Black
Publicado en Nov 17, 2012
Jaime Lastra estaba convencido que su trabajo había terminado esa mañana, se disponía a tomar su hora de colación bastante larga al no tener que volver a la oficina. Caminaba por el centro de la ciudad sin dirección alguna pensando en si iría a beber cerveza o almorzar y luego irse a dormir a su solitario departamento, todo esto mientras botaba grandes cortinas de humo de su cigarrillo. Se sentía relajado, inclusive más relajado que de costumbre, sentía un placer interno, una tranquilidad inmensa, como si estuviese listo para morir satisfecho.
Caminó por tanto rato reflexionando lo que iba a hacer que cuando sacó su celular del bolsillo izquierdo para mirar la hora se dio cuenta que había caminado durante una hora y media. Vio su cajetilla de cigarrillos y ya no le quedaban, la arrugó y la botó. Seguido de esto su celular vibra en su mano izquierda. Era su jefe. -¿Aló? –Jaime, te haz ido a colación sin avisarme, encima de eso no haz terminado el caso del famoso homicida que debes defender, Black, el asesino, y sabes que su defensa es mañana y debes ayudarlo, porque de eso depende la credibilidad de la empresa. –Señor, lo había olvidado en éste momento estoy tomando un taxi y me dirijo a la oficina. Al colgar hace detener a un taxi y se sube, da la dirección de la oficina y el taxímetro se echa a correr. Llegando a la oficina paga mecánica y fríamente el taxi. Se baja, con la mirada perdida, como si sintiera algo malo dentro de su alma, el taxista le grita que tome su vuelto, sin embargo Lastra camina con los hombros agachados y los ojos caídos, fijos en un fantasma que está en frente de él. Entra en su oficina, abre el archivo de Black el asesino y comienza a leer con la misma actitud robótica: José Alfredo Vergara Concha, apodado Black por su color de piel, un asesino que hace de las suyas cuando tiene hambre, come cuerpos humanos y siempre deja mucha sangre y cuerpos a medio comer para dar a conocer a los detectives como es. Persona inescrupulosa que ama escuchar como sus víctimas gritan, se excita con el olor a la sangre y vísceras humana y se masturba con la mano de los cadáveres. Jaime pensaba como podría defender a esa persona, habían pruebas en su contra, pero su puesto acomodado de trabajo estaba en juego. En unas horas tendría que ir a verlo a la cárcel para decir que tenía que decir y otras cosas que tenía que omitir en su declaración. Tomó el teléfono de escritorio e hizo una llamada a la cárcel de alta seguridad donde se encontraba su cliente. Los guardias del penal le dijeron que podía visitarlo hasta las ocho de la tarde de ése día. Lastra viendo que la hora se le había pasado rápidamente llamó un taxi y se dirigió hacia la prisión. Sentado en la mesa de invitados se encontraba Black con Lastra, Lastra lo miraba con miedo, intentaba serenarse, pero la mirada de Black lo consumía, y maldecía a si mismo porque le había tocado este caso, justo este, el defender lo indefendible. El silencio se mantuvo hasta que Black dijo secamente: ¿Me vas a decir algo o te quedarás así todo el día? Jaime se estremeció y tartamudeando le dijo todo lo que tenía que decir, lo hizo tan corto para poder irse de allí que no demoró ni diez minutos la charla que debería haber sido extensa. Por último Lastra le dice: Nos vemos mañana a primera hora en los tribunales. Se hacía de noche y eran ya cerca de las nueve de la noche cuando Jaime decide ir a tomarse un café antes de seguir con el papeleo que le quedaba, que no era poco. Entra a un café, se sienta en una mesa cerca de la ventana y se pone a esperar que llegasen a atenderlo, se le acerca una muchacha y le pregunta que desea servirse, él pide un café extra cargado y un lomito italiano. Es atendido exitosamente y al momento de irse no deja propina, lo que enfurece a la camarera y ésta le maldice desde adentro, pero Jaime estaba acostumbrado a eso, a ser arrogante, hace como que no escucha y sigue caminando hasta la oficina. Al entrar y sentarse en su cómodo sillón de escritorio se siente a salvo, aliviado. Pone el hervidor a funcionar destinando el agua caliente para otro café, enciende un cigarrillo y la