Estoy medio muerto y veo tipos de estos de las películas de George Andrew Romero
que andan al ralentí y se les cae la carne a trozos por la calle, puede que yo sea uno
de ellos y ya me hayan dicho: Bienvenido al club!! Me digo que ando ligero pero mis
zapatos rascan el suelo: rum, rum, se oye. Y hace unos minutos ha pasado un rubio
con falda (¿o era Nicole Kidman?), hermoso de verdad, y me ha preguntado donde me
había dejado los ojos. Quizás ya esté medio muerto, quizás muerto del todo e incluso
haya regresado como un muerto viviente y pasee con los otros por la avenida principal
como si esto fuera un parada militar. La gente se asusta menos de ver a zombies llamando
a sus víctimas sin poder articular los nombres de éstas que a los militares lustrosos que
hacen sus bonitos desfiles y sacan a los tanques para que les de el sol. El pasado se
graba en la memoria. Yo diría que aún llevo el pijo colgando pero no me atrevo a buscar
entre mis piernas por si me doy un susto. En una película de George Romero a uno de los
que a veces veo ante, sobre, bajo, tras de mí, un perro de mal pelaje se le llevó su
atributo confundiéndolo con un chorizo o un pimiento morrón. Cuando me atreva a
palparme mis partes  despertaré de esta extraña sensación: sentiré entre mis manos
a la 25 cms parabelum (me llaman el trípode, juas) y ya no estaré medio muerto ni nada.
Y si no me la encuentro que le den a esa mierda de mundo donde nunca sabes con
certeza si estás a un lado u otro de la raya. Estoy medio muerto, dejémoslo así. Pero...
no me pienso tocar!!