Captulo IV. Casariche finales siglo XIX
Publicado en Nov 24, 2012
Capítulo IV. Crónica de una familia"
La vida en Casariche como hemos comentado anteriormente, transcurría con absoluta normalidad, vida rutinaria, niños jugando en la calle, deambulando en horario de entrada y salida al único colegio del pueblo junto a la Iglesia, corriendo por las calles sin ningún peligro. Los agricultores portando sus cosechas en carros tirados por borricos o mulas, en un ambular de ir y venir al campo, con parada en tabernas para tomar un respiro, café o una copa de vino al paso. El ir a por el agua, lo hacían generalmente las mujeres, y más bien jóvenes, caminando con el cántaro a la cadera. Cuando llegaban a la fuente, si había gente antes, ponían el recipiente en el suelo en fila a continuación del que había llegado el último, para esperar su turno. La fuente de Triana desde tiempos remotos fue testigo de esta afluencia. También venían a Triana hombres con bestias que traían unas agüeras y en ellas metidos los cántaros, que muchas veces venían con cuatro, dos a cada lado. Una vez llenados, los llevaban de la misma forma que los habían traído, al cortijo, para, una vez allí, depositarlos en las cantareras y poder disponer de esa agua para cocinar o simplemente beber, ya que para lavar la ropa, se hacía siempre en el río de rodillas, las mujeres lavaban todos los días, ya que se ensuciaba bastante ropa con las labores del campo. Con calor o con frío pues lavadora no había. Aclaraban la colada, luego la tendían al sol. El jabón era casero. Los panales de jabón se hacían en casa con sobras de aceite, grasa y sebo a las que se añadía sosa, sometiendo la mezcla a determinado proceso de cocción. Como habíamos comentado, era una imagen singular ver las mujeres con cantaros en la cabeza y cadera con dirección a la fuente o de regreso a casa. La fuente era un lugar de encuentro, allí se conversaba de la actualidad del pueblo, principalmente de noviazgos, rupturas y casamientos, la actualidad más confidencial pero que en realidad eran secretos a voces. En otras ocasiones, las jóvenes cantaban canciones populares jugando alrededor del pilón circular cogidas de la mano, haciendo la rueda. En las tiendas de ultramarinos, únicos establecimientos donde se podía comprar lo preciso, también era lugar de cotilleo. No citamos las peluquerías de señoras porque no existían en aquel tiempo, si bien había personas que prestaban esos servicios a domicilio, pero la mayoría de las mujeres se arreglaban ellas mismas o con ayuda de algún familiar. No era el caso de los caballeros, cuyas barberías han existido desde tiempos remotos. Las barberías era punto de encuentro para saber cosas, el barbero lo sabía todo, el que había llegado nuevo al pueblo, el que buscaba trabajo, el que rondaba la moza o los entresijos de la vida política municipal, ya que el propio alcalde era cliente y mientras se arreglaba comentaba los proyectos que pretendía hacer en el pueblo, a sabiendas que la barbería era más eficaz que el propio pregonero para difundir las noticias, las que interesaba, ya que las alcaldadas no se enteraba nadie. A nivel nacional había noticias sonadas, como la elección de Amadeo de Soboya como Rey de España, un gran acontecimiento que fue calando poco a poco en la sociedad, ya que al no existir medios de comunicación las noticias iban llegando de boca en boca, solo unos pocos tenían la posibilidad de leerlo en periódicos, ya que estos llegaban con mucho retraso a los pueblos. El tiempo pasa rápidamente en la villa y un feliz día Concepción queda embarazada. Todo un acontecimiento familiar, por fin iban a ser padres. Pronto recibieron la visita de familiares de Luciano que se desplazaron expresamente desde Alameda y Corcoya. Así mismo, primos y amigos de ambos pueblos, enterados de la gran noticia. El embarazo de Concepción se desarrolla con toda normalidad, tanto la patrona como el médico del pueblo estaban atentos a cualquier incidencia, sin ningún sobresalto el tiempo marcaba la aproximación del gran día. Mientras, Luciano atendía las labores del campo de los diferentes dominios que era titular y también de las tierras de su esposa. Por tanto, un hombre ocupado y también una persona de relaciones sociales, muy conocido en el casinillo, bares céntricos y en los ámbitos de los labradores. Una de las haciendas de Luciano estaba cerca del río Yeguas, el río era el principal responsable económico del pueblo, elemento clave de su desarrollo. Tiene su nacimiento en el paraje