos a un tal Revilla en esa boca de metro y que luego resultó ser un chorizo completo! ¡Me dio tanta rabia cuando me quitó el bolígrafo diciendo que iba a anotar mi domicilio que le di el del Psiquiátrico de Leganés y debe estar ya más o menos internado de por vida allí porque me dijo que iría a buscarme en bolas! ¡Así que no podemos contar con él! Elisa.- ¿Quién puede ser el primo que nos solucione la papeleta? ¿Qué tal tu primo Alfonso? ¡Me parece lo suficientemente primavera! Rosa.- Si... podría ser... pero es tan feo pero feo feo de verdad que... ¿cómo van a dejarle pasar la frontera con lo feo que es? Elisa.- Pero podríamos disfrazarlo de lagarterana. Sólo hace falta cortarle el bigote, ponerle unas sayas de cuando la época de Sagasta y unas alpargatas de las que usan los más antiguos paletos toledanos... porque será madrileño quizás pero paleto es lo suficientemente paleto... y a lo mejor hasta cuela y los franceses se creen que es Sarita Montiel en la época de oro del cine mejicano. Rosa.- ¡Olvídalo! ¡Que Alfonso pueda parecerse a la Sarita Montiel en su mejor época es como pedir que el tal Pedro, ya ex novio de Mamen, pueda parecerse a Alain Delon haciendo de zorro. Elisa.- ¿Quéeeee? ¿Un zorro en nuestro piso? ¡Jamás de los jamases! Rosa.- Entonces descartamos a mi primo Alfonso por muy primavera que sea. Elisa.- ¡No es posible que no encontremos una solución! Rosa.- ¿Por qué tuviste que coger el Conejo de Alicia? Ahora estamos en un callejón sin salida... y esto cada vez se pone peor... porque el dichoso conejito blanco debe estar ya más caliente que la forja de Vulcano. Elisa.- ¿Qué es eso de la forja de Vulcano? Rosa.- O sea... ¿que no sabes nada de mitología griega? Elisa.- Menos todavía que de mitología malaya. Rosa.- ¡Mal haya sea la cuestión en que nos hemos embarcado Sancho! Elisa.- ¿Qué dices ahora, Rosa? ¿Estás en tus cabales? Rosa.- ¡Ya te advertí, Sancho amigo, que mal nos iría por las tierras catalanas pero tú, tan empeñado en querer siempre llenar el buche como si de triperos fuésemos los dos, no solo no me hiciste caso sino que, en verdad te digo, que ni el caballero Montesinos cometería tales locuras! Elisa.- ¡Vuelve, Rosa, o te doy dos bofetadas que te convierto en Rosacruz! ¡Vaya cruz que me ha caído con esto de dialogar contigo en busca de una solución perfecta! Rosa.- ¡Ah, ya me acuerdo! Es que estaba equivocándome de página del texto de Literatura! Pues que resulta que Vulcano, hijo de Júpiter y Juno, es el dios del fuego y herrero de los dioses y otras pamplinas más. Pero lo peor es es es cojo de nacimiento. Elisa.- ¿Es eso cierto? Rosa.- Pues sí es cierto. Elisa.- Pues entonces queda descartado que entreguemos el Conejo de Alicia al cartero de la barriada porque resulta que también es cojo y, por ello, no podría transportar a un bicho de 250 pulgadas dentro de su mochila pues ya bastante tiene el hombre con transportar 50 kilos de cartas y paquetes postales como para meter un conejo, aunque sea blanco, en su equipaje. ¡Descartado también el cartero! Rosa.- No te preocupes tanto, Elisa, todavía hay muchos hombres en quiénes pensar para que se convierta uno de ellos en el héroe de nosotras tres. Elisa.- ¡Pues encuentra ya a alguno que no sea un cerdo, con perdón de la palabra, porque conocemos hasta cien, pero noventa y nueve de ellos sólo nos harían ese favor si a cambio... ya sabes lo cerdos que son... así que sólo nos falta encontrar al que no lo es! ¡Piensa, por favor! Rosa.- ¡Como quién! Mamen vuelve a bajar de su litera para dar sus correspondientes paseos por el salón, e interviene. Mamen.- Se me ocurre la feliz idea de ir a un juez y declarar que queremos hacer un traspaso legal a quien mejor os parezca, pero con notario para levantar el Acta y así, pasando el legado del Conejo de Alicia, a ese que no es un cerdo... ¡asunto solucionado! Elisa.- ¿Tú también estas loca, Mamen? ¿Sabes la de trámites que hay que llevar a acabo para hacer un legado a otra persona? ¡Ni tenemos tiempo ni tenemos ganas! Así que descartado lo del juez y lo del notario. Te noto desorientada. Rosa.- ¡Lógico que esté totalmente desorientada cuando lleva toda la mañana dando vueltas al salón como una perinola! Mamen.- Claro. Rosa.- ¿Te pasa algo? Mamen.- Que está bien claro que ya es hora de pensar en nosotras y tomarnos el café con leche. Con el estómago vacío no podemos pensar con claridad. Rosa.- Desde luego que este día va a ser muy especial para nuestras vidas. Elisa.-Y seguro que seguiréis diciendo toda la vida que la culpa es mía. Mamen.- No, no diremos eso... pero la verdad es que la culpa es tuya. Rosa.- Yo sólo lo hice para evitar que siguiera comiéndose los cromos de futbolistas y los tebeos infantiles. Mamen.- ¡Venga! ¡Vamos las tres a la cocina a tomarnos el café con leche y ya veréis cómo después de llenar nuestros estómagos de algo templado se nos templa la mente y encontramos una solución perfecta! Se baja el telón del Segundo Acto.
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