Sabes tengo las ideas rotas, los pensamientos en un constante divagar y la quietud perdida entre tanta marea emocional. Hay una tremenda sequía en mi mar que la sal se evapora sin reservas entre los rayos del sol. Es una pieza de rompecabezas, una mirada perdida que descansa en la intención oculta de un asesino en potencia. Soy yo y los fármacos… y la inevitable codependencia. Mi habitación no es acojinada, las paredes son ásperas y no puedo escuchar los sonidos urbanos de la noche cuando es el insomnio quien me turba y ciega. Dosis exactas, placebos al dormir y al despertar. Es el mismo sabor todos los días: el de la derrota y la resistencia. No sé quien alentó mis pasos o bajo que maldición he sido presa. Duele cada parte de mi cuerpo, la cabeza y si, también la conciencia. La factura de las acciones tiene su castigo como en ocasiones su recompensa. No soy víctima, lo que me sucede es sólo una consecuencia. Cerrar los ojos. Caer en un constante choque mental. La misma fotografía, la misma realidad. De nuevo con “mis demonios” todos juntos en el festín, la gran merienda que resulta mi sangre y cuerpo. Más tinta, que el dolor sólo me causa anestesia, olvido y paciencia.