Sierra de los Caballos y llega a Casariche pasando por La Roda de Andalucía, sin lugar a dudas la finca obtuvo los grandes beneficios de riego de este caudal, generoso para las tierras y sus cultivos. Era la navidad del 1871, en casa, Concepción a pesar de lo avanzado de su embarazo, prácticamente vencido, no dejaba de hacer preparativos para la noche buena, navidad y año nuevo, son días festivos, entrañables y la visita de familia, parientes y amigos no cesaban, en parte para saber de su estado, muy avanzado en esas fechas, y por otro las felicitaciones de Navidad, visitas que eran muy agradecidas tanto por ella como por Luciano. El servicio domestico tenía la orden de ofrecer a los visitantes los famosos dulces de navidad, roscos, mantecados y polvorones que se hacían en casa, siempre acompañados de la copita de coñac o anís de Rute. Pasó las navidades y ya entrado el año nuevo, Concepción no daba señales de parto, algo que empieza a preocupar aunque la patrona la visitaba a diario con la indicación que al más mínimo indicio se le avisara. En el pueblo solo había una para atender a todas las mujeres de parto. En aquella época eran años de mucha fecundidad, por lo que había días con más de un parto. Pero como el embarazo estaba bien desarrollado desde el principio, en cualquier momento podría suceder. Estaba Luciano fuera de casa, cuando Concepción notó los síntomas de la llegada inminente de la criatura. Era el día 6 de enero del año 1872, festivo, precisamente por ser el Día de Reyes Magos. Aunque todo estaba preparado para esta eventualidad, la llegada del niño no se hizo esperar, pronto se avisó a la partera, al médico y al propio Luciano, que enterado de la noticia, cabalgó en su caballo veloz y fugaz, quería ser testigo presencial del nacimiento de su primer hijo, pero el destino no le concedió esa gracia y cuando llegó su primogénito ya había nacido. Eran las 11.30 de la noche de un festivo como hemos dicho, un día de magia para los niños de Casariche, pero los Reyes hicieron entrega del mejor regalo; un precioso niño. Los llantos del bebe se escuchaba desde el portal de la casa, un recién nacido de cuatro kilos de peso, moreno, con las extremidades bien rellenitas, como si fuera una réplica de los angelitos de Miguel Ángel, al menos eso debió parecerles a sus padres, llenos de felicidad y alegría incontenible. La madre se encontraba perfectamente, sonriente y feliz, con la satisfacción de haber sido mamá por primera vez y sin apenas sentirlo, ya que el parto fue rápido sin ningún problema. El era su gran tesoro, cuerpo de su cuerpo, jamás se le olvidaría los primeros minutos de vida, cuando se lo pusieron en sus brazos recién nacido, ¡qué gran felicidad para una madre! Días más tarde ya tenían pensado el nombre que le pondrían al crio. No podía ser de otra manera al ser el primogénito; le pusieron Luciano como su padre, pero con el sobrenombre de los Reyes, en honor al día elegido para llegar al mundo. Se llamaría Luciano de los Reyes. Aunque sería nombrado por algunos años Lucianito a secas. Tan pronto se restableció la mamá, eligieron el día del bautizo, justamente a los tres días del parto, sería el domingo 9 de enero enla Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación. Allí se celebró la ceremonia bautismal en presencia del nuevo Cura Párroco de la Iglesia, don Juan Nieto y Soriano, que sustituyó por fallecimiento al anterior que los casó, Juan de la Cruz. Fueron los padrinos su hermano Antonio Borrego Cruz, y Brígida Nieto su mujer; residentes en la aldea de Corcoya. Los testigos fueron Antonio del Pozo y Romualdo Hostigosa, amigos de la familia, ambos vecinos de Casariche. La niñez de Lucianito acapara toda la atención tanto de padres como de abuelos que se desplazaban los domingos para ver al nieto. Desplazamiento que aprovechaban para hablar con Luciano de cómo iban las labores agrícolas, incluso salían al casinillo para tomar unas copas de vino y hablar también con otros agricultores de la próxima cosecha, si llovería o no llovería y como no, de la Republica y del alcalde de turno. El pueblo de Casariche era pequeño, en aquella fecha apenas contaba 3.000 habitantes, las calles estaban sin asfaltar y sin aceras, es decir, de suelo terrizo que era regado por un carro tirado por una mula, era el carro del ayuntamiento que hacia esta labor por las principales calles para que no se levantara polvo. El excremento de los caballos y la suciedad se recogía por otro carro que iba delante con una plataforma hasta