Liv iridiscente, observa el cuarzo y las palabras aparecen, murmullo atlántico sobre los riscos, escarpado deseo leído entre gotas de tormentas que aún no han de caer, Liv recorre el precipicio mirando la vida que renace entre los musgos, sus ojos estan saboreando los tonos de una luna que ha prometido volver, diez giros del conejo, mil abatimientos de estrellas, un olor tan anhelado que no esta nunca en quien lo porta, sino en la unión de los argentos que estelan los cometas. En la otra orilla, algo espera... transformado en ánimal sueña provocar la risa de Liv: Estelar, cuerpos distentidos en crepusculos occidentales, somnolencia del placer que recorre los poros. Entre el gémido y los vórtices un lugar donde los remolinos sugieren el disparo, lentamente surge el deseo, con curiosidad observarás los gestos, insistiré en detener el goce hasta que las palabras sean caricias lunares, sombras que diluyen tu silueta hasta volverte magma. Volcán sembrado de asteroides, huecos que se reencuentran en la nocturna sensibilidad, polos helados deslizandose hasta formar nuevos bordes, territorios candentes donde el pincel formará labios, mucosas distendidas crearán constelaciones humedas, palpitantes. Sin rumbo las lunas colapsan, polvo oscuro rutilante es el centauro, tu división es colmada mientras se fusiona el toro con la espiga, volcando la furia en las grietas terrenales, el semen despliega los signos, hasta tocar las dunas rosadas, ergidas ante el viento que ondula los filamentos que las lenguas diluyen, atrapando las corrientes hasta lograr una profundidad exacta donde las respiraciones dan cauce al ritmo precipitado del corazón. Un vuelco, danza de arcos sobre cuerdas infinitas, pulsiones solares entre las piernas, el instrumento se incha para conocer el vaivén de las mareas que calman la sed de los escorpiones oceánicos. Espuma en la aguja que teje los hilos, trazo de caracolas que deslizan sus cuerpos hasta que los mantos de piel construyen el disfraz de la original constelación. Livescorpio: Ensonación que sigue el claroscuro de los faros en que los marineros ofrendan a Poseidón cada mástil propenso al avatar de las olas fulgurantes. El sabor del sueño en que las serpientes son sirenas el veneno dual de los cuerpos que inquietan soledades reconocimiento fugaz del navío sumergido en venas de coral.