Teppanaki (Cuento Japonés)
Publicado en Sep 06, 2012
Teppanaki Kenji, de carácter sano, de complexión robusto y de condición saludable, estaba observando la cumbre del Monte Fuji desde la amplia ventana del piso 48 del Edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio.
- ¿Qué te sucede "Pequeño Vigilante"? A Teppanaki le corrió un sudor frío a lo largo de toda su espalda al contemplar aquella mano huesuda posada sobre su hombro izquierdo. Se volvió lentamente temiendo que fuese un monstruo de los muchos que le había contado su padre Teppanaki Takumi, el mejor artesano de la lejana ciudad de Kagoshima, en las noches oscuras del invierno, cuando sentados los dos junto a la chimenea él le entretenía con historias de monstruosos kappas que, procedentes de lagos y pantanos cenagosos, se introducían en las viviendas para, sin dar tiempo a defenderse, estrangular a sus víctimas indefensas. - ¡Qué miedo me ha hecho usted sentir, Maestro Baba! - No era mi deseo asustarte "Pequeño Vigilante" pero la próxima vez vigila bien tu escondite porque pudiera ser que te atacara, de improviso, un sanguinario kappa. Otro sudor frío recorrió ahora toda la frente del joven Teppanaki. - ¡No sudes tanto, Kenji! El sudor demuestra inmadurez mental. Teppanaki Kenji protestó. - ¡Me exige usted demasiado, Maestro Baba! - Me gusta mucho tu postura rebelde pero tienes que aprender a mantener la calma porque la vas a necesitar en el futuro. ¡Ven conmigo! ¡Vamos a sentarnos en el sofá porque ha llegado la hora de tu Gran Decisión! Ambos, maestro y discípulo, se sentaron cómodamente en el sofá de la sala. Como siempre, el joven alumno se situó a la derecha del viejo maestro que, en pocos segundos, sacó un llavero conteniendo cuatro llaves: una de color amarillo, otra de color rojo, una tercera de color azul y la cuarta de color verde. - ¿Cuál de estas cuatro llaves elegirías para llevar a cabo tu Gran Decisión? - Ya sabe usted, Maestro Baba, que yo no soy demasiado tradicionalista porque me gusta evolucionar de menos a más y no de más a menos. - ¡Está bien! ¡Eliminamos la llave de color amarillo! - Tampoco me gusta demasiado meter la mano en el fuego porque me la quemaría. - ¡Perfecto! ¡Eliminamos la llave de color rojo! ¡Ahora te toca saber elegir correctamente! - No me interesa ser marinero porque soy de la tierra de mis antepasados los artesanos de Kagoshima. - ¡Excelente! ¡Veo que has aprendido bien mis lecciones cuando toca decidir lo que mejor le conviene a cada uno!. ¡Has eliminado la llave de color azul! ¡Sólo te queda la llave verde que es la más idónea para tus aptitudes! ¿Quieres seguir adelante? - Quiero seguir adelante. - Querer no es suficiente, "Pequeño Vigilante" - Entonces... ¿qué debo decir? - Eso es lo que debes entender tú mismo... porque cada persona debe entender qué es lo que desea antes de entender el mundo que le rodea. - Deseo seguir adelante. - ¡Respuesta acertada! ¡Veo que eres muy rápido de reflejos! ¡Toma la llave verde y no la pierdas por nada del mundo! ¿Has entendido? Teppanaki Kenji tomó la llave verde con su mano derecha. - He entendido bien. - No basta con entender bien. - Lo he entendido perfectamente. - ¡Eso es! ¡La perfección es un límite que hay que alcanzar quienes desean hacer realidad su Gran Decisión! - Pero... ¿para qué quiero yo una llave verde si no sé si para qué me sirve? - ¡No corras demasiado, "Pequeño Vigilante", porque carrera de caballos siempre termina en parada de burros! ¿Has comprendido ahora lo que quiero decirte? - Que con paciencia se alcanza la meta. - Dime entonces ¿por qué has elegido la llave de color verde? - Porque es la única esperanza que tengo. - ¡Perfecto! ¡Ya estás preparado para dar el siguiente paso adelante! - Pero... ¿qué tengo que hacer para dar ese paso? - Solamente esperar. - ¿Esperar aquí sentado y solamente mirar al monte Fuji desde la ventana de este piso número 48? - No te precipites tanto, "Pequeño Vigilante", o caerás en el vacío donde la gran mayoría de los valientes caen para acabar con todas sus ilusiones. - Si no me dice nada más, Maestro Baba, no podré salir de dudas. - Tener dudas es un buen principio pero un mal final. - Entonces usted dirá qué camino he de elegir. - Te repito que solo tienes que esperar... pero no aquí sentado y ocupado únicamente en mirar la cumbre del Fuji porque eso es perder el tiempo. - Y perder el tiempo es lo único que no debe hacer un "Pequeño Vigilante"... - ¿Exacto, Kenji? - ¡Exacto, Maestro Baba! - ¡Muy bien! ¡Excelente! Sólo estaba probando si tenías decisión propia. - Solo tendré decisión propia para decir sí o no cuando comprenda para qué me va a servir esta llave de color verde. - ¡No te impacientes, "Pequeño Vigilante"! Teppanaki aguantó sus ganas de mandar a paseo al Maestro Baba. - ¡Sé lo que estás pensando, Kenji! - Pues entonces ya sabe lo que tiene que hacer, Maestro. - Te explicaré cuando estés preparado para que te de explicaciones. Tienes que aprender a resistir mejor la tentación de mandar a paseo a un viejo huesudo como yo. Teppanaki eligió guardar silencio. - ¡Eso es! ¡Con el silencio se comprende mejor! Teppanaki siguió callado aguantando sus ganas de marcharse ya de allí mientra el Maestro Baba se concentraba en algo que él no acertaba a descubrir... hasta que por fin el maestro abrió los ojos y habló. - Tienes que ir con esa llave hasta el mejor restaurante de Tokio. ¿Cuál es el mejor restaurante de Tokio para llevar a cabo tu Gran Decisión, "Pequeño Vigilante"? - El Komuro. - ¿Y por qué no el Hamadaya? - Porque en el Komuro están las más bellas y dulces geishas niponas y el Hamadaya es demasiado tradicionalista. El Maestro Baba respondió con una amplia sonrisa mientras acariciaba el pelo rebelde del joven Kenji. - Veo que sabes elegir bien y que tienes mejor gusto que la inmensa mayoría de hombres adultos que he llegado a conocer y eso que he conocido a una enorme cantidad de ellos en mi ya larga vida. - Sí... ¿pero que hago yo en el Komuro con esta llave verde? - Solamente esperar y vigilar... - ¿Esperar dónde y vigilar qué? - ¡Nunca debes realizar dos preguntas al mismo tiempo! ¡Tienes que refrenar tus impulsos! ¡Debes hacer primero una pregunta y esperar la respuesta para poder luego entender la segunda de ellas! - ¿Esperar dónde? - En la mesa número 8 del restaurante Komuro. - ¿Y si está ocupada? - No te preocupes nunca por detalles que a un Gran Maestro no se le escapan jamás. - Eso no es una respuesta válida. - ¿Por qué no es una respuesta válida? - Porque no es una respuesta. - No todas las respuestas son implícitas. ¿Has comprendido ahora? Teppanaki Kenji hizo de nuevo un esfuerzo rápido de comprensión. - Significa que usted ya la tiene reservada. - ¡Perfecto! ¡Me asombra tu capacidad de reacción! ¡Has acertado en un segundo lo que muchos otros jóvenes de tu edad tardarían minutos, horas o incluso días para saber comprender! Ahora ya puedes entender la segunda pregunta. - Si. No tengo que vigilar