radio, se hecha para atrás en su sillón con los pies en alto, en el escritorio, a un lado del teclado del computador, así, con los ojos cerrados aspira una gran cantidad de humo que le hace sentir un alivio tremendo, pero momentáneo a su nerviosismo, sí, estaba nervioso, tenía una mezcla entre miedo y ansias de que pase todo luego y dejar de pensar en Black, tenía en su mente los ojos clavados que le miraron esta tarde con ganas de matarlo, así lo sintió él, comenzó a recordar que le excita cuando sienten miedo de él, y él estuvo tartamudeando y no pudo camuflar su miedo con su labia profesional. Pensó un momento en que si el tipo estuviera libre lo hubiese elegido como víctima, probablemente, y agradeció de que estuviese preso, al menos por esa noche. Ya tomándose otro café y fumando de otro cigarrillo hace descansar su vista entre tanta lectura mirando hacia delante, veía todo oscuro, sólo estaba con su lámpara de escritorio y la luz de la pantalla del computador, el resto todo en penumbras. En ése mismo instante fue cuando en la radio sonó: “¡Extra, extra! Comunicado de última hora de la cárcel de alta seguridad de Marajai se acaba de escapar Black el asesino. Un personaje que ha matado ya más de 17 personas y todas de una manera escalofriante, las autoridades dicen que ya está desplegada toda la policía y los detectives, inclusive si no se encuentra dentro de las próximas dos horas saldrán los militares a buscarlo, ya que es una persona muy astuta y muy peligrosa, quédense en compañía de Marisol, tu radio y te mantendremos al tanto”. Siguió la música relajante que sonaba antes de la noticia, pero para Lastra ya no tenía nada de relajante. Sintió de nuevo ése miedo que tanto le había costado sacarse de su pecho, su mente se paralizó, sus pies y manos estaban helados como hielo milenario, su cara estaba rígida como una roca, sus ojos estaban dilatados, no tenía pupilas, era un gran círculo negro, su respiración era agitada y sintió que se iba a desmayar, pero no, no se desmayó fue al baño, encendió la luz, se mojó las manos con agua fría, mas fría que su cuerpo, se lavó la cara y no se la secó, dejando el agua escurrir de a poco por su malogrado rostro. Caminó a tientas, como si estuviera aún en la oscuridad, siendo que a había iluminado todo y buscó casi inconscientemente un revolver que tenía en su cajón con llave, procedió a cargarlo y dejarlo listo, luego se sentó y pensó: No va a venir hacia ti, si se escapó correrá lejos, además yo lo quise ayudar, no creo que me haga algo a mí, y fuera de todo, si llegase, estoy preparado con un revólver, ni siquiera se podrá acercar a mí. Luego de eso sonrió y encendió un cigarrillo. Tenía miedo de ir a casa, Ya eran las dos de la madrugada y no había gente en las calles, menos aún con Black suelto así que decidió pasar la noche allí. Encendió las alarmas, dejó luces encendidas y su revólver a mano, hizo una especie de saco de dormir con chaquetas de sus colegas que se mantenían ahí y se recostó. No podía dormir, estaba atento a todo ruido, por mas mínimo que fuese pero no pasaba nada. Así pasaban las tres, las cuatro y Jaime cayó vencido por el sueño. Despertó a las cinco con treinta minutos y despertó asustadísimo vio que estaba todo oscuro, todo, inclusive el alumbrado público entonces pensó que tenía la peor de las suertes y buscó desesperadamente una linterna, alumbró la puerta y comprobó visualmente que estaba abierta de par en par. Esto hizo que Jaime ya no tuviera fuerzas para mantenerse en pié, se enmudeció su mente de miedo, se paralizó a mas no poder, pero sacó fuerzas de su corazón acelerado y fue a buscar el revólver alumbraba para todos lados pero no encontraba nada ni a nadie. Salió fuera de la oficina y corrió unos veinte o treinta metros cayendo exhausto cuando iluminó su alrededor vio que estaba en un callejón y a lo lejos veía venir una silueta acercándose a él, gritándole ¡Alto, alto! Jaime no hizo caso y se echó a correr, saliendo a una avenida, estaba todo solitario, no había nadie y a lo lejos vio unas balizas rojas, corrió como pudo intentando encontrarlas, pero estas se alejaban en vez de que se acercaran, luego