Para: Luis Antonio Aranda Gallegos, amigo de Textale
 
 
¡Qué importa, señor Derrida, que Nietzsche haya olvidado su paraguas!

¿Por qué tanto misterio con ese simple apunte del filósofo de La Engadina? Complíquese     usted solo y no llene nuestra vida de estúpidas complejidades con sus reflexiones y  notas interpretativas sobre el olvidado paraguas de Federico.

Nietzche lo habría golpeado a usted con él. O mejor, tal vez lo habría abierto bajo el sol.  Lo habría dejado llevar por una corriente de aire, frente a sus ojos.Yo, y esto sí es delicado, olvidé dónde vivo. Quiénes viven conmigo y por qué razón camino ahora entre la lluvia, sin paraguas, sin afán, con esta sonrisa  extraña para cuantos pasan por mi lado.

Le pregunto, señor Derrida: ¿Quién regaló el paraguas a Nietzsche? ¿En qué momento de sus reflexiones filosóficas, posteriores a la escritura de Zaratustra, adquirió el paraguas, optando por un color y no por otro? ¿La hermana de Nietzsche tenía paraguas, y si los tenía, dónde los guardaba? Preguntas ontológicas como para que usted, señor Derrida, dé rienda suelta a sus explicaciones,  sus devaneos intelectuales y su lenguaje. Me impresionaré y lanzaré un enorme ¡OH!, por la marginalidad de sus temas.Vomitaré sobre usted, como usted vomita sobre la filosofía.

Posiblemente al final de esta avenida yo encuentre mi hogar y mi alcoba. Y en ella encuentre varios paraguas semejantes a los que usan los hombres en las pinturas de Magritte. Una útima pregunta, señor Derrida, ¿Nietzsche no pudo olvidar también un pañuelo, cualquier objeto?

¡Mi cuerpo, Dios mío, olvidé mi cuerpo!