¿Me das un beso o te lo robo?
Publicado en Nov 07, 2012
La noche era fría y oscura con tonos marrones que anticipaban una humedad inevitable. Se dejaba escuchar el eco de una ciudad dormida ansiosa de un nuevo día. A mi alrededor, todas las caras reflejaban el hastío, la ilusión, el cansancio, la emoción, la embriaguez y la lujuria.
De la colonia Del Valle a Paseo de la Reforma en transporte público son alrededor de 20 minutos, tiempo suficiente para crear más de una historia de vida para cada uno de los pasajeros del autobús. Incluyendo el análisis froidiano del porqué la insistencia de los ciudadanos de no recorrerse hacia el final de la unidad. Al llegar a Paseo de la Reforma vuelvo a admirar la belleza de la ciudad y como siempre, vuelvo a admirar y a detestar las instalaciones del Senado de la República. Reforma luce vacío y en cada una de sus esquinas se hace presente la nostalgia del tiempo e historia que la magnífica avenida resguarda en lo más profundo de sus entrañas. Camino rumbo al norte del lado derecho de la acera, siento el aire fresco que se desvanece por mis mejillas, por mi nariz, por mis piernas e indudablemente por mi pene, que se esconde detrás de una bermuda verde sin la presencia de ropa interior. Sigo avanzando. De frente observo una silueta de aspecto varonil y pienso "Claro que sí". En efecto, mi ojo clínico no me había fallado. Era moreno. Sus ojos me hacían recordar la llama de la vida y el deseo. Sus párpados eran prominentes, lo que me hacía relacionarlos con un gusto por la lectura. Sus manos eran grandes y suaves, lo que me hizo imaginar un estudiante exitoso. Su cuerpo era extraño: Su pecho reflejaba las carcajadas de la evasión y la interminable búsqueda del hombre ideal para acabar de amamantar y superar una etapa del crecimiento. Su abdomen era sólido y plano, lo que me hizo renegar por las diferencias étnicas. A pesar de ser de aspecto varonil, dominante y conductor, resultó todo lo contrario y ante ello, tuve que utilizar de manera inteligente mis habilidades. -Hola, yo Davo ¿cómo te llamas?- Miró con atención mis brackets y me respondió. - "Toño" - En efecto, era el clásico chico de clase media-baja al que con el sólo tono de voz se les notan las raíces. Inmediatamente después llegó a mi mente un pensamiento con humor negro y ácido que me hizo reflexionar y recordar que no andaba buscando el amor de mi vida. -"Tenemos dos opciones, le dije. ¿O me das un beso o te lo robo? Después esta frase encantadora lo tomé de la cadera y frente al Caballito de Sebastian, le di un beso increíblemente hot. Lo tomé de la quijada que enmarcaba su rostro mientras que mi otra mano acariciaba sus nalgas además de su pito. Ante ello, el metió su mano por abajo de mi bermuda y tomo mi pito con un frenesí que hasta cierto punto, me fue un poco doloroso. Sorprendido de que no traía ropa interior, acarió mis testículos con una delicadeza que me sobre exaltó. "Vamos allá atrás" -le dije-, señalando la calle que da justamente al Palacio Chino, aquél cine que ha soportado sismos y contingencias y que ha sido sede de varias historias populares. Caminamos por esa larga calle que bajo los efectos de la mota me llenaron de adrenalina la cabeza, esto por la posibilidad de que una patrulla nos encontrara escondidos; cojiendo. Encontré un lugar escondido y oscuro y lo pegué contra mi pecho al mismo tiempo que lo besaba y metía mi lengua a su boca. Con una loca intensidad y deseo, Toño se inclinó, bajó mi sierre y cuanto antes se metió a la boca mi pene. Abría la boca y chupaba sin parar, ensalivaba la cabeza y lamía mis testículos. De pronto, sentí como abrí su cogote con mi verga y eso me excitó mucho. Continuó mamando hasta que se paró y me preguntó ¿traes condón? Más tardó en preguntarme eso cuando ya estaba en cuatro patas frente a la pared, como si fuera yo el policía y lo estuviera revisando. Eché saliva en su culo y metí mi dedo dentro de su ano lampiño y limpio que me excitaba cada vez más. Aún recuerdo la presión que ejercía su esfínter en mi glande, me gustaba imaginar un ano de tono rosado, estirado y atractivo. Toño gemía de manera particular. Era un tono masculino allegado de un placer