Historias que no suelo contar.
Publicado en Feb 15, 2009
De perfil le sentaba bien el color negro, un cuello blanco y largo de bailarina, una silueta delgada. La blusa ligeramente escotada y la mirada perdida en no sé qué pensamientos, en silencio me dispuse a contemplarla.
El sol iluminaba tenue la habitación y bajando la vista pude ver la curva natural de unos pechos delineados, que la luz permitía apreciar en todo su esplendor. Comencé a dibujar un boceto. Las líneas fluían, los labios finos, la curva de los hombros, los pechos erguidos. De pronto un tirante del vestido, resbalo por el hombro, absorta no hizo un gesto por volverlo a su lugar. Me dí cuenta de lo engañosa que resulta a veces la ropa, tantas veces que la había mirado sin percatarme de su belleza. Volteó despacio la vista y enfrentó mis ojos que aún miraban su torso desnudo. Sonrió cómplice y se fue acercando lentamente, miro los trazos del dibujo, se inclino sobre la mesa. Esbozando una sonrisa, me dijo: ¿Así es como quieres que lo haga, cariño? Si, pero más natural. Mientras llega, tomemos una copa.
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