nada. - ¡¡Exacto!! ¡Sólo tienes que esperar sentado en una de las dos sillas de la mesa número 8! - Y dejar la llave de color verde sobre la mesa... ¿no es cierto, Maestro Baba? - Aprendes más rápido de lo que yo me suponía... pero hay que tener cuidado... - Cuidado de que no la vea quien no la tiene que ver... - ¿Y cómo sabes quién la tiene que ver y quién no la tiene que ver? - La tiene que ver quien más esté interesada. - ¿Por qué hablas en femenino? - Porque una llave de color verde sólo le puede interesar a una mujer. - ¡Muy bien! ¡Veo que has aprendido lo que dije ayer sobre la diferencia entre un hombre y una mujer! - Lo recuerdo. - ¿Estás seguro de que lo recuerdas con toda clase de detalle? - Con toda clase de detalle. - Los detalles son lo más importante en estos asuntos de tu Gran Decisión. Demuestra que es cierto. - A un hombre le interesa más la llave de color rojo porque siempre busca lo más aparente. - ¡Bien! ¡Bien! ¿Y qué sucede con una mujer? - Le interesa más la llave de color verde porque supone una esperanza para el futuro. - ¿Qué sabes tú de tu futuro? - Que tengo que hacer algo sobresaliente. - ¡Sobresaliente¡ ¡Pero es necesario que superes lo sobresaliente! - Es fácil. Si mi futuro depende de mi esperanza sólo tengo que esperar a que mi esperanza se acerque a mí. - ¡Ya está! ¡Conseguiste la matrícula de honor! Y ahora sal y no vuelvas a visitarme hasta que tu Gran Decisión la hayas cumplido con total perfección. - La perfección no existe, Maestro Babá. - Te equivocas ahora "Pequeño Vigilante" - ¿En dónde me equivoco? - Uno de nuestros mejores proverbios japoneses dice: "No digas: es imposible. Di: no lo he hecho todavía." - Ya. He entendido perfectamente. - Pues nunca lo olvides si quieres tener el éxito asegurado. - ¿Queda algo más, Maestro Baba? - No. El resto ya no te lo puedo enseñar yo porque depende sólo de tus circunstancias. Si eres capaz de dominar a tus circunstancias habrás vencido; pero si tus circunstancias te dominan a ti habrás perdido. Ya es hora de que salgas a demostrar si eres capaz de vencer o eres capaz de perder. - ¿Algo así como tirar al aire una moneda para esperar a que me salga cara o me salga cruz? - No. Tienes que ser capaz de tirar una moneda al aire donde las dos partes de la moneda sean caras para no perder. - ¿Pero eso sería jugar con una moneda falsa? - No es un juego... y como no es un juego sino que es tu futuro... - La moneda tiene o dos caras o dos cruces. - ¡Otra vez has acertado teniendo en cuenta que sois dos las personas que formáis parte de tu Gran Decisión! ¡Veo que eres más rápido mentalmente que yo! - Aunque se comprendan los principios el problema sigue siendo complejo. - ¿De dónde has sacado esa frase tan sabia? - He leído mucho a Kenzaburo Oé. - ¿Has leído mucho a Kenzaburo Oé o has leído mucho de Kenzaburo Oé? - Lo primero siempre es lo primero. - ¡Vaya! ¡Hasta tienes tu propia filosofía! ¿Eso quiere decir que conoces a fondo a la persona y no tanto a lo que escribe la persona? - Se equivoca ahora usted, Maestro Baba. - ¿En dónde me equivoco? - En que si se conoce a fondo a la persona se comprende mejor lo que escribe la persona. - Demuéstralo "Pequeño Vigilante" - Siga poniéndome a prueba, Maestro Baba. - ¿Qué dijo Kenzaburo Oé sobre la persona ya que estamos hablando de la persona? - Dijo que todos estamos aparentemente atrapados en un mundo mental en el que las visiones se diluyen con la ensoñación y el deseo. - ¡Perfecto! ¿Estás de acuerdo con eso? - Por supuesto que no, Maestro Baba. - ¿Por qué ? - Porque Kenzaburo se equivoca en algo que es muy trascendental. - ¿Eres capaz de demostrarlo? - Sí, Maestro Baba, pero no deseo que usted crea que soy ni vanidoso ni soberbio. - La vanidad y la soberbia no son propias de una persona inteligente sino fatua y tú eres lo suficientemente inteligente como para no ser un fatuo vanidoso ni un soberbio fatuo. - Si piensa eso de mí, entonces le diré que Kenzaburo se equivoca porque la ensoñación y el deseo no diluyen la personalidad de un ser humano sino que la refuerzan y la hacen más sólida. - ¿Estás seguro de eso? - Estoy probándole ahora yo a usted porque en la vida hasta los Grandes Maestros deben aprender de los Pequeños Alumnos. - Yo no veo ningún error en lo que has afirmado. - Pues hay un error y veo que usted no es capaz de distinguirlo. - La verdad es que no acierto a saber dónde está el error en tu frase. - Es muy fácil. Observo que su mente ha llegado al límite en que usted, Maestro Baba, no sabe ya apreciar ciertos detalles. - Es cierto. Ya no soy tan detallista como cuando era un joven como tú. - Pues ya que lo reconoce le diré donde está la trampa. - ¿Kenzaburo no se equivoca? - No es eso. Sigo afirmando que Kenzaburo se equivoca pero en mi frase hay un gran detalle que usted no acierta a descubrir. - Me rindo. No soy tan ágil mentalmente. - ¿Se ha quedado usted también atrapado en su mundo mental? - Algo así. ¿Dónde está el error? - En que en mi frase he unido la ensoñación con el deseo... - ¿Y qué de malo tiene eso? - Que la ensoñación nunca es un deseo sino una aspiración. Cosas totalmente opuestas. - ¡De verdad que me has dado una verdadera lección! ¡Como bien dicen algunos sabios, muchas veces los alumnos superan a los maestros! - No quería humillarle, Maestro Baba... no era mi intención humillarle... - No estoy humillado sino sorprendido. ¿Qué supone para ti la diferencia entre deseo y aspiración? - La diferencia, para mí y para quienes piensan como yo, es que el deseo sólo es material mientras que la aspiración es, al mismo tiempo, material y espiritual. - ¡Me dejas sorprendido porque llevas toda la razón! - No se equivoque otra vez, Maestro Baba. No es cuestión de razonamiento sino cuestión de sentimiento. - ¡En verdad que eres temerario, "Pequeño Vigilante"! - Ese es otro error suyo, querido maestro. No soy temerario sino intrépido. Ambas cosas también son opuestas. - ¿En qué grado son opuestas, Kenji? - En que el temerario no sabe medir los peligros y termina por sucumbir al enfrentarse con ellos; mientras que el intrépido sabe medir los peligros y termina por triunfar al eliminarlos. - ¡Con la violencia nunca podrás triunfar! - Pero es que no he dicho eliminarlos con violencia sino que quiero decir eliminarlos con inteligencia. - ¿Dónde aprendiste eso? - ¡Usted mismo me lo explicó hace años! ¡Cuando comenzó a enseñarme lo que es la vida humana! - ¡Cierto! ¡Ya lo recuerdo! ¡Fue cuando tumbaste a Nanashi! ¡Conseguiste derrotarle sin hacer nada más que tumbarle y dejar que su fatuidad se fuera al suelo! - Fue muy fácil. Él mismo se derrotó a él mismo. En realidad era un "sin nombre" que aparentaba ser lo que no era. Tan poco me interesaba conocerle que no me acuerdo de su apellido. - ¡Excelente! ¡La memoria siempre debe servirnos para recordar sólo lo que vale la pena recordar! - Exacto, Maestro Baba. Eso también fue lo que me enseñó usted en la primera lección que me impartió cuando me tomó