UNA MELODA EN EL INFIERNO
Publicado en Oct 26, 2012
(Basado en el mito de Orfeo y Eurídice)
Ahí estaba yo, en la orilla del Estigia, con mi arpa como escudo y con mi dolor como espada. Con pocas o nulas posibilidades de cruzar al otro lado, mi corazón aun latía y mi cuerpo no era alma y ninguna moneda para persuadir la calma... Se acerco el barquero, oscuro, tétrico entre aquella niebla que nada dibujaba. No dijo nada, solo estiró la mano esperando su paga, no dije nada solo subí sin pagar, me miró con sus ojos fríos, sin brillo, se me heló la sangre, no iba a bajarme a estas alturas, ¡tenía que encontrarte!… Antes de acertar un golpe con su remo, mi arpa se dejó escuchar, las líricas del sonido gritaban tu nombre, las cuerdas lloraban tan tristemente que el sonido del llanto creaba melodía. Caronte no miró esta vez, escondió su rostro entre la tela oscura que caía de su cabeza, mis manos y mi arpa continuaban llorando tu ausencia mientras partíamos a donde solo las almas tienen entrada… ¡Es el Hades el que tienes que cruzar!... Persuadían que no partiera rumbo al valle de los muertos, ¡no perteneces ahí! Decían sin cesar... ¡eres piel, ella aire! ¡Eres calor, ella es frío! ¡Eres esencia, ella un suspiro!… No soy piel, no soy calor, no soy esencia, ¡sin ti SOY NADA! y a la nada voy… Llegamos por fin a la orilla del río. Una enorme bestia con mirada inyectada de furia gruñía desde la entrada, bajé de la barca sin temor a nada, de nuevo las notas de mi arpa me dieron la entrada, aquel monstruo bajó sus tres cabezas rendido ante el dolor de la melodía para abrirme el paso entre las penumbras y el fétido olor a podredumbre que anunciaban el trono oscuro. Ahí estaba él, enorme, majestuoso, terrible, adornado de gritos y de lamentos, de cuerpos colgados y rostros desesperanzados, a su lado su mujer, quien tan divinamente desentonaba con el paisaje. - ¡Devuélveme a mi mujer! ¡tu tienes la tuya! ¡Devuélvemela ahora! – grité a quemaropa. Él se levanto amenazante con lumbre en los ojos y mirada aniquilante. Entonces fue ella, quien se adelanto, la dulce Persefone, detuvo con una sola mano a su marido. Fue ella quien se dirigió a mí. - Todo lo que ves aquí pertenece al inframundo, la bella Euridice fue reclamada por el mismísimo Hades, y no podrás llevártela sin dar nada a cambio, ¿entiendes? ¿que cosa puede ser tan hermoso, que pueda compararse con tu amada?… - ¡NADA! ¡No hay nada que a ella iguale! – grité Y lloré de rabia… tomé mi arpa y lloré de dolor, toqué mi arpa y los lamentos lloraron, toque mi arpa y Persefone lloró, toque mi arpa y Hades lloró… ¡HADES LLORO! - ¡Te equivocas! - Bufó de pronto Hades interrumpiendo mi tonada – !Esa melodía es más bella que cualquier mujer! !esa melodía es tan hermosa como tu amor por ella!.. !esa melodía es quien te devuelve a tu esposa! Mi corazón volvió a latir y mi alma se acomodo en mi cuerpo. - Pero tendrás que seguir las reglas del inframundo para salir de él, y para sacar a un alma de aquí tendrás que ir delante de ella, no podrás, por ningún motivo voltear a verla, ella te seguirá, y será tuya una vez que los rayos del sol haya bañado completamente su cuerpo. Y así partimos de regreso… con tus pasos detrás de los míos, con tu olor mezclándose por fin con el mío, - te sigo, te amo me dijiste. Ojalá no hubieras hablado, ojalá y no te hubiera escuchado, ojalá y estas ganas de verte, de tocarte y de abrazarte se hubieran quemado en el mismo infierno de donde venías, faltaba un poco… tan solo un poco… El sol por fin bañó mi rostro, y tu voz se volvió a escuchar… - te amo Orfeo y siempre te voy a amar. No pude más, volví mi rostro antes de que el último rayo de sol te alcanzara y tu voz, tu presencia y tu esencia se desvaneció… se hizo... NADA…
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