Estaba el Sueco jugando con su perro Aníbal, cuando lo llamo su amigo Ronqui: -Sueco ¿te vienes a la era a jugar un partido de fútbol contra los de la calle el campo? -¿quien vamos?- Pregunto el Sueco -Los de siempre, Chocolate, Fideo, Microbio, Chino, Juanon tu y yo-, le contesto Ronqui -vale voy a por el balón y las alpargatas, que si juego con los zapatos mi madre me riñe y no veas como se pone-, dijo el Sueco -pero date prisa que nos están esperando-, le contesto Ronqui. El sueco sale corriendo a su casa en busca del balón y a ponerse las alpargatas, le dice a su perro Anibal, que se quede, pero el perro sale corriendo en dirección a donde están los amigos de su amo porque sabe que se van a ir al campo y el prefiere estar en el campo a quedarse encerrado en casa, y de paso igual pilla un conejo o un pájaro para comérselo. Cuando llegan a la era ya están los chiquillos de la calle el campo preparados para echar el partido. Ronqui que decía ser el jefe de la banda, les pregunta a los del equipo rival -¿quien saca?- Manolón que era el líder del otro equipo le dice, -lo echaremos al pie-, De acuerdo le contesto Ronqui, -pero sin trampas que ya sabemos como las gastáis- -Ronqui no te pases que si hay tramposos sois vosotros-, respondió Manolón -venga dejaros de coñas y vamos a echar el pie-, dijo Fideo. Cuando estaban echando el pie, vieron a lo lejos un grupo muy numeroso de chiquillos que se dirigían por el camino de las ruinas de una mansión que había en las afueras del pueblo, que según decían había pertenecido a un conde primo del Rey Carlos III que le había dejado en herencia. ¿Oye Ronqui no son esos los del barrio San Isidro?, pregunto Manolón -Si, son ellos- -¿donde irán con tanta prisa?-, dijo el Sueco -¿Queréis que los sigamos a ver que hacen?-, soltó de pronto Ronqui -vale Ronqui, pero el jefe soy yo que por eso tengo mas hombres-, apuntillo Manolón -bueno vamos que si no los perderemos y cuando llegue el momento, veremos quien es el jefe-, sentencio Ronqui, -ahora Chino coge el balón y llévalo a casa del Sueco, y no le digas a su madre a donde vamos-, -¿si me pregunta porqué llevo el balón que le digo?-, dijo Chino -dile que te ibas a casa, y que vamos a jugar con el de la calle el campo, y el Sueco te ha dicho que lo trajeras para que no se nos olvidara y se perdiera-, contesto Ronqui. -Venga vamos a seguirlos sin que nos vean a ver que hacen-, dijo Fideo. Se fueron tras ellos y al cabo de un buen trecho los chiquillos del barrio San Isidro se dieron cuenta de que los seguían, cambiaron de dirección y se alejaron por el camino del rebollo. La pandilla del Sueco que ya estaban a las puertas de la mansión, decidieron entrar a ver si encontraban algo. -Manolón vamos a bajar a los calabozos a ver si encontramos cadenas y grilletes de los presos que había encerrados en la época que vivían los señores-, dijo Ronqui -de acuerdo Ronqui pero no nos separaremos-, le contesto Manolón -¿es que tienes miedo de los fantasmas? jejejeje-, dijo el Sueco -sin cachondeo Sueco, que mi padre dice que hay fantasmas que salen por las noches arrastrando cadenas-, sentencio Manolón -eso son cuentos de viejos-, dijo Fideo -de cuentos nada que mi abuelo los vio una noche que entro a coger chatarra y arrastraban cadenas, y uno no tenia cabeza-, añadió Chocolate -bueno si hay fantasmas, ¿porque no venimos una noche y lo averiguamos?-, dijo el Sueco, -de acuerdo gritaron todos al unísono- -¿cuando volvemos?-, dijo Microbio -porque no quedamos para pasado mañana que es sábado y nuestros padres no nos echaran de menos al no tener colegio al día siguiente-, dijo Sueco -entonces el sábado después de merendar nos encontraremos en la puerta del Chucho que esta en la salida del pueblo-, dijo Microbio, -vale y el que tenga linterna que la traiga-, voceó el Fideo -y el que tenga miedo que no aparezca jejejeje-, dijo Ronqui. Estuvieron por los alrededores jugando al escondite, cazando pájaros y robaron alguna fruta, hasta que empezó a oscurecer y se marcharon. Ya en el pueblo el Sueco y sus amigos planearon que si veían a un fantasma, le tenían que coger porque seria alguien del pueblo que asustaba a la gente para que no fueran por allí. Transcurrieron los días anteriores al sábado como si tal cosa, se divertían, jugaban con las chiquillas del barrio y se echaban un frontón en la pared de la casa de la Sra. Paca. Era viernes por la tarde y la banda de Sueco, estaban preparando sus linternas, cuerdas para atar al fantasma, los tirachinas con las gomas bien apretadas y cogiendo piedras que le sirvieran de munición. -¿No se lo digáis a nadie, que si se enteran nuestros padres no nos dejaran salir?-, dijo Ronqui -ahora vamos a coger albaricoques verdes en el huerto del tío Francho-, dijo el Chino -si hay lechugas también, que con miel están muy ricas-, añadió Juanon Llego el sábado por la tarde y todos los amigos estaban preparados en la puerta del Chucho esperando a la banda de Manolón. De pronto vieron que se acercaban. -Bien ya estamos todos vamos a la mansión-, dijo Manolon. Se pusieron en marcha con jubilo y alborozo de que iban a descubrir si era verdad que había fantasmas en la mansión, iban hablando unos con otros, pero ninguno se percato de que los seguían de lejos, estaban ya a las puertas de la mansión cuando Ronqui dijo: -Vamos a ver Manolón ¿como echamos a suerte quien es el jefe?, y eso de que tu tienes mas hombres no me vale- -lo echaremos a cara o cruz te parece bien-, bramó Manolón -de acuerdo echa la moneda al aire, yo me pido cara-, dijo Ronqui -yo cruz, echa la moneda Chino-, agrego Manolón -ahí va, salió cara, Ronqui es el jefe-, dijo Chino -¿estamos todos de acuerdo?-, dijo el Sueco ¡Si!, gritaron todos -pues adelante que ya esta anocheciendo-, dijo el recién estrenado jefe. Se decidieron a entrar, en cabeza Ronqui dando ejemplo de valentía. La mansión que estaba en ruinas y apenas había luz, la mansión tenia un aspecto terrorífico, había telarañas por todas partes, se oían a los pájaros que estaban buscando un sitio para pasar la noche, de vez en cuando oían ruidos que los estremecía, pero nadie decía nada para no dar aspecto de miedica. Alguno ya se estaba arrepintiendo de haber ido cuando avanzaron por una sala grande que bien podría haber sido un hermoso salón, y aunque estaba destrozado todavía conservaba algún vestigio de hermosura. Alumbraron con sus linternas los techos que aun colgaban restos de lámparas que debieron de medir más de un metro de diámetro, los adornos del techo en escayola que formaban como ramilletes de flores. Continuaron y llegaron a una escalera que subía haciendo la figura de una ola, se quedaron impresionados de la hermosura de esta, con peldaños de mármol, con aspecto de haber tenido unos pasamanos de madera, que por la medida del soporte debía haber sido espectacular. Se encontraban en el piso superior, cuando oyeron ruidos de pasos, que los dejo helados. Rápidamente, Ronqui reacciono y les dijo: -no hagáis ruido, vamos a escondernos en este cuarto a ver si viene alguien-. Estaban todos en silencio y en tensión, solamente se oía la respiración acelerada del grupo. De pronto Chino pega un grito: ¡Socorro! me acaba de chupar la pierna el fantasma. Todos asustados salieron corriendo bajando la escalera de dos en dos peldaños, de repente el Sueco se para y dice: -Anibal ¿que haces tú aquí?-. El perro meneaba el rabo y saltaba alegremente, pero el resto de la banda ya no lo podían ver estaban llegando al Pueblo. Sueko
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