como su alumno predilecto. - ¡Y no me equivoqué en elegirte a ti! - No es exacto hasta que lo demuestre definitivamente. - Por eso has elegido bien la llave de tu Gran Decisión. ¡Dije que llegarías a la cima y no me vas a defraudar! ¡¡Eso lo tengo bien seguro dentro de mi corazón!! ¿Es por eso por lo que mirabas a la cumbre del Fuji? - Maestro Baba... existe otro proverbio japonés que dice que estudiando lo pasado, se aprende lo nuevo. - ¿Y que es lo nuevo para tí, "Pequeño Vigilante"? - Algo que no aprendí de usted sino de mi propio padre antes de venirme a vivir a Tokio. - ¿Qué fue lo que te recomendó tu padre? - Que lo que tengo que descubrir cada día como una novedad debe ser el reflejo de lo que un día descubrí como un misterio. - ¿Tú padre también es un filósofo? - No exactamente como el mundo cree que es un filósofo. - ¿Y cómo cree el mundo que es un filósofo? - El mundo cree que un filósofo es quien escribe grandes pensamientos. - ¿Y eso no es un filósofo para ti? - Para mí no. Para mí un filósofo es quien expresa grandes sentimientos. - ¿Tu padre expresa grandes sentimientos?. - Sí. Es un artesano de la madera. En eso se parece mucho a mi abuelo. Cuando ambos crean un objeto de arte lo que están creando es un sentimiento para el futuro de quien compra ese objeto. Es la mejor manera que he visto de ganarse la vida sin engañar a nadie. - Me dejas otra vez sin saber que responder. - ¿Puedo responderme yo a mí mismo otra vez? - Si eres capaz de hacerlo doy por terminada ya mi enseñanza contigo. - Yo me respondo de la siguiente manera: si engañas a alguien ganas una batalla pero pierdes la guerra. - ¿Dónde has aprendido eso? - Eso no me lo ha enseñado ningún libro sino la vida. - ¿Pero si todavía has vivido muy poco? - Lo suficiente como para haber experimentado ya lo que es engañar perdiendo... - ¿Te ha engañado a ti alguien? - No. Pero con la intención ya es suficiente para ser un derrotado. - Creo que estás preparado perfectamente para ir tú solo a por tu victoria. - Entonces... ¡adiós, Maestro Baba!... ¡y muchas gracias por todo! - ¡Ve en paz, jovencito! - Es la primera vez usted me llama jovencito en vez de "Pequeño Vigilante"... - Porque ya no eres pequeño sino grande... - La verdad es que ser grande no significa vivir a toda velocidad en una carrera sin sentido hacia la fama, el poder o el dinero. Tener sentido en la vida significa vivir disfrutando cada momento, siendo como uno es, quizás en muchas ocasiones siendo una persona de lo más normal. Por lo menos eso es lo que pueden llegar a pensar otros sobre lo que nosotros somos. - ¿Quién te enseñó eso? Sé que no fui yo y dudo que haya sido tu padre... - Exacto. Lo aprendí de mí mismo. Hoy es 28 de julio de 2012 y eso lo escribí yo en mi cuaderno de reflexiones el 28 de julio de 2009. Ha llovido lo suficiente, durante estos tres últimos años, como para poder matizar un detalle que me faltaba... - ¿No me digas que eres capaz de superarte a ti mismo sin tener un rival en frente? - Eso estoy queriendo explicarle desde hace un rato, Maestro Baba... estoy diciendo que en tres años se evoluciona mucho si tenemos la mente abierta y no se evoluciona nada si tenemos la mente cerrada. - ¿Y qué tienes ahora que añadir a esa reflexión? - Que no somos nunca lo que otros piensan sobre nosotros si somos capaces de ser diferentes a lo que los demás creen que es, equivocadamente por cierto, ser lo normal. Ser lo normal ya no me interesa. - ¡Formidable! ¡Eso también es lo que te estaba yo queriendo explicarte desde hace un rato! - Pues como un rato es siempre un momento por propia definición... ¡ahora si que llegó el momento de despedirme de usted, Maestro Baba! - Espero que cuando vuelva a verte hayas seguido evolucionando. - Por eso he elegido la llave de color verde. - Por eso ya había reservado yo la mesa. - Adiós, Maestro Baba. ¡En lugar de mirar la cumbre subiré a la cima! Ya el Gran Maestro Baba no pudo decir otra cosa sino verle marchar en silencio hacia la puerta con la llave de color verde en su mano derecha mientras quedó meditando acariciándose su larga barba blanca. - Que te vaya muy bien, "Pequeño Vigilante". Supongo que si has de volver tendré ahora que esperarte yo a ti en vez de tú a mí. Son cosas de la ley de la vida... pero tú eres capaz de traspasar esa frontera. Viendo, desde aquí, la cumbre del Fuji... estoy totalmente convencido de que descubrirás la mejor forma y la más excelente manera de llegar a la cima que sueñas... todavía guardo la primera redacción que escribiste para mí. El Maestro Baba se acercó al anaquel de las bebidas y se preparó un margarita; después se volvió a sentar en el sofá y, sacando la pequeña redacción de Teppanaki, comenzó a leer en voz alta para escuchar la propia voz de su conciencia... - ¿Qué son las fantasías?, me pregunto. Y comienzo a responderme que las fantasías son los sueños más profundos de todo ser humano. Son los sueños más profundos con los que elaboramos el juego de superar los momentos bajos de la vida y elevarlos a las cimas de lo pletórico, de todo aquello que deseamos ser o alcanzar con el trasvase de los sueños a la vida real. Las fantasías nos hacen crecer porque proporcionan colchones con los que soportar el vaivén de las subidas y las bajadas vitalistas. Fantasías para creer en algo más que todo lo que nos llega de la cotidianidad prosaica. Fantasías para elevarnos con más fuerza en este afán por creer en algo más que el simple comer o el simple respirar. Fantasías para sentir, para querer, para amar... fantasías para conciliar las causas impuestas con los efectos deseados por nosotros mismos y así superar esa carga agónica de vernos presionados por realidades fantasmales de las que no hemos decidido libremente participar. Fantasías para recuperar las metas que no se lograron alcanzar. Fantasías como profundos sueños que se convierten en objetivos llenos de perseverancia y constante esfuerzo por lograrlos. Sin las fantasías el ser humano estaría verdaderamente muerto... pero gracias a ellas, a esas profundas fantasías que nos inundan como archipiélagos floridos, podemos insistir en el caminar hacia metas recónditas. Y es cierto, como alguien dijo hace unos días, que los sueños a veces se cumplen... y se cumplen porque las profundas fantasías son los que los inspiran. Tokio, al igual que la imagen de sus famosos y orondos luchadores de sumo, es una ciudad de apariencia tosca, desmesurada y poco presuntuosa. A primera vista parece descomunal, dividida en distritos llenos de edificios que presentan una arquitectura vulgar porque se limita, en su mayoría, a ser solamente funcional. No es tampoco una ciudad bonita, exceptuando algunas edificaciones que tienen belleza estética y escondidos rincones que pocos turistas conocen. Pero Tokio representa la realidad más telúrica de Japón, condensando en sus calles lo mejor y lo peor del país. No está hecha para ser recorrida a pie. Así que Teppanaki Kenji eligió un