Canta el poeta sus odas
para no morir por dentro...
y siguen sonando las horas.

Siempre embarcando de nuevo
mar adentro... mar adentro...
buscando ese renuevo
al sentir el mar abierto
de los versos... las palabras
que vibran con el acento
de su recitar poemas
que surgen de su talento.

El viento,
soplando en la calle oscura,
está en continuo movimiento.

Blancas las horas del sueño
y en el pavimento
de la oscura callejuela
pide limosna un hambriento.

Canta el poeta las formas
de este parecer un cuento
entre las sombras de plata
bajo el cielo descubierto.

Y el frío del vagabundo
se mezcla en el sentimiento
del poeta que desgrana
uno... dos... hasta ciento
de versos llenos de alma
en el Café del concierto
donde el público le aclama
con aplausos. Y contento
un gato cruza la plaza
rozando el cuerpo ya muerto.

Yerto
queda ya el triste poema
en el Café de este puerto
donde embarcan los marinos
y huelen las rosas del huerto
de un cura con negra sotana
que reza en su aposento.