Deseos Sangrientos
Publicado en Nov 23, 2012
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                                                      Deseos Sangrientos


Sueño adolescente

  Dios me ha bendecido en gran manera, hasta hoy. Me casé a muy temprana edad, a los 17 años con Juan Manrique, el único hombre que amé de verdad y me juró amor eterno. Aún recuerdo aquella tarde, cuando estábamos en mi casa, se apagaron las luces para encenderse otras fosforescentes y le dio al ambiente unos colores hermosos. Se arrodilló y me pidió la mano. Yo acepté encantada, y lo mejor de todo fue que mis padres aceptaron mi decisión al siguiente día.

  Llevamos 3 años juntos y vivimos en la casa de mi padre que me la regaló antes de partir con mi madre. Se fueron a Argentina. Es una casona muy moderna en una residencia de lujo. Tenemos muchos vecinos buenos quienes nos colaboran en las tareas del hogar, participamos en eventos y clubes privados. Ambos somos muy religiosos, y todos los sábados vamos a la iglesia. Hace 2 semanas que no me siento bien. Cada madrugada me levanto a vomitar, a pesar que siento muchos antojos casi a diario, también tengo mucho sueño en el día y no puedo afrontar bien la mañana. Le pregunté a mi esposo y me dijo bien calmado: Sólo tienes un simple resfriado. Ya se te pasará. Pero yo sabía que eso no era lo que tenía, que algo más me pasaba. Así que fui al médico, le expliqué todo y me dio una posible respuesta: Puedes estar embarazada. Esto me causó miedo al principio, porque no esperaba tener un bebé con Manrique aún, era muy temprano, creí que nos habíamos cuidado bien como siempre lo hacemos, pero no era suficiente, simplemente no me sentía preparada. Esta mañana le dije todo a Juan Manrique y dándome un fuerte beso me abrazó, con lágrimas en los ojos me dijo que estaba muy emocionado, y que desde este momento ya no seríamos los mismos, tendríamos responsabilidades como familia, tendríamos que estar más unidos que nunca. Por lo tanto, agradezco a Dios por haberme ayudado a afrontar esto.


Embarazada

  Dios me ha bendecido en gran manera, y lo agradezco, hasta hoy. Cuando me encontré con aquella persona que estoy segura, no me dejará en paz.

  Ni bien le dije la noticia a mi esposo, nos alistamos y fuimos al supermercado a comprar algunos accesorios para nuestro futuro bebé y aprovechar por más alimentos. Estábamos ansiosos. Subimos al auto, puso una música muy relajante.

- ¿Cómo se siente la futura mamá? -Preguntó Juan Manrique en el volante.

-Muy bien señor futuro padre. -Le dije con una sonrisa, haciendo unos bigotes imaginarios con mi mano.

  Se echó a reír.

-Amor, estoy pensando en pasar este fin de semana en un crucero.

- ¿Te refieres a una cita romántica? -Pregunté asombrada, no lo podía creer.

-Una cita en un crucero, ¿Suena algo romántico?

-Mucho. -Le dije dándole un beso en esos cachetes que me encantaban.

-Ya reservé 2 pasajes y partiremos el sábado por la tarde.

-Sábado, el día santo, amor. ¿Lo recuerdas?

  Cómo no olvidarlo, cómo recordarlo siempre, si el día sábado iniciamos nuestra relación amorosa aquellos años, una parejilla de enamorados que éramos, tan tímidos, desde el colegio, que duró hasta estos tiempos, gracias a Dios.

-Alistaré las cosas. -Dije contentísima, y dejé reposar mi espalda en el asiento, sin duda Dios me estaba bendiciendo en gran manera.