taxi. - Buenos días... ¿está libre? - Si se refiere al taxi sí está libre... pero si se refiere a mi estado civil estoy atado y bien atado... Aquel rasgo de humor del taxista le sentó bien al carácter sano de Teppanaki. - El sentido del humor es el mejor sentido que conozco, señor taxista. - No existe el nombre de señor taxista. Soy el señor Sakakura Reo, y en verdad que soy un reo de las circunstancias. - ¿Cómo ha llegado usted a eso? - ¡Entra, joven! ¡Entra en el automóvil y podré contarte algo de ello durante el trayecto! El joven Teppanaki Kenji abrió la puerta delantera y se sentó en el lugar del copiloto mientras tendió la mano, en señal de saludo, al amable taxista - Yo soy Teppanaki Kenji y soy soltero pero me parece que también estoy atado y bien atado. - ¿Tampoco eres capaz de liberarte de tus circunstancias? - No es eso, señor Sakakura. Yo estoy atado por mi destino... - ¿Pero si el destino no se conoce? - Se equivoca usted, señor, porque el destino está dentro de nosotros mismos y conocerse a sí mismo es conocer su destino. Le puedo decir que cuándo inicia usted esa búsqueda se ata a la Liberación que supone el poder variar de destino. Si consigues tener una fe ciega en tu destino puedes cambiar las circunstancias y no ser esclavo de ellas. ¿Cuál es la razón de que usted, señor Sakakura, sea un reo de sus circunstancias? - Antes dime a dónde tenemos que ir. - Al barrio Kagaruzaka, el de las gheisas más activas de Tokio. Exactamente al restaurante Komuro, en la Kanai 1F 13 de Wakamiya-machi, en el distrito de Shinjuku-ku. - ¡Caramba! ¡Parece usted un joven muy afortunado! ¡Sabe elegir lo mejor de lo mejor! - ¡Nunca me quejaré jamás de lo que Dios me ha dado! - ¿Es por eso por lo que elige ir en taxi en lugar de ir caminando? - Es por eso y por algo más. Sé que el restaurante Komuro está muy cerca de aquí... pero me gusta aprovechar las cortas distancias para conocer mejor a las personas... - ¿Tienen algo que ver ambas cosas? - No. Pero tienen algo que comprender ambas cosas. Ver no significa conocer y sólo conociendo podemos comprender a los demás. Y ahora... ¿no le importaría explicarme por qué se siente usted atado y bien atado a sus circunstancias? - Me cae usted bien, joven Teppanaki y se lo voy a contar en breves líneas. - ¿Se refiere usted a las líneas de la vida vida de los seres humanos? - No llegaba mi pensamiento hasta esa manera de decirlo pero sí... supongo que me refiero a las breves líneas de mi vida. - ¿Me permite usted antes de ellos que le diga algo sobre esas breves líneas? - ¿No serás uno de esos que van por los parques diciendo que saben leer las líneas de las palmas de las manos? - ¡No bromee, señor Sakakura Reo! ¡Esa estafa no se la cree ni el más pequeño alumno de la más pequeña guardería infantil! - Cuente... cuente... - A propósito del equilibrio que debe haber en las líneas de nuestros sentimientos, hemos de entrever siempre el centro neurálgico de nuestras emociones y, a partir de ahí, hallar el grado cero de nuestras metamorfosis humanas para escribir lo que surge del centro de nuestro interior. Sí. A veces no hay nada nuevo bajo el poema de nuestra piel y nuestro rostro anímico pero, siempre o casi siempre, existen razones de silencios justos, abrazos de palabras adecuadas, inspiraciones de sueños para nuestra inteligencia. Y aprendemos, entonces, a ser compatriotas de las letras en esta vida real de dialéctica internacional y globalizadora de carácter "poético". Nada nuevo excepto la luz que derrochamos a golpes de ternura a través de nuestras emociones. Letras bajo el espíritu lírico de los rayos de nuestra fantasía. El taxista se quedó tan sorprendido que no tuvo más remedio que mirar a aquel misterioso joven que hablaba de tal manera. - ¿Acaso eres tú uno de esos aventajados alumnos que educan los maestros del budismo zen en sus monasterios? - Nada tengo que ver con el budismo zen ni con los monasterios de los lamas. Tuve un maestro que me enseñó a interpretar situaciones; peor mi Gran Maestro se llama Jesús. - ¿Me estás intentando decir que eres cristiano? - Le estoy intentando decir que más allá de todas las Escuelas Budistas hay una Gran Verdad Superior. - ¿Una Gran Verdad Superior? No he oído jamás hablar de ella. - Pues siempre es la primera vez que oímos hablar de esa Gran Verdad Superior cuando comenzamos a vencer a las circunstancias. Muchos no saben que en el Camino está la Verdad y que en la Verdad está la Vida. - No sé qué me sucede... pero irradias tal poder de confianza y convicción que, si me lo permites, me gustaría contarte cómo fue que terminé derrotado. - Uno de nuestros más famosos proverbios nacionales dice que nada es imposible para una mente dispuesta. - Quizás esa sea la respuesta que no aprendí a escuchar. - ¿Qué le sucedió en realidad para sentirse tan desarraigado? - ¡Esa es la palabra exacta que no podía decir! ¡Desarraigado! ¡He llegado a ser hasta un verdadero extraño en mi propio país después de recorrer medio mundo buscando la verdad de la comunicación social! - No hace falta que siga contándome nada, señor Sakakura, porque a partir de aquí podríamos entrar en un peligroso juego de interpretaciones que quizás no le guste demasiado escuchar. - No. Tú me acabas de demostrar que se pueden transformar las circunstancias. - Entonces cuente... - Anduve por medio mundo para buscar la verdad de la comunicación social y terminé solamente hallando la comunicación de masas. ¿Sabes la diferencia entre ambas? - La comunicación social se basa en las personas mientras que la comunicación de masas se basa en las gentes. - ¡Exacto! ¡Tampoco yo sabía definirlo hasta que te lo acabo de escuchar! - Continúe... - En ese viajar por medio mundo terminé estudiando el asunto del periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. ¿Sabes que encontré en las aulas de aquella Facultad y en aquellos tiempos? - Aparte de soledad quizás también impotencia. - ¿Cómo puedes saber tanto sobre mis sentimientos? - Es muy fácil. Si usted terminó siendo gente en lugar de persona es que sólo encontré el vacío existencial. Y todo vacío existencia, sea cual sea su origen o procedencia, es siempre una soledad y una impotencia. Usted tiró al aire la moneda de las dos cruces de su destino propio y, por ello, sólo pudo encontrar la cruz. ´- Eso es. Encontré la cruz cuando buscaba la cara. - Yo acabo de aprender que cuando se busca la Gran Decisión es cosa de saber lanzar la moneda al aire con las dos caras para tener el éxito asegurado. - Entonces... ¿cómo es posible que no lo consiguiera yo? - Porque la moneda de las dos caras exige, siempre, aceptar la compañía de los dos. El ying-yang de nuestros sentimientos, señor Sakakura Reo. Esos dos conceptos que exponen la dualidad de todo lo existente en el universo. Describe las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. - ¿Y dices que no eres un pequeño filósofo del taoísmo? - No tengo nada que ver con el tao salvo principios básicos