SI NO le temes a Él, ¿qué puede quitarnos Dios? ¿Este mundo? ¿Este cuerpo? ¿Estas miserables pertenencias y dependencias que nos anclan en los más despreciables y vacíos, los más efímeros apetitos e ilusiones? Es gracioso el miedo que tienen los seres humanos a los anuncios del fin del mundo, con su caudal de catástrofes y cambios. Tiemblan ante todo tipo de profecías que escuchan. Se inventan torturas cuando no encuentran suficientes las que reciben de los delirantes vaticinadores de apocalipsis. Cada mil años desempolvan a Dios pero le dejan la cara tiznada, de ídolo cruel y sediento de muertes.


SI ALGUIEN escribe un poema o publica un libro de poemas, es su experiencia y no la mía. Es su forma de ver, apreciar o despreciar la vida, el mundo y la gente a través de palabras e  imágenes particulares, ajenas a las mías, distantes de mis emociones y mis sentimientos. Tal vez opuestas a las de mi propio destino. No tengo por qué identificarme con ellas.

NO TENGO intimidad real con ese libro o ese verso, con ese cúmulo de conceptos o metáforas los cuales, por bien escritos que puedan parecer, no son míos. Es una experiencia poética superficial o profunda, sincera o simulada, que no debe condicionar la mía ni conducirme a percibir el mundo como ese poeta lo sufre  y deforma. Son autores que viven dentro de un basurero, por ejemplo, cuando hacen gala de sus defectos y vicios, de sus demencias. Si vivo en un jardín, ¿por qué he de aceptar sus relatos y negar los míos? Ellos tienen derecho a devorar ansiosos cuanta basura deseen y sean capaces de asimilar, lo cual no invalida el dulce sabor de la manzana que consumo.
 
DEBO dejarlos solos con sus errores o talentos. No involucrarme con sus terrores, sus angustias ni su filosofía de la vida. Debemos protegernos de los venenos de este tipo de poetas. ¿Qué puedo encontrar de admirable en un poeta como Raúl Gómez Jattin (Colombia) describiendo sus relaciones sexuales con múltiples animales? Él le llamaba a esa descripción poesía. Yo no la llamo así ni la considero arte literario. Es su experiencia, no la mía. Aunque a este tipo de textos le llamen poesíay algún tipo de gente le rinda reverencia literaria a estas enfermedades, yo disiento al buscarle mejores opciones poéticas a mis emociones y sentimientos.

 A no ser que haga lo mismo y por eso me indentifique con tal tipo de escritura.

¿Debo aceptarles su literatura nauseabunda porque venden muchos libros? ¿Porque ganan premios o porque cualquier comentarista de periódico lo recomendó?... Pueden describir mi entorno social y eso no significa nada para mí. Mi espacio interior es privilegiado, sin fronteras. Camino por él sin ninguna norma ajena.