Yo te ayudo, t me ayudas
Publicado en Nov 05, 2012
Al escritor, no le interesaba ver, si calificaban sus textos con una o hasta cinco estrellas en una página de Internet en donde los había subido, sino que estaba agradecido con las personas que, de alguna ma... nera, se habían tomado su tiempo para leerlos, pues desde mucho tiempo atrás ya estaba ¨estrellado¨, al considerarse un artista desconocido, casi invisible entre su soledad y entre sus cuatro paredes que lo envolvían con un dolorcito de cabeza constante por tener muchas ideas esparcidas en su cerebro.
Un día, decepcionado de uno de sus textos, decidió salir de su ¨ratonera¨ para respirar aire puro al no soportarse ni el mismo de sus olores de sudor y de gas butano. Antes de llegar a su destino, pasó por una dependencia pública repleta de personas, quienes esperaban a ser atendidas por los burócratas que, naturalmente, estaban saboreando su cafecito en tiempo de labores. Al no encontrar ninguna silla, se escondió en un rincón. Esperó, pacientemente hasta que los funcionarios tuvieron la decencia de trabajar. Tú me ayudas, yo te ayudo, así fue, cómo él se imaginó la discusión entre el empleado y el ciudadano, de lo contrario su documento saldría en algunos meses, o quizás jamás. Luego de salir la persona extorsionada, también él abandonó esa oficina, encontrándose con otra realidad, la cual estaba aconteciendo al otro lado de la acera. De nuevo fantaseó otro diálogo entre un chofer que se había pasado la luz roja y un policía de tránsito. El infractor, reconociendo su falta, respondía: Hágame la boleta, por favor. Recibiendo una respuesta: Fíjese, que ya se acabaron, así que el auto se tendrá que ir al corralón y pues ahí ya sabe cómo son mis colegas. Así que si usted me ayuda, yo le ayudo a que no sea desmantelado su auto, así todos quedamos contentos y después puede ir a tomarse un cafecito tranquilo en aquel restaurante. Siguiendo su recorrido no le quedó más remedio que entrar a ese famoso restaurante, donde el desconcertado conductor, en vez de beber un café, prefirió un té de tila para calmar su culpabilidad por haber participado en ese acto de corrupción. Luego, de calmarse, el cuentista saboreó por fin un capuchino. Enfrente de él, observó a una mujer mayor con un hombre joven, que entre bocado y sorbos de brandy, parecía que estaban hablando sobre ¨amores¨. Con morbo, el narrador con sus orejas hacia delante y sus ojos mirando a la calle para despistar a la pareja, sorpresivamente no escuchó lo que se había imaginado, sino un plan para que el novel escritor quien se había presentado a un concurso literario con un seudónimo ganara el concurso. Su madrina iba a ser parte del jurado. Cuando los escritores salieron felices del local con algunas copas de más, él se quedó tranquilamente a leer el periódico y ahí vio en el encabezado de la primera página, cómo un Ministro había recibido dinero de una empresa extranjera por la concesión de la draga de nuevos pozos de petróleo. Finalmente, ¨el escribidor¨; ahora sí, se fue tranquilo hacia la playa con el deseo de respirar aire puro. Luego se pondría a trabajar entre cuatro paredes sin dolor de cabeza en un nuevo relato que lo nombraría: ¨ Tú me ayudas, yo te ayudo¨...
Página 1 / 1
|
Carlos Campos Serna
Julia Norat