que me enseñó el Maestro Baba; pero mi Gran Maestro Jesús de Nazaret me enseñó algo superior en cuanto al ying y en cuanto al yang. ¿Quiere usted conocerlo? - ¿Me servirá de algo? - Quizás sí le pueda servir porque veo que no era su destino terminar trabajando como taxista. - Cierto es. Cuando quedé derrotado por mis circunstancia decidí volver a Tokio... pero ya mi oportunidad se había perdido. - Eso es lo que estoy intentando hacer que comprenda. La Fe, señor Sakakura, la Fe. - ¿A qué clase de Fe te estás refiriendo? - Escuche lo siguiente, señor Sakakura. En un lugar del mundo de cuyo nombre nadie puede enterarse... hombres y mujeres escriben sobre el teclado cientos, miles, millones de palabras surgidas en el momentáneo fulgor de un estallido de sentires. En un lugar del mundo... estás tú, y él y ella, y los demás... con un cronómetro de ideas ticteando al sonar unísono de los segundos. En un lugar del mundo... hombres y mujeres de cualquier signo y de cualquier edad escriben diámetros de distancias acogidos al calor de los momentos. Y firman con nombres, con seudónimos, con números, con decenas de signos referenciales para enviar sus latidos humanos a través de las ondas del computador. En un lugar del mundo de cuyo nombre nadie puede enterarse... se está creando la Comunicación. - Me ha convencido del todo esa manera de tener Fe, de sentir la Fe y de expresar la Fe. ¿Deseas ser escritor? - Amo la Literatura y no deseo ser escritor sino que aspiro a ser escritor. - ¿Cuál es la diferencia? - Si el Maestro Baba lo comprendió y entendió sin haber salido de Tokio; usted, señor Sakakura, que ha viajado ya por medio mundo, debe estar capacitado, mejor que él incluso, para comprenderlo y entenderlo... si es que sus viajes por medio mundo han sido mucho más que viajes. - Ahora sí que me he perdido. No sé qué quieres decir con eso. - Quiero decir que una cosa es viajar y otra cosa, totalmente distinta, es sentir que se viaja. Muchos viajan sólo para conocer pero ese conocimiento es vano. Lo indicado, para encontrar nuestra Gran Decisión, es sentir el conocimiento hasta convertirlo en sabiduría y no sólo en recuerdos. - Ahora sí. - No se precipite en el vacío de las ideologías señor taxista. Para decir sí antes hay que haber sabido decir no. - Bien. Esta noche lo consultaré con la almohada. - Las almohadas siempre son una excelente compañía si sirven para algo más que reposar la cabeza sobre ellas. Las almohadas sirven, si somos capaces de hacerlo, para confesarnos a nosotros mismos, señor Sakakura, cuál es la gran verdad de nuestros sueños. - Lo intentaré... y me gustaría seguir aprendiendo... pero ya hemos llegado al Komuro. Teppanaki Kenji sacó su billetera, leyó la lectura del taxímetro y le entregó un billete. - Quédese con el cambio. - Muchas gracias, joven. ¿Cómo se llama usted? - Me llaman "Pequeño Vigilante". - Pero yo le pregunto por su verdadero nombre real. - Si le gusta más la realidad que la fantasía no es el mejor camino... pero me llamo Teppanaki Kenji. - Gracias. Buscaré sus libros cuando haya publicado todo lo que aspira a escribir aunque tenga que dar la otra media vuelta al mundo que me falta. Teppanaki solamente sonrió y le estrechó la mano antes de salir del taxi. Hacía frío en la calle y estaba comenzando a llover, así que no dudó ni un solo momento, ábrió la puerta del restaruante, entró en la sala comedor, buscó la mesa número 8 que, efectivamente, tenía el letrero de "Reservado" y había dos sillas vacías. Se sentó en una de ellas, en la que se podía mirar de frente a la puerta de entrada a la sala comedor, depositó su llave de color verde sobre la mesa y esperó... hasta que se le acercó un camarero de avanzada edad. - Perdone, caballero... pero esa mesa está reservada para el Señor Teppanaki Kenji. - Yo soy Teppanaki Kenjí . El camarero enrojeció ligeramente... - Perdone otra vez... yo pensé... - Usted pensó que yo era una persona mayor. - Exacto. Pensé que usted debería tener mucha más edad. - No se preocupe usted por eso. Todos los humanos pensamos demasiadas cosas... pero resulta que la mitad de todas ellas, exactamente el cincuenta por ciento, no deberíamos pensarlas jamás. Ahora bien, ese es el diseño que Dios creó para nuestras mentes. Lo importante no es pensar muchas cosas sino aprender cuáles son las cosas verdaderas que pensamos y cuáles son las cosas falsas que pensamos. Eso es lo que diferencia al un ser humano inteligente de un ser humano que nos es inteligente. Sea cual sea la edad de cada ser humano. - Me acaba de dar una verdadera lección de inteligencia. Y ahora... ¿qué le sirvo? - De momento sólo espero... ¿Qué era esperar para Teppanaki Kenji? ¿Qué significaba esperar para Teppanaki Kenji? Una vez desaparecido el camarero del área de su campo visual, Teppanaki Kenji se quedó absorto, pensando para sí mismo mientras observaba el dibujo de las garzas de las servilletas de papel. - Nuevo día. Despierto y no veo las mismas cosas que ayer. Todavía, a estas alturas de los dos mil doce años después de Jesucristo, existen millones de hombres y mujeres insistiendo en dudas tan transcendentales como si somos o no somos una simple presencia temporal para acabar siendo nada. Es increíble que despierten cada día y no se den cuenta de que somos algo más que una presencia. Si nos miramos en el espejo del alma, cosa que muchos y muchas deberían ya acostumbrarse a hacer, podríamos deducir lo que en algún momento de mi existencia escribí en cierto lugar de esta estadía eterna. voy a recodar: "Como infinitos ríos todos discurrimos por las tierras humana formadas por nuestra propia piel. Somos algo así como un sólo corazón henchido de miles de millones de diafragmas en forma de hendiduras por donde circulan las ideas configurando sangrantes sinfonías de vivencias múltiples. Y a esas sangrantes sinfonías las podríamos denominar como el cuerpo/corpus de nuestras presencia en este discurso dialéctico que es la suma de todos nuestros "yo" y todos nuestros "porqués". Arribamos a las estaciones diarias cuando los soles amanecen y después de vivir una intensidad de emociones expuestas en las horas del desaire de los sentires firmamos la tregua del sueño para descansar de la fatigosa tarea que es sentir el peso de toda la existencia humana en cada uno de nosotros y de alguna manera más o menos total". Lo analizo porque tengo toda la existencia por delante y nada queda por atrás más que poder ser lo que fuimos en el instante mismo en que sabemos lo que somos. Como infinitos ríos. Eso es este despertar diario mirando en todas las direcciones. El futuro no está delante de nosotros. El futuro está dentro de nosotros. No es lo mismo mirar la vida como un horizonte finito al que hay que llegar para terminar en un estado que muchos llaman muerte... que entender que dicho futuro no tiene ese límite y que la muerte no es solución sino desesperación de los ausentes. Me ubico en mí para poder comprender que acabo de