  Me quedé profundamente dormida. Me despertó cuando llegamos, no me separé de él, como dos tortolitos andábamos por todo el supermercado, viendo las diminutas ropitas que vendían. No sabíamos si era hombre o mujer, pero a Juan Manrique le encantará mucho si nace una mujercita me decía, era muy sensible y cariñoso. Ambos sabíamos que cuando nazca e bebé, ya no habría tiempo para pasarla juntos, para tener momentos inolvidables y aún nos quedaba 9 meses para disfrutar.

  Al parecer, no todo era bendiciones, para mi mala suerte, y desde hoy en la tarde, cuando me encontré con ese maldito psicópata, asesino, sentía que mi vida y la vida de mi bebé estaban en peligro.

  Esta tarde, fui a la farmacia a comprar medicinas, me sentía pésimo, las náuseas y los vómitos no me dejaban tranquila. Y al regreso me topé con él. Era mi amigo en la secundaria y nos tratábamos bien, hasta que empezó a frecuentarme, a enamorarse de mí. Yo nunca correspondí a sus sentimientos. Cuando le rechacé, hizo todo un escándalo, me pidió de rodillas que esté con él, pero yo me aparté de su vista. Se volvió un vago, un miserable; acabando la secundaria, repitió de año y nunca más lo volví a ver.

-Anastasia- escuché su voz ronca y asmática por los cigarrillos que consumía a diario, a cada hora. -Pero si es Anastasia, vaya qué sorpresa.

Giré la mirada, estaba detrás de mí fumando uno de sus cigarrillos, con una camisa maltratada, unos pantalones rotos y la cara sucia. No lo reconocí al principio, hasta que me dijo algo, que me dejó helada.

-Deseos, deseos sangrientos.

  Yo mantuve la calma, sabía que estaba en peligro; aquel chico, llamado Queen, que en un pasado hizo cualquier tipo de locura por mí, sí que estaba obsesionado, incluso, mató a un pretendiente que me halagaba pero que inminentemente de todos modos iba a rechazar, diciendo estas palabras: "Deseos, deseos sangrientos". Sólo supe que lo llevaron al reformatorio.

-Por favor Queen, tengo que irme a casa. Aléjate, o llamaré a la policía.

  Le dije, intenté calmarme, pero él se acercó hacia mí. Mi cuerpo tembló.

- ¿No te emocionas al veme? Yo sí.

-Sí Queen. Qué gusto. Ahora con permiso. -Dije, tratando de evitarlo, de alejarme de él. Pero él más se acercaba a mí.

- Me decepcionas Anastasia. Pensé que me ibas a dar un abrazo. Un beso. Me lo merezco. ¿No recuerdas que yo fui quien te dedicó miles de cartas y poemas? -Dijo con tono más furioso- y que luego echaste todo a la basura y los quemaste.

-Cómo está Carla. -Le dije, cambiando de conversación. Estaba empapada de sudor.

-Carla murió. Y debes alegrarte, que esa perra nunca te valoró; yo me encargué de ella.

-Eres un loco.

-Loco por tu amor. -Queen botó el cigarrillo y empezó a husmear mi bolsa de medicamentos, como perro callejero, - desde que te alejaste de mí, estuve encerrado en aquel manicomio, y ahora que estoy libre, que me dieron libertad de hacer lo que yo quiera, volví Anastasia, volví para ti. 

-Tengo que irme. -Dije temblorosa, retrocediendo, -o llamo a la policía.

-Vete y cuida a ese bebé, querida.

  Dijo Queen con un gesto malicioso.


Gritos

  A la media noche, mientras mi esposo y yo disfrutábamos de placeres, escuchamos estruendosos ruidos desde el primer piso. Alguien tocaba. Le dije a Juan Manrique que no baje, por lo que más quiera, que siga en la cama, pero él no me escuchó y con el revólver que guardábamos encima del ropero salió a gatas. Yo me quedé en silencio. Podría ser Queen, podría ser él y sus compinches que venían a fastidiarnos la noche. Tenía miedo. A oscuras escuché nuevamente los estruendosos ruidos e intenté bajar también, pero recordé las advertencias de Juan Manrique: "No bajes por nada del mundo. Cuida del bebé" Y me quedé ahí.