femenino. Le abrí las nalgas y empujé más. Tal fue mi sorpresa, que de alguna extraña bolsa mágica como de las de los dibujos animados Toño sacó un frasco de poppers e inhaló. Ese olor siempre ha levantado las fantasías más eróticas y perversas de mi ser. Justo cuando más se empinaba colocó su brazo por encima de su hombro ofreciéndome el elixir de Baco, el Dios del vino y el ímpetu sexual. Agité con mucha fuerza el frasco e inhalé tanto como pude, cuatro jalones le dí imaginándonos en una escena de película. Yo, un tipo que ha dejado la vanidad para otros tiempos, un tipo al que muchos miran como sujeto raro. Yo, un tipo que en ocasiones prefiere pasar inadvertido y parecer siempre acorde con todo; cojiéndome a un desconocido en el pleno Centro de la Ciudad de México, infringiendo las leyes y enfriándome las nalgas al aire libre. Toño movía las nalgas de una manera particular al momento que se volteaba para besarme. Introduje mis dedos en su ano al mismo tiempo que metía y sacaba mi pito de adentro. Una vez impregnados de olor de vida y muerte, metí mis dedos en la boca de Toño para que saboreara el elixir del hedonismo puro. Un ligero olor fecal recorrió nuestras narices al momento que ambos chupábamos mis dedos. "Me encanta tu verga", dijo y justo en ese momento se puso en posición de cuatro en la calle, justo en el instante en que se abría las nalgas para que entrara mejor mi "cock". Con el frasco de los poppers en la mano,jalé tanto como pude y una vez que sentí el efecto, nalguié sin cesar a Toño de tal manera que el ruido llegaba hasta la Alameda Central. Toño estaba encantado con las nalgadas y sentí su eyaculación al tiempo que su próstata latía con fuerza en mi pene. En efecto, Toño se vino sin masturbarse. Era un rey, lo volví a lograr, soy un excelente activo. Lo seguí penetrando. Por alguna extraña razón nunca he podido venirme dentro de los cabrones y por ello duro mucho. Ya me quería venir y ansiaba que Toño se comiera mi semen. Con el torso desnudo y los calzones en los tobillos, voltié a Toño y lo hinqué para que me la mamara, le jalé a los poppers y metí con frenesí mi verga en la garganta de Toño, él la recibía gustoso y eso me excitó más. La explosión de semen en su boca fue por demás exuberante, Toño batía por toda su cara el semen y hasta los pechos se batió, tomó una gota espesa de semen que había en su mejilla y la metió dentro de su culo. Limpió mi verga de todo el semen que pudiera haber quedado. Se paró, subió sus calzones piratas de CK y enseguida, su pantalón Pull & Bear. En tanto, yo sólo tuve que subirme la bermuda, puesto que no traía nada más. Encendió un cigarro y emprendimos el camino de regreso a Reforma. En el camino le saqué la mayor cantidad de información posible. No, definitivamente no era viable para otra circunstancia. Toño es de los tipos clasemedieros que no tienen otra cosa más que ofrecer, que una cara bonita e interesante. Tenía planes de señora de barrio y se me hacía una copia fiel a su madre, que sin conocerla, puedo saber que era la típica señora que hacía tandas y que participaba en las novenas a la Virgen de Guadalupe. Toño esperaba con ansia una luz para poder observar mi cara con detenimiento. Cuando llegamos a la esquina, me observó con atención y sin importar que pasaran dos tipos cerca de nosotros, me besó y me tomó de la cintura con una extraña energía. Tomó mis manos y las apretó fuertemente. Algo me decía que esto no era buena señal y lo aparté de mí, saqué mi gitter y prendí. Sorprendido me preguntó que si era mota y asentí justo en el momento en que guardaba el objeto dentro de mi sudadera. Solté el humo, lo miré fijamente y lo besé. -"Toño, fue un placer pero me tengo que ir, cuidate"-. Toño me miró con cara de sorprendimiento, pude notar cierto sentimiento abstracto dentro de su mirada y su lenguaje corporal me lo comfirmó. Estaba decepcionado y ello me hizo recordar el sin fin de veces que yo sentí lo que él en ese momento. Dí la vuelta y busqué un chicle que traía en la sudadera. Me acomodé la ropa y entré a tomar la copa con personas víctimas de cada una de mis fantasías literarias.
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