Ella era una niña
con sus sueños serenos,
dibujaba un arbolito
un floreado duraznero...
Era su amable pintura
colorida sin sus miedos,
de un tronco marrón claro,
y pétalos tan pequeños.
Infancia del lapiz amado
al ver su arbolito hecho,
trazado con cariño
he ilusiones con derecho.
 
Mas los años se pasaron
y el pulso se fue perdiendo,
pero el árbol quedó grabado
en la mente del recuerdo...
Décadas y años,
troncos y floreros
hojitas verde claro 
coloridas sin susu miedos...
y estaba allí el árbol
en un rincón, el duraznero,
juego de su infancia,
puro entretenimiento.
 
Su mano arrugadita 
lo intentó hacer de nuevo
en una hoja perdida
con tinta azul del tintero...
y quedó solo en la mesa
el dibujo claro y teirno
colores de alegría
del árbol duraznero.
 
                                       Ana Belén Codd