despertar para ser algo más que una simple presencia pasajera y mantengo la afirmación de que las transformaciones existen de tal manera que o somos algo más que presencia o no tiene sentido estar presentes en este hoy que es, a su vez, una consecuencia de ayer y una causa para mañana. ¿Somos o no somos algo más que una presencia? Muchos creen que la experiencia de la Eternidad es una utopía porque sólo se ven a sí mismos como materia nada más. Pero entonces yo me pregunto... ¿de dónde surge el latir de nuestros corazones? Desde luego, lo que tengo muy claro es que dicho latir no es materia, por la sencilla razón de que surge del alma. Y si hablamos del alma estamos diciendo que no sólo somos presencia sino existencia y no sólo somos existencia temporal sino existencia infinita. Llegamos al punto interesante de descubrir que cada vez que despertamos estamos viviendo un infinito que va a durar hasta el mismo día de hoy... porque todos los días del pasado, del presente y del futuro, son el día de hoy. Muchos se angustian ante el sentido mortal de sus pensamientos y, sin embargo, yo me doy cuenta de que los pensamientos tampoco son materia. ¿Cómo es posible decir que la vida se termina a través de los pensamientos? Eso es tan contradictorio como decir que vivimos sin alientos. Pues bien, ese aliento o hálito de vida, no nace de la materia sino de algo que pensé ayer y que se llama espíritu. ¿Alguien es capaz de poner barrera alguna al espíritu? Vana contradicción que, a estas alturas del Siglo XXI después de Jesucristo, ya debería haber sido solucionada de manera determinativa. Entro en el espacio de lo determinativo y me afirmo. Si alguien se afirma es porque perdura y si alguien perdura es porque nunca muere. Podrán discutirme los sabios del mundo que creo mi propia filosofía. Es cierto. Creo mi propia filosofía porque soy yo quien la vive. Todas y todas creamos nuestro propio "yo" en base a esos pensamientos que no son materiales... luego deduzco que de la materia no puede salir esta presencia en el día de hoy. Sale del milagro de haber despertado. Recuerdo mi pensamiento de anoche: "Materia sin espíritu es materia muerta y espíritu sin materia es espíritu vacío". Camino por las calles concentrado en mí mismo y me doy cuenta de que sigo siempre existiendo. Existí desde las primeras generaciones humanas porque soy producto directo de las primeras generaciones humanas y existo en todas las eternidades de las generaciones humanas porque esto dejando fluir mi presencia más allá de la materia para no ser un humano muerto y más acá de todo mi espíritu para no ser un humano vacío. Me suena a vacío existencial tanto la materia inerte como el espíritu silente. Yo nunca he visto a mi espíritu silente pues me habla y le contesto o le hablo y me contesta a través de este espacio de materia con el que paseo mientras pienso. Alguien dijo "pienso luego existo" y se equivocó al colocar el orden de los tiempos verbales. Soy de los que dicen "existo porque pienso", pero mis pensamientos no se quedan nunca en un simple existir temporal. No tienen tiempo los pensamientos; luego no es que piense que estoy existiendo sino que existo incluso cuando dejo de pensar. ¿Alguna vez habéis comprobado el ejercicio de vivir sin pensar? Es imposible que se logre tal ausencia... porque en el subconsciente, en esos momentos en que estamos ejercitando el vacío, permanece la memoria... ¿y qué es la memoria? Ni los que dicen que sólo son recuerdos del pasado llevan razón ni los que proclaman que sólo son la recuperación de lo que necesitamos para actuar hoy llevan razón. No. La memoria es, también y sobre todo, la proyección que vamos a vivir mañana. Quizás algunos aquí se pierdan en elucubraciones impersonales y abstractas porque creen que la memoria es impersonal y abstracta. Se confunden porque no han descubierto que la memoria es tan personal y tan concreta que es nuestro propio cuerpo convertido en idea. ¿Acaso las ideas son sólo proyecciones teóricas? Eso es imposible de aceptar. Las ideas tienen materia además de espíritu. Y ahí quería yo llegar para dejar el debate abierto. Somos idea universal creada por un Ser Superior y transformada en materia por dicho Ser Superior. Yo sólo me limito a crearme mi propio espacio en este universo infinito donde cabe desde el más recalcitrante incrédulo hasta el mayor creyente de las utopías realizables. Y es que vivir todos los tiempos en el día de hoy mismo es, precisamente, la existencia sabiendo que somos algo más que una presencia. Podría estar desarrollando más estas reflexiones pero me gusta abrir debates y consultar conmigo mismo para saber que he cumplido mi labor de despertar y se algo más que materia muerta y al más que espíritu vacío. Por eso soy Eternidad. - Hola... ¿eres tú Teppanaki Kenji? Teppanaki Kenji salió de su ensimismamiento y observó que, quien le dirigía el saludo, era la más dulce y bella geisha que él había podido conocer... pero, antes de responder a su saludo, recordó un sabio consejo de su padre: "Ante la belleza de una mujer ten, al principio, una distancia cordial; no seas nunca jamás grosero ante la belleza de una mujer, pero sé prudente y la mejor prudencia es estar tranquilo y mostrar serenidad". - Sí. Yo soy Teppanaki Kenji. - ¿Y es tuya esa llave de color verde? - No es mía pero la tengo yo. - ¿Eso quiere decir que se la has quitado a alguien? - No. Eso quiere decir que alguien la debe estar buscando. - ¿Puedo sentarme frente a ti? - Todos los objetos tienen una finalidad y los objetos más útiles son aquellos que inventamos los hombres para que los usen las mujeres tan bonitas como tú. Ella sonrió y se sentó. - Me llamo Tamiko Aiko... ¿sabes lo que significan?... - Tamiko significa Niña Extraordinaria y Aiko significa Niña del Amor. Además hasta riman de manera poética. - Entonces sí eres quien estoy buscando... pero perdona yo creí... - No lo digas. Estoy seguro de que pensabas que yo era algo así como un viejo. - Perdona que sea sincera pero no esperaba que fueses tan joven ni tan fuerte. - Yo también soy sincero si te digo que no esperaba que fueses tan niña ni tan bella. Ambos rieron al mismo tiempo. - ¿De verdad has sido tú el alumno más aventajado del Maestro Baba? - ¿Quién te ha contado a ti eso? - El mismísimo Maestro Baba. - También el Maestro Baba puede equivocarse. - El Maestro Baba no se equivoca nunca cuando habla en su cátedra y lo dijo delante de todos y de todas. - ¿Qué fue exactamente lo que dijo? - Que eras el más sabio de todos sus alumnos y que él aprendía mucho de ti. Al mirar a Tamiko Aiko, ahora que la luz del salón la alumbraba directamente, se notaba en su bellísimo rostro que tenía una enorme grandeza de alma. - ¿Qué es para ti la sabiduría, Aiko? - Supongo que ser el que más sabe. - La sabiduría no consiste en saber mucho sino sencillamente en sentir lo que se sabe. - Entonces el Maestro Baba estaba en lo cierto... - ¿En qué sentido? - En el sentido de