Siéntate y ponte una película. Da igual que ya la hayas visto, ponla. Las películas no son iguales, ni si quiera la misma. A veces crees saberte una de memoria y siempre te sorprende. Te hace recordar la primera vez que la viste, lo que sentiste, en quién pensaste, y puede que la segunda vez o incluso la tercera, sientas otra cosa, algo nuevo. Las circunstancias son las que cambian a su antojo todo. Puede que con esa película que tanto te hizo reír, ahora llores. Puede que en la que llorabas ya no lo hagas, puede incluso que te deje de gustar o que te guste más.
Las películas. Grabaciones soñadoras, o simplemente grabaciones. Las ves, se adueñan de un pedacito de tu vida, y tu vida de ellas. Y como pensé una vez, acabas queriendo más. Desearías ser ella en ocasiones, en otras él, en otras ninguno. Quieres esa casa blanca con ventanas azules, en frente de un lago. Quieres esa locura que hizo por ella, y la que hizo por el. Claro que lo quieres.
Y luego llega la vida misma para moverte la cabeza un par de veces y hacerte creer que estás loca. No. 
Qué va. Los locos son ellos. Son los que no hacen locuras
cuándo dentro de ellos mismos lo están pidiendo a gritos. Aquellos que no se la juegan, que no viven al límite, que piensan en el mañana, que olvidan lo verdadero importante de la vida, y tal vez lo único... Que cada minuto cuenta, que sólo estaremos aquí una vez y que no habrá mas oportunidades menos las que nosotros ahora mismo nos estamos brindando.
La vida, una película de algo más que dos horas, y aún así seguimos sin ser nuestros propios protagonistas...