NO HAY cerebro. No hay espíritu, mente ni conciencia capaces de entender o abarcar el más pequeño fragmento  de esta inmensidad. Ni con la palabra ni con el silencio. Ni con el arte. Tampoco sirven la ciencia o la religión, ambas limitadas por supuestos. ¿Cuál es la discrepancia entre una ecuación y un acertijo?  Con nada puedes acercarte a lo total. Ni tiempo ni espacio. Ni materia ni energía. Nada más restringido que el palabrerío de la filosofía o la vana esperanza de la teología, caminos que no conducen a ninguna parte pero siempre te alejan cada vez más de ti mismo. Dios es pequeño. Sin embargo, ¿qué me permite pensarlo, hablarlo, escribirlo, abarcarlo o rechazarlo? ¿Hacia dónde queda hoy la eternidad? ¿Quién soy y dónde estoy? ¿Dónde estuve y dónde estaré? En cualquier espacio que elija siempre estaré perdido sin remedio. La poesía es una brújula para desorientarte gratamente. Nunca llegaremos a ningún sitio. No tenemos de dónde partir. Los iluminados están en una habitación y los alucinados en la habitación contigua del mismo subterráneo.


LA MÚSICA nos aproxima a Dios, no tanto porque nos conduzca a su inalcanzable presencia, sino porque nos aleja de nuestra naturaleza bestial.


EL HOMBRE no sólo se sirve del lenguaje para expresar cualquier cosa sino, lo más importante, en esta época de moderna demencia cualquier cosa se sirve del hombre para expresar su lenguaje. El arte de lo monstruoso, el arte de lo deforme y grotesco, es fruto visible de lo creativas que se vuelven las cosas cuando ocurre tal intercambio.


EMPLEARÉ el absurdo no para alcanzar la razón, como quería Paul Eluard, sino para que la razón no me alcance y me limite la imaginación; para que la razón no asuma el compromiso inhumano de explicarme los milagros o llenar de argumentos la implosión de la cotidianidad en mi alma. Es una carrera que comenzó en la primera línea del primer poema que escribí, a los nueve años de edad, observando el cielo azul en una finca de Calarcá –Santo Domingo bajo– rodeado de árboles y que, hoy por hoy, va por los puntos suspensivos del más reciente haiku.


CUANTO más bajo están los individuos, menos información existe para ellos; más distantes se encuentran de la información que puede ayudarles a subir en la escala social. Quítale información a la gente y la tendrás siempre abajo, en niveles de existencia y de relaciones sociales desinteresadas de la realidad. Podrás inventar para ellos otra realidad, otros valores, otras verdades y otras ilusiones desde las cuales podrás manejarlos a tu antojo. El espectáculo es el arma más eficaz. A una pequeña colectividad, a un país, a una enorme población mundial, puedes hacerles consumir información errónea, adulterada, ilusoria, y la aceptarán gustosos.