que nos aclaró la diferencia entre la cantidad de los saberes y la calidad de los saberes. - Estoy de acuerdo. La mejor sabiduría no consiste en aprender mucho sino en saber elegir lo que se aprende. - Y si a la calidad le sumas la cantidad entonces tenemos a alguien más que sobresaliente. Como tú. - Eso quizás sea lo que ocurre contigo, Aiko. - Estoy totalmente segura de que si tienes la llave de color verde es porque también ocurre contigo. - Si te digo la verdad jamás he sido el número uno en los colegios, academias e institutos donde he estudiado. - Pero estoy segura de que lo eres en la universidad. - ¿Cómo sabes que soy universitario? - Es muy evidente. Sólo es necesario ver tu mirada. - ¿Y si te engaña la forma de mirar? - La forma de mirar puede hacer bien o puede hacer mal pero nunca engaña a quiénes estamossuficientemente preparadas. No es cierto que la cara sea el espejo del alma porque muchos y muchas se ponen la máscara de las apariencias; pero la mirada sí que lo es. Kenji observó que el agua que resbalaba por la ventana iba formando pequeñas gotas que surcaban el cristal como abriendo multitud de caminos divergentes pero con un punto común: acabar por fusionarse en un mismo conjunto. - En el conjunto de las miradas de un ser humano, Aiko, siempre encontramos el conjunto general de ese mismo ser humano... ¿crees que es verdadero o falso? - Que es totalmente verdadero pero ¿qué te hace pensar a sí? - Tendría que contarte algo sobre la lluvia y quizás no te interese y te aburras si te lo explico. - Estoy totalmente segura de que me interesa saberlo y lo que me interesa saber nunca me aburre. Cuenta. - Esto es lo que yo conozco de la lluvia, de esa lluvia que me ha empapado hasta los huesos a lo largo de mi todavía corta exsiotencia. La lluvia que me hace sentir que yo quiero seguir en las calles, envuelto en la neblina de los anónimos; abierto el corazón a esas madrugadas con miradas de mujeres perdidas, farolas encendidas a cuya vera poder encender un cigarrillo y combatir el sentimiento escribiendo un poema en el dorso de la mano de un imaginario vagabundo; esa lluvia que me ahce sentor que yo quiero seguir siendo ese que camina sin saber dónde está el final de todos mis caminos, yendo hacia el infinito de las compañías aisladas, las compañías del lucero y el perro vagabundo, poder sentarme a soñar cuentos en los bancos de los parques y comenzar el día leyendo los misterios de extenderse entre los gritos del silencio de esos seres que se pierden en el vacío de la noche anterior nada más que comienza de nuevo el amanecer porque no recuerdan en que estación de tren estuvieron vivendo sus últimas historias. Yo conozco esa clase de lluvia porque he intentado hallar eco a mi presencia dentro de los cómodos y cálidos aposentos de los santos, de esos que se enamoran de los cantos y las alabanzas sin saber nunca lo que es mojarse hasta los huesos... y he sentido el sabor rancio de los viejos señores sin más aprendizaje que las cómodas butacas de los salones de los grande Actos; yo conozco esa clase de lluvia porque he buscado hallarme en los cursos de aprendizaje de las letras doradas y he sentido la ausencia, la inexistencia y el abandono del palpitar de mis latidos. Como si el corazón se me hubiera secado de repente. Por eso yo quiero ser otra vez el que sigue en las calles, tomando el café de cada mañana muirando las miradas de alguna que otra chiquilla que está buscando algo sin saber qué es, perdiéndome entre las sílabas de las crónicas de un periódico donde puedo ser hasta yo el que ha escrito algo como "No necesito más presencia que este mensaje de sentirme aislado pero teniéndote a mi lado, en mi corazón". Y quiero ser, de nuevo, la ausencia, el olvido, esa sensación de no existir para seguir siendo el que siempre quiere ser, cigarrillo en mano, como un mendigo que encuentra en los pasillos del metro ese sentirse de nuevo más que un simple estar vacío. Salir de los Salones de Actos donde el orgullo de los grandes es, en realidad, una sequedad de sentimientos. Prefiero estar en la barra de alguna taberna bebiendo un poco de café y mirando a los ojos al alcohólico, a la prostituta, a cualquiera que quiera cruzar una mirada de ayuda, de socorro silencioso en una de mis sonrisas; y después, salir de nuevo a sentir la lluvia en la calle y volver a ser el que camina para poder existir, el mismo que camina para ser verdadero sentimiento, el que sube y baja las escaleras de cualquier pasillo en vez de estar en los dorados sillones de esos oradores que hablan tan lindo sobre un Dios lejano, un Dios que no es el Dios que yo busco... Yo conozco esa lluvia de la que ahora te hablo porque quiero seguir en las calles, porque no sirvo para estar con seres que no saben reír y para seguir siempre soñando, creyendo que en este mundo podemos encontrar ese hogar en el que nos hemos criado... el cielo... la calle... esas experiencias únicas e inolvidables de saberse vivos entre los ruidos del tráfico, el sonido del bastón de un ciego que tropieza con los cubos de la basura que están orillados, lejos de la presencia de los más pudientes, y poder sobrellevar el cansancio hasta el límite de este existir en la vida para ser alguien, para ser primero que alguien un ser humano, sin tanta santidad sobrante sino siempre con bastante santidad por conseguir. No quiero nunca rellenar poltronas sino sentir el suelo bajo mis botas al caminar. Que mis religiones sean siempre el viento, el sol, la lluvia, la nieve, la dureza de cualquier persona de un oscuro lugar donde pasar desapercibido y no ser reconocido por alguien a quien alguna vez incluso pude haberle ayudado a ser feliz. Yo sólo quiero la poesía de la luna cenando contigo en cualquier lugar... pero con amor... sólo por amor... y nada más que para el amor. ¿Qué quieres comer? Tamiko Aiko se quedó tan sorprendida que tardó varios segundos antes de reaccionar. - Decide el menú tú mismo pero que sea algo que se salga de lo normal para que la sorpresa sea el mejor ingrediente. Teppanaki no lo dudó ni un isntante. - De primer plato dos huevos fritos con patatas. De segundo plato mejillones picantes. La bebida y el postre lo decides tú porque tú tienes la última palabra para comer conmigo o buscarte a otro que te ofrezca el más deslumbrante menú de este lujoso restaurante. - Para beber leche desnatada y de postre, por ejemplo, plátanos sin pelar. A Teppanaki se le escapó la sonrisa. - ¿Plátanos sin pelar? - Si. He dicho plátanos sin pelar para que nos sorprendamos si están bien maduros o todavía están bien verdes. De cualquier manera prefiero descubrirlo por mí misma a no que me lo den ya descubierto del todo. A Teppanaki se le escapó otra sonrisa. - ¿Quieres que te cuente algo sobre lo que entiendo yo que es una sorpresa? - Solamente hasta que llegue el camarero. - Bien. Seré breve y conciso como dicen que debe ser una buena redacción universitaria y con lo cual yo no estoy totalmente de