EL DUENDE DE LOS BROCHES (cuento)
Publicado en Nov 12, 2012
Todos tuvimos momentos de incertidumbre cuando fuimos sorprendidos por la falta del objeto que estábamos manipulando y hubiésemos jurado haberlo dejado depositado frente a nosotros en el escritorio o la mesa y aun agotados todos los recursos no lo pudimos hallar. Pero si derrotados abandonábamos su búsqueda, reaparecía frente a nuestros ojos como por arte de magia al alcance de nuestras manos. Esto nos ocurre a menudo aun cuando no lo divulguemos y algunos justifican el momento como un estado de ansiedad que nubla el raciocinio, otros por distracción y hay quienes se definen como desordenados que al mezclar objetos similares, confunden luego con las formas y colores lo que ayuda a su mimetización.
Para mí que soy menos práctico y mucho más soñador esto es mucho más fácil de explicar ya que es la inconfundible obra del pícaro Duende de las Cosas. Aún cuando la mayoría de las personas no reconoce su existencia e incluso se burlan de quienes comentan estas experiencias, en cada casa hay uno. Es casi invisible y se mueve con agilidad y gracia. El pequeño bribón va cubriendo las cosas con un manto de olvido o las instala en lugar secreto, suspendidas bajo mesas y sillas, sobre roperos o en bolsillos de los sacos colgados en el. El pequeño duende es enigmático e inquieto y convive con un grupo de animalillos especiales, un gato, un ave y una pequeña nutria a los que no solo verás si miras como observando un estereograma, es decir mirar al infinito fijar la vista en un objeto distante y sin desenfocar tratar de mirar hacia el piso, podrás tener la grata sorpresa en algunas ocasiones de ver pasar a alguno de ellos fugazmente y hasta podrías asegurar que fuiste suavemente tocado. En muchos hogares hay niños que juegan y hablan con ellos formando verdaderas amistades, como mi hermana que cuando niñita tenía dos amiguitas invisibles La Túnki y La Tinguitó. Desde tiempos insondables los habitantes autóctonos del noreste argentino sumados a los criollos supersticiosos crearon leyendas macabras y absurdas sobre este tema, estas historias forma parte de la vida cotidiana de muchas regiones en las cuales participan un vasto número de elementos propios del hogar y de las personas. Esta ciudad posee un gran número de lagunas de diferentes tamaños, eso hace que en algunos barrios periféricos la edificación sea caprichosa pues se ciñe el contorno de estos reservorios naturales. En ese tugurio, en el patio de una humilde casa resguardada con muros de ladrillos y construida a la margen de uno de estos espejos de agua. En ella una anciana caminaba con dificultad a causa de la artritis instalada en sus rodillas entorpecía su andar. Vivía prácticamente sola pues el entorno familiar aunque numeroso estaba ausente a sus problemas de salud, pero todos trataban de aprovecharse de su nobleza innata. Sus hijos é hijas ganaron las calles desde corta edad y muchas veces recorrieron el camino del delito el cual en repetidas oportunidades los obligaba a regresar a ocultarse por breves periodos de la policía o de sus obligaciones familiares. El frente del predio fue cambiando su aspecto a causa del peligro urbano. Abierto en el pasado, se podía ver el patio trasero desde el frente a trabes de un basto jardín. Hoy tiene un entramado de tablas y un techo de chapas que forma una galería cubierta asegurada por una puerta y un candado. Pero en este su pequeño espacio siempre se extraviaron los broches utilizados para colgar la ropa recién lavada en los tendales instalados en el patio y ella en reiteradas oportunidades culpó a los vecinos de la vereda del frente aun cuando el vallado era inexpugnable. Cuando le decían que era el pequeño duende travieso que se los llevaba para jugar ella reía incrédula es que la vida había golpeado con crueldad su niñez obligándola a enfrentar la realidad cotidiana por lo que era reacia a aceptar explicaciones fantásticas. Su casa era un lugar lúgubre, húmedo y taciturno, las paredes tenían rastros de viejas pintadas y en muchos lugares habían caído grandes trozos de revoque. En su habitación había pequeños rincones olvidados como su antiguo ropero que descansaba en la pared y estaba atiborrado de recuerdos, a la derecha de este el estante con muñecos y peluches, algunos grotescos y otros hermosos que le fueron regalado en el transcurso de su vida y sobre el respaldo de su cama la foto de su cumpleaños de quince resguardada en un dintel muy delicado. La salud de doña Carmen fue delicada en los últimos meses y pasa largos momentos de reposo por dolores de sus piernas, esto hizo que disminuyera sus movimientos y también su alegría. La preocupación fue aún mayor por dificultarle cada vez más cumplir con su trabajo de lavandera que le da para vivir. Esa mañana al levantarse se sintió infinitamente más vieja y cansada. Antes de salir con la ropa mojada al patio recordó que no tenia mas broches para colgarla y expresó el deseo que algunos de los broches que se extraviaron en los últimos años pudieran aparecer para que así pudiera completar su tarea y sin encono regresó a su mullido sillón frente a la cocina. Apenas transcurrido un breve momento oyó un rumor cristalino que provenía del patio y al llegar descubrió con gran asombro una infinidad de broches de todos los materiales, medidas y colores, dispersos en el suelo y sobre una silla una cajita antigua de madera adornada con oropel, con monedas viejas, broches para el cabello, juguetitos, y pequeñas cositas perdidas (algunas olvidadas) desde que fuera una niña. La alegría por ser oída y correspondida fue tan inmensa que le devolvió la alegría y las esperanzas. Un brote de juventud anidó en su rostro cansado. Hoy tiene magia en la sonrisa y renovados deseos de vivir. Desde ese día doña Carmen tiene una huerta en el fondo del patio bajo los árboles donde cada tarde habla y ríe con su amiguito invisible. Todos piensan que la mujer esta perdiendo la cordura, pero simplemente es que a recuperado la inocencia.- --FIN.-
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