se alejaron más rápido de lo que él pudo correr y ya no las vio más. Ya no daba más, se había dado por muerto, pero no quería morir, tenía dinero y quería seguir acudiendo a la casa de prostitutas a seguir gastándoselo, pensaba en un whisky a las rocas y una prostituta masturbándolo, y por algún momento sintió placer, luego abrió los ojos, iluminó donde apuntaban sus ojos y vio venir a Black, claramente hacía él, se levantó como pudo y corrió, corrió y corrió, mientras lanzó unos cuatro tiros atrás, recordó que le quedaban sólo dos tiros y los guardó para después. Volvió a la oficina ya que el camino se lo sabía de memoria cerró todo con llave, vio que todo estaba en orden, se metió al baño, cerró con llave e intentó llamar a la policía de su celular, pero por alguna razón su celular no funcionaba, tenía miedo y comenzó a rezar. Jaime nunca rezó, e insultaba a Dios muy a menudo, pero ahora rezaba, era su única esperanza. Entre rezo y rezó oyó un ruido, un ruido de cómo alguien podría haber quebrado una ventana, lo sintió lejano pero cercano, sus oídos ahora lo engañaban, estaba en la total desesperación, el sudor caía de su cara hacia su camisa, las caídas lo tenían lleno de barro y rasmilladuras, parecía mas un ermitaño sucio que un destacado abogado. Lloraba desconsoladamente y el hilo de saliva le colgaba desde su labio superior al inferior, lloraba como un niño que se había caído y lo habían humillado, lloraba con una desesperación total, ya le daba lo mismo si lo escuchaban llorar, se daba por perdido, se daba por muerto. Pasaron treinta minutos desde que se encerró en el baño, y despierta Jaime, no sabía porque estaba dormido, si era porque se desmayó o lloró hasta dormirse, pero se levantó, dispuesto a salir del ése baño, dispuesto a luchar, le quedaban sólo dos balas, pero ya eran las 7 de la madrugada, ya había claridad y con ella se sentía todo un fortachón, se sacudió un poco, abrió la llave del agua, bebió y se lavó la cara de las tiesas lagrimas secas en su rostro, se armó de todo su valor y confianza y abrió la puerta. A unos ocho metros de distancia se encontraba Black, sentado en una silla de espera, al ver que venía hacia el disparó los dos tiros, juró haberle dado, él estaba feliz, pensó muy rápidamente en que se había salvado y ahora era un héroe mas encima, y que las prostitutas, el dinero, el whisky y los cigarrillos le sobrarían. Veía como su contrincante se desvanecía en el suelo pero de a poco el también se desvanecía, pensó: Será normal, estoy agotado y ya no puedo moverme, siento frío, mucho frío. Y Cayó. Al otro día Efrén Ramirez, detective de la ciudad estaba a cargo del caso y se encontraba muy confundido con todo lo que tenía a su frente: Todo el Manicomio estaba destrozado, había un vidrio roto, una piedra del otro lado, el baño estaba lleno de pintas de sangre, saliva y lágrimas de una persona que no se tenía en los registros, habían dos balas pegadas en la pared y cuatro más en un colchón de una cama, habían huellas de alguien que corrió mucho en círculos, mucho, quizás toda la noche, había mucha sangre, mucha posiblemente de alguien que se desangró, pero lo extraño es que no había cadáver y tampoco rastros de que se lo hubiesen llevado ni huellas sobre la sangre, era todo extraño. Había una carta pegada con un alfiler a la pared que decía: Probablemente aquí no se verá cadáver ni mucho menos mi oficina, porque ellos dicen que estoy loco, pero deben saber que he triunfado sobre ustedes, he asesinado a Black, lo malo es que morí junto con él porque estábamos unidos, no se extrañen por que no encuentren a nadie muerto ni nadie vivo, dicen que estoy loco, pero algún día me agradecerán, ahora voy por unas prostitutas, un whisky y unos cigarrillos… El Detective Ramirez se confundió mucho, creyó meterse en un trance, miró hacia el patio del manicomio por la ventana rota y vió a un hombre de unos 1,8 metros de altura, cara morena, muy morena, quizás negra, un traje negro y con dos orificios de bala en el pecho, la persona, Black le sonrió y el Detective se desmayó. FIN
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Luis
juan jose nuez del carmen