Existo desde entonces a la sombra de este árbol
agitando mi corazón que se desborda por el pecho.
Cuando roza el viento mi pelo para dormirme
lo atrapo y lo huelo por si encuentro tu aroma.
En las caminatas cuando el techo imaginario expira
llorando lágrimas de sangre que se extienden por su cuerpo
me tiendo en la pradera para que toque la cara
y  busco en mi piel la ternura de tus manos por si están en la hierba seca.
No espero la inmensidad del futuro.
No busco la vida en recuerdos profundos.
Porque son sendas que no me eligen y caminos andados ya perdidos.
Miro la eternidad de los colores
golpeando mis ojos para quedar ciego.
Y aún así buscarte en los matices infinitos del blanco y negro.
En el río poso mis alas que han crecido gastadas por el vuelo
y en el murmullo de su agua espero tu voz calmada.
No sé que es sueño o realidad
el alma en un limbo se columpia en la simpleza.
Puede que sea eterno o viaje fantástico desprevenido
Y te busco en el sabor que me dejó la incierta vida.
Permito el vuelo de mis soles y los dejo libres para quedarme en las noches.
En algún día del calendario eterno florecerá mi árbol y verdeará mi pradera
Y sabré si desde la muerte me buscas para seguir estando muerto.
Si estás en la vida para seguir viviendo.
O si no me buscas para seguir bajo mi árbol seco y mi pradera seca,
queriendo todo lo que llegue para seguir buscándote.