acuerdo porque no es un axioma exacto. He visto redacciones de una sola hoja que dan náuseas leerlas y he visto redacciones de hasta cien hojas que da pena que no sean de doscientas hojas por su enorme interés. Lo de "lo bueno si es breve dos veces bueno" no es cierto. Es sólo una relatividad nada más. No estoy de acuerdo con lo que dijo Baltasar Gracián y no te lo explico para hacerme más gracioso que Gracián ni para hacerme más interesante que el mago Baltasar en el portal de Belén. Ahora fue Aiko quien sonrió. - Está bien. Cuenta hasta que termines y si se presenta el camarero que espere. - Esperar. Eso es lo último que me enseñó el Maestro Baba. - Y quizás lo primero que debemos aprender en esta vida. Dime algo sobre la sorpresa a ver si me sorprendes también ahora. - Regálame sólo dos segundos, uno por ti y otro por mí, para memorizar... - Tienes los dos segundos concedidos. Quizás sean hasta trascendentes. - Eso espero. Dos segundos después Teppanaki comenzó a narrar. - He despertado con la claridad de la mañana y veo que tengo otro día ante mí. Y que tengo que vivirlo. Saludos a todos y todas. Emma Thompson dijo una vez que ¨Los únicos errores que cometemos en la vida son las cosas que no hacemos". Y Lucio Anneo Séneca, que nos observa desde la Antigüedad del pensamiento humano, expresó en su dia que "La vida es una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada". Tengamos en cuenta estos dos pensamientos para vivir el día de hoy. En primer lugar, es necesario ir ligando segundo tras segundo con nuestras ideas (no importa de qué color las vayas pintando para hacerlas más brillantes aún) y que los errores que siempre los hay vengan a ser ésos mínimos detalles que se escapan sin querer y que hacen dar a la existencia un cierto sentido de interrogativas que hay que despertar en nuestras conciencias y absorberlas como responsabilidades propias si es que somos seres humanos con dignidad. En lo bueno y en lo malo hay que seguir al pie del cañón esperando la victoria diaria. Que lleguemos de nuevo a la cama tas haber conquistado algún minuto de gloria que haya servido para hacer este nuevo día ya inolvidable. Segundo lugar: las leyendas nacen repentinamente cada día. Hoy es un día muy especial y podéis, desde ahora mismo, cuando os levantéis (yo lo he hecho a las 6 del amanecer) hacer del día una leyenda viva. Recordad, aunque no seáis ni creyentes ni deséis serlo jamás en la vida, no os angustieis por lo tanto y echadle el suficiente valor como para vivirlo. Puede ser que hoy, como ocurre diariamente, Dios te esté esperando para darte la sorpresa de una Transformación Milagrosa. Yo creo en el 16-18 sea cual sea la fecha que esté viviendo. Y Jesucristo siempre cumple. Termino este saludo con un mensaje de reflexiones que le envíé hace años a un gran amigo: Entiendo muchas cosas que pasan y otras muchas cosas que no pasan. Pero no las entiendo como algo que aprendí a formular en algún momento de la concurrencia de esas cosas en mi ánimo. Es más, reconozco que en principio no las entiendo casi nada... porque entender las circunstancias de las cosas que nos ocurren o que ocurren a nuestro alrededor no es un aprendizaje de escuela o de universidad ni tan siquiera un aprendizaje del intelecto... porque nos pillan casi siempre de sorpresa. Y entonces es cuando tenemos que aprender sobre el mismo terreno de batalla. Gracias por comprender ese hecho de las equivocaciones. ¿Quién, siendo humano, no ha aprendido a aceptar las equivocaciones como escuela del aprendizaje diario?. !Cuántas veces, compañero, quisiera haber podido detener los minutos de la vida y haberme puesto a pensar... cuántas veces!. Pero la vida es un torbellino que a veces nos pilla impensados. Y tenemos que actuar porque estamos vivos. Y ahí es cuando algunas veces acertamos y otras veces nos equivocamos. Entonces es cuando me pongo a pensar y comprendo ciertas cosas que no comprendía, y entiendo a ciertos seres que no entendía, y asumo ciertas responsabilidades que no asumía... y, en definitiva, maduro aspectos que antes no habían madurado del todo. Lo importante, después de todo, y estoy de acuerdo contigo, compañero, es tener una vida por delante para superar momentos y para crecer... y es por eso por lo que me encanta tener amigos y amigas en este planeta llamado Existencia... porque no sólo está el hecho de concurrir a los amigos concretos del día a día, sino que es gratificante y hermoso saber que hay otros seres humanos más allá de la pantalla, en otra pantalla,en otra distancia llamada comunicación, en la misma onda, que te entiende y te comprende, para hacerte sinónimo de pertenencia a la Humanidad. ¡Buen Día, amiga Humanidad!. - ¿Que desean comer los jovencitos? - ¡Ah! ¿Pero estaba usted escuchando? - No pude evitarlo. Lo dijo usted bien alto y bien claro. - Pues entonces, de primero dos huevos fritos con patatas, de segundo mejillones picantes, de bebida leche desnatada y como postre dos plátanos sin pelar. - ¿Para los dos? - Sí. Para los dos. - ¿Ha dicho usted plátanos sin pelar? - He dicho plátanos sin pelar. - Le advierto que cosas muy raras han pedido en este restaurante pero este es uno de los menús más raros que nos han pedido o quizás el más raro sin duda alguna. - La rareza es quizás lo único que nos distingue a los seres humanos de los animales. El almuerzo discurrió, todo él, en un absoluto silencio entre los dos. El local estaba completamente lleno de comensales. Teppanaki Kenji y Tamiko Aiko sólo se miraban, de vez en cuando pero con intensidad, como esperando a que alguno de los dos rompiera el fuego; pero las "armas" estaban apagadas. No así sus corazones que latían al unísono como si escucharan una sinfonía de Mozart. Solamente el runrún de los demás les hacía saber que estaban vivos y que estaban viviendo una verdadera aventura de amor. La lluvia había acabado cuando acabaron de comer y ella rompió el silencio. - ¿Estudias o trabajas, Kenji? - Estoy condenado a hacer las dos cosas al mismo tiempo. - Antes de empezar a almorzar dijiste que hoy era un día especial y es cierto. - ¿Qué tiene de especial el día de hoy? - Que hoy cumplo exactamente 16 años. - Buena edad para comenzar a caminar. - ¿Quieres caminar conmigo, Teppanaki Kenji? - Hacia dónde, Tamiko Aiko. - Hasta nuestra Gran Decisión. Él sólo contesto con un monosílabo que decía todo lo que se encerraba en su corazón. - Sí. Tamiko Aiko recogió la llave de color verde y la introdujo en su bolso. - ¿Qué significado tiene esa llave, Aiko? - Es la que abrirá nuestro futuro. - ¿Algo así como un nuevo hogar para los dos? - Exacto. Teppanaki miró el recibo, sacó el dinero y lo dejó sobre el platillo de barro cocido. Ambos se levantaron de la mesa y, ajenos a todos los comentarios de los demás comensales, abrieron la puerta del Komuro y salieron a la calle. Unieron sus manos y se fueron con rumbo sólo por ellos conocido. FIN
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