El milagro del turco
Publicado en Nov 21, 2012
Relato de Antonio - Texto de Francisco Fernández
Era marzo o mayo del 92, no me acuerdo el mes, empezaba con eme, eso seguro. Mi viejo, que tomaba sin pausa desde hacía más de 35 años, justamente no bebía hacía tres días. El colectivo lo agarró cuando cruzaba la calle San Lorenzo, en La Ciudadela, donde vivió siempre y donde vivo yo. Nacimos en la misma casa. Ahí siguen el limonero y los nísperos, donde ahora mis nietos juegan a que el tiempo no existe. Como te digo, un interno de la línea 12 lo tiró contra la vereda de la casa del Mocho. Le dio tan fuerte que lo hizo revotar contra el portón de chapa. Quedó descaderado y estuvo seis meses agonizando en el Padilla. Dos veces por semana yo le llevaba el kiki. ¿Sabés qué es el kiki?, es agua terciada con alcohol. Si lo hubieras visto. Los ojos se le iluminaban mientras el líquido le iba ganando la garganta. Después se quedaba callado. Bien tranquilito. Antes de morirse (porque sabía que estaba ya se moría) me pidió que fuera a la despensa. "Andá a comprarme". Así me dijo. No hacía falta agregar nada. Al rato estaba de vuelta. Me senté a su lado y le preparé el trago. Levantame que no me puedo mover. Apurate que ya me voy, me dijo. No te vayás viejo, quedate conmigo, le pedí. No hijo, nunca te di nada. Por favor, cobrales a esos hijos de puta. Es lo único que te puedo dejar. Al rato se cortó. El turco Casín fue un crack en los 50. Jugó en San Martín, NOB y en All Boys. Hasta los 29 años fue un jugador disciplinado. Se acostaba a las seis de la tarde y se levantaba a la madrugada para empezar a entrenar. Pero una noche su mujer se fue, dejándolo con un hijo de un año y medio. Comenzó a tomar y no paró más. Cuando yo tenía 35 años, un tío me contó la verdad. Cuando yo era bebé, llegó a la casa una mujer, dicen que era una bruja de Villa 9 de Julio. Vos embarazaste a mi hija, le dijo. Usted está loca, vieja, le respondió mi papá. Entonces lo maldijo. Vas a ser un linyera toda tu vida. Vas a ser un borracho y vas a morir en la calle. Pinchó fotos y dejó cabellos con sangre en la puerta de la casa. Diez años pasaron para que Antonio, el hijo del turco, ganara el juicio. Mal que les pesara, el turco no bebía hace tres días y así lo confirmó el dosaje de sangre. A eso lo llamo yo el milagro de mi vida. Yo había ido a buscar a mi viejo al parque Avellaneda, estaba con otros linyeras tomando hacía varios días. Vamos papá, venite conmigo que mañana es el día del padre, le mentí. El se vino. Me acuerdo que le compré un traje. Aguantó dos días sin alcohol, hasta que le agarró la abstinencia y no paraba de temblar. Cuando no aguantó más, se fue al kiosco del Mocho. Cuando cruzaba la calle, lo agarró el colectivo. Con esa plata compré mi auto y lo puse de taxi. Junté dinero y me fui a Estados Unidos. Yo también jugaba, de diez. Pero es difícil el desarraigo y me volví. ¿Si extraño a mi vieja? No, la verdad que no, el rencor sigue siendo más fuerte. Creo que ya murió. Pero eso ya no importa. Prefiero pensar que ese chango que se crió en la calle, abandonado por su madre y con un padre borracho, hoy tiene tres hijas que son unas reinas y una negra hermosa que me recibe todas las noches con un beso y un plato de comida. Te cuento todo esto porque sé que estás triste y quiero que te pongas bien. Porque sé que te va a hacer bien contar la historia del turco. Yo sé que vos no te vas a olvidar y vas a escribir la historia del milagro del turco.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|