Si pudiera desnudar mi alma,
Si pudiera mostrártela sin maquillaje y sin disfraces,
Verías que dentro de mí se libra una batalla,
El bien y el mal tratando de apoderarse de mi voluntad.
La oscuridad me cautiva, me seduce,
Describe mis más hondos pensamientos y deseos,
Me invita a dejarme llevar,
A dejar fuera mis complejos y mis miedos.
La luz en cambio,
Me llena de dudas y remordimientos,
Crea conflictos que me corroen y me atormentan.
Pero... ¿cómo luchar contra lo que se siente?
¿Cómo  arrancarlo del corazón
 y desterrarlo para siempre de la mente?
No, definitivamente es imposible.
Es luchar contra la corriente.
¿De qué sirve aferrarse a la luz?
Si en ella sólo encuentro soledad y miseria.
Es tan profundo el dolor que llevo dentro,
Que mi alma se desgarra día a día,
Torturándose, en un fuego constante y lento,
Consumiéndose en cenizas.
La oscuridad en cambio,
Me hace llevadero el sufrimiento.
Me consuela en mis horas de melancolía,
Y me sostiene para que no me derrumbe.
Sólo me resta aprender a coexistir con mis dos personalidades,
Aceptar mi nimiedad, mi fragilidad,
Porque no tengo poder sobre el tejido complejo de mis emociones.
Aprender a adormecerlas e incluso a silenciarlas,
Llevar encima este luto de dolor,
Que me he impuesto por voluntad propia,
Para poder desahogar mi frustrante realidad.