  A los quince minutos de tremenda soledad y sin haber escuchado algún ruido, volvió y yo lo llené de besos y caricias; qué había pasado le pregunté, y me dijo que eran los alcohólicos del vecindario, que estaban asustando a los vecinos también y que ya se los llevaron, para nuestra suerte. Suspiré y amé más a mi esposo.

-Eres la mujer más hermosa de todas, ¿te lo he dicho alguna vez?

-Todos los días, desde que nos conocimos.

-Pues te lo digo nuevamente, mi amor.

  Juan Manrique dobló sus rodillas, yo encogí el vientre, nos sumergimos en la marea de nuestros deleites, sofocándonos, ahogándonos, pero con mucho cuidado, que nuestro hijo tal vez sentiría algo y no quería arruinarlo, más él me consolaba diciéndome que sólo era un mito, que eso nunca fue cierto y que podíamos hacerlo con toda la naturalidad del mundo. Empezó a llover en la noche agitada, y ubicados en el segundo piso, sentí una sombra por la ventana, no me importó, pero lo sentí tan cerca que en un descuido, me espanté, y advertí la silueta de un hombre mirándonos, pero entre un orgasmo y otro, desapareció.

  Me levanté tarde. O no me di cuenta cuánto tiempo había pasado. Lo que recuerdo en sueños fue una serie de acosos de Queen hacia mi escuela de primaria, lugar donde trabajaba. También recuerdo mi viaje de fin de semana en el crucero. Todo lo había planeado Juan Manrique, y todo le salió perfecto. Ah, las copitas de vino, ah los besos ahogados frente al mar en movimiento, ah sí, también, esas camas inimaginables donde volvía a quedarme dormida, y muy cansada.

  Una piedra que atravesó la ventana me despertó, mientras enseñaba Arte a un grupo de niños pecosos que sólo aprendían lo que querían. La piedra saltó por las carpetas y cayó hacia el estante de las loncheras, pero saltó nuevamente, y rodó hacia mis pies. Estaba al frente, en la pizarra, con una tiza pequeñísima en mano, la piedra era diminuta, media ovalada o de la forma de cómo los libros explican la forma del planeta tierra; y muy colorida, del color rojo sangre. ¿Por qué sangre? Es lo que recuerdo, entre sueños, y también recuerdo que estando afuera, vi a Queen, confundiéndolo entre tantos alumnos, tenía una mirada sombría, y al parecer, cuando me vio, saltó de alegría y gritó mi nombre completo con una serie de frases tan halagadoras. Así era siempre hasta llegar a casa. Me sentía como una adolescente princesa, cuando es acortejada por el vagabundo de la ciudad, por el pordiosero de las calles. Era imposible, aunque me daba pena, el pobre Queen. Recuerdo entre sueños, que intenté hablarle, porque el director me lo pidió, que estaban haciendo demasiado escándalo Anastasia, ve y cállalo.

-Sabes Queen, entiendo perfectamente la situación. -Le dije, entre sueños. Es lo único que recuerdo.

  Él sonrió maliciosamente, esa mirada penetrante de odio que mostró, entre sueños, es lo único también que recuerdo.

-No, no lo sabes, y es mejor que no lo sepas querida, que yo te haré más feliz que ese imbécil.

  No entendía a lo que se refería pero ya me estaba haciendo tarde, porque al siguiente día tenía que viajar para el crucero, íbamos a estar desde el sábado por la tarde y el domingo hasta la noche. No sé si fue entre sueños, pero recuerdo oír unos gritos ronquísimos, asmáticos. Unos gritos que venían desde el puerto, desde una muchedumbre que nos contemplaba maldiciendo nuestras suertes y advirtiendo que desde ahora iban a trabajar más para que, con su esfuerzo aunque sea pudieran ganarse unos pasajes públicos para disfrutar de las travesías del magnífico crucero. Parecían los gritos de Queen, pero mi esposo, parecían que tenían 2 piscinas. Qué raro, así vi en los folletos. ¿Y ese ruidito? Será el que te avisa que tienes que meterte ya, porque el agua está tibiecita.

-Las piscinas no importan amor, lo que importa es nuestra felicidad. -Pero volteé, por si acaso, volteé a ver si de verdad gritaba Queen, y en efecto, era él.


Tiempo

  El día domingo no me acuerdo. Fueron el producto de los muchos tragos y la amnesia, que mi esposo tuvo que llevarme en los brazos, bajarme del magnífico crucero, subirme al auto tan delicadamente como lo sabe hacer, partir sigiloso a casa, llevarme a la cama y arroparme, con las telas más finas, mis favoritas, mientras que yo, soñando que el bebé había nacido, que lo tenía en brazos, que Juan Manrique me besaba en la frente y yo le besaba en la frente, y ambos besábamos en la frente a nuestra pequeña bebé, llamada Lucero. Pero desperté. Y seguía arropada y con fiebre, con una ligera resaca que en unos minutos se me pasaría, y así fue. Juan Manrique se había ido a trabajar a la constructora y yo me quedaba en casa. No tuve que ir a trabajar, por las huelgas de los profesores, que aumentar el sueldo querían, que la presidenta de educación era muy corrupta decían, tuve un merecido descanso.

  Y los meses pasaron.

  El primer trimestre me sentía a morir. Las náuseas eran más, los dolores abdominales más duros, ya sentía pataditas en la panza que se hacía gorda y fea. De vez en cuando visitaba el gimnasio, pues Martha, mi vecina favorita, me recomendó ir siempre, para mantenerme saludable y light. Odio el inglés, y todo lo que tiene que ver con el idioma. Así que sólo iba al gimnasio a ponerme ligera, nada de light, ni fly. Que no sé qué será. Me olvidé de Queen también. Empezaba a dejarme en paz.

  Al segundo trimestre Juan Manrique viajó 2 veces por trabajo. Me quedé muy sola. Necesitaba apoyo, noches inolvidables, sus besos que me decían que todo iba a estar bien. Esos 4 días que no estaba con él, tuve pesadillas de todo tipo. Me encontraba en lo alto del monte Everest, y alguien me empujó, cayéndome por varias horas, y el bebé saliéndose de mi vientre, cayéndose primero hacia lo profundo, fluyendo mucha sangre desde la matriz. Otras, un ser maquiavélico me perseguía con un hacha en un laberinto de ratas, entre espinas y sombras, y en un espesor negro que me cubría me golpeaba en el vientre hasta más no poder, dejándome moribunda mientras despertaba en un santiamén, sudando, llorando. Juan Manrique me avisó para ir al aeropuerto a esperarlo. Hacía el intento para caminar pues la barriga no me dejaba hacerlo mucho, me cansaba. Pero cuando lo vi, no me importó, hasta mi bebé se alegró y me veía lanzándome en los brazos de mi esposo diciéndole que lo extrañaba tanto, que lo amaba tanto. Me prometió no volver a viajar hasta que nazca el bebé.

  Ya teníamos 6 meses, y ya podíamos ir al médico a que nos diga la noticia más esperada. Si iba ser hombre o mujer, si era felicidad mía o de Juan Manrique, pero yo me conformaba con cualquiera porque amaba a ambos. Cuando caminamos hacia el interior del hospital, me daba la impresión de que alguien nos estaba siguiendo, que nos había seguido, desde que partimos de casa. Entramos hacia el consultorio pequeño. El médico me pidió echarme, con cuidado lo hice. Había una pequeña pantalla mostrando todo. Y ahí estaba, mi bebé. Juan Manrique lo celebró a los cuatro vientos. Lo celebró a los oídos del médico, lo celebró junto a mí, cuando escuchó las sentencias definitivas: "Iba a ser mujer". Ahora se llamaría Lucero, susurró. Lucero Anastasia. Y a mí me gustaba la idea. Al salir, noté miradas de muchas personas; de un tipo, de un vago, era Queen. Topó con Juan Manrique y éste maldijo, que mira por dónde vas vago. "Mira por dónde vas tú" escuché de Queen. Rozamos miradas, yo no dije nada.

-Pero qué imbécil. -Dijo Juan Manrique subiendo al auto. Hubo un silencio, y volteando nuevamente, recordó. Queen seguía caminando como un demente. - ¿Él no es el mata ratas de la escuela?

-No lo creo. -Le dije, intenté calmarlo, cogiéndole de la mano. -Déjalo, es un loco.

  Pero yo sabía que sí. Que él lo había conocido, mientras trataba de halagarme, pues yo ya estaba con Juan Manrique desde entonces. Sabía que algo iba andar mal.

  Queen hizo su reaparición después de varios meses, después de varios años desde que lo vi en la escuela secundaria. Era un tipo sin escrúpulos, le gustaba matar ratas, para luego abrirle el estómago y enseñarles a las chicas quienes salían disparadas, horrorizadas. Una de sus víctimas fui yo. Con una colita, una falda pequeña, y revisando algunos trabajos, se me apareció él, fingiendo una sonrisa, y con los ojos interesados en mi pecho.

-Hola. -Me dijo. Entregándome una flor marchita, amarillenta.

  Yo respondí amablemente, no conociendo cómo era, cuando Queen me dijo su nombre, a mí me pareció un nombre encantador, tanto así que le ofrecí mi amistad.

- ¿Por qué matas ratas? -Le pregunté un día, cuando había cometido el crimen. Le había enseñado a la profesora, y ahora me lo enseñaba a mí.

-Porque me gusta, como tú me gustas. -Respondió.

- ¿Y a mí también me matarás?

-Nunca te mataré. -Dijo- yo te cuidaré mucho, tendremos una casa de rata grande, unos ratoncitos pequeños grandes y todas las noches te meteré con mi miembro grande de rata. -Queen se rio perversamente y yo aún no entendía el chiste. Su vida eran las ratas, su cerebro estaba tan atrofiado que entendí que mejor era alejarme de él.   

 -Ahora me enviarán al reformatorio. -Me dijo a llantos, en una noche lluviosa, cuando fue a mi casa, empapado, con las ropas sucias, en navidad y yo estaba cortando el pavo. -Me enviarán al reformatorio, porque maté a un hombre. Maté al profesor que te quiso violar.

 Yo lo miré estupefacta, incrédula, pero al día siguiente me di con las noticias. Hacia tiempo, un profesor de historia intentó abusar de mí y sólo Queen me ayudó, que por suerte estaba ahí, corrimos juntos y yo le agradecí muchísimo, dándole un beso cerca a los labios como recompensa. Pero él quería más y yo no podía darle. Tenía 4 meses con Juan Manrique. Ahora Queen mató al profesor por mí, me había dicho que me iba a cuidar mucho, y que si alguien me hacía daño, se las iba a ver con él.

-No puedo verte, Queen. -Le dije, cerrándole la puerta. Y él aún seguía ahí.


Soledad

  Lo que no pude decir. Si no lo dije, fue por miedo, fue porque no podía. Aquel día, cuando iba a nacer la bebé, tuve una visión: Sangre por todos lados, una habitación cerrada, Queen mirándome, tocándome, besándome y yo no oponía resistencia. Juan Manrique aún seguía a mi lado, y lo besé con fuerza, lo ahogué con mis brazos; no le podía decir nada, por pánico, y tal vez ese fue mi error. El quedarme callada. Tal vez él pudo haber hecho algo, intentar evitarlo, pero ya nada importa, todo ya pasó. Y yo sigo aquí, explicándome por qué, mientras todo se cae, se derrumba, yo quiero estar de pie pero no puedo, ya nunca lo haré.

  Un dolor en la barriga, nada grave. Otro, mucho más agudo e intenso. Rápidamente sentí todos los dolores que se me venían, los dolores que sentí durante todos los meses juntos ahora, continuamente; intenté gemir el nombre de mi esposo que saltó disparado, aún seguía haciendo el desayuno, vino a auxiliarme. Llamó a la ambulancia. Aunque sea es lo mejor que pudo hacer. Hubiéramos ido en el auto, pero para nuestra mala suerte estaba en el estacionamiento, en reparaciones y sólo pudo marcar tembloroso, el número de "Emergencias". Lo vi. Vi a Queen intentando entrar por la ventana, tratando de romperlo, para hacerme daño a mí, al bebé y a Juan Manrique. Procuré avisarle, pero empezaron los dolores, y no me dejaron ni hablar. Y no le pude decir, sé que ese fue mi error, y mientras Juan Manrique pretendía alzarme, rompió la ventana, se estremeció la casa entera y yo horrorizada apenas le señalaba: "Era el demente de Queen".

  Se inició una pelea, gritos, alaridos míos, golpes, que yo desde mucho tiempo antes que tú aparezcas maldito animal, me enamoré de tu esposa, de Anastasia; pero que yo lo correspondí y ahora tú imbécil apártate de nuestras vidas. Y yo desorientada, confundiendo los dolores de parto con los dolores de ojos, viendo a mi esposo y a mi asesino luchando, defendiendo ambos un amor ya inaccesible. Todo acabó cuando Queen sacó un cuchillo y apuñaló a Juan Manrique que cayó salvajemente por las escaleras y éste tan malicioso, lo agarró e inició una escena sangrienta casi al instante. Lo apuñaló varias veces hasta degollarlo frente a mí, hasta que su sangre manchó las paredes, el piso, los muebles. Pasmada, con un puñal de lágrimas en mis ojos, simplemente alcancé a oír el chillido más denso y ligero que se puede oír, el de la tetera hirviendo en la cocina. Señaló al rincón, lentamente me arrastré y él me bloqueó cogiéndome de los pelos, diciendo que ahora era su amada, que nada ni nadie podía impedirlo, que pronto iba a ser muy feliz a su lado.

-Quítate el vestido. -Me dijo.

- ¡Se me viene el hijo! -susurré, desesperada.

-Eso lo puedo arreglar. -Queen plantó su cuchillo en mi barriga, apuntando a la placenta, y yo ya no sentía dolor alguno, más que el de la muerte.

-Ya no puedo seguir viviendo así. -Le dije chorreando sangre, moribunda- ya no me hagas daño, por favor.

  Queen mirándome, tocándome, besándome y yo no oponía resistencia. Así recuerdo los últimos minutos de mi vida, con una hija perdida, mi esposo muerto, y un asesino abusando de mí. Sé que pronto acabará, y todo fue mi culpa, por lo que no pude decir. Porque no podía hablar. Porque estaba tan nerviosa, que no podía reaccionar. Y sucedió. Dios me bendijo en gran manera, hasta estos días, hasta ahora, y me pregunto, ¿por qué la felicidad termina cuando uno más lo anhela?


21.11.12
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Miembro desde: Nov 23, 2012
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Descripción

Anastasia, una joven mujer comprometida que espera a un hijo en su vientre, vive una vida completamente perfecta junto a su esposo Juan Manrique, pero su felicidad terminar cuando se reencuentra con un demente, un loco, un enfermo, llamado Queen: su antiguo pretendiente.

Palabras Clave: Deseos Sangre embarazada asesino esposa tragedia misterio

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio


Creditos: Joderick Morgan

Derechos de Autor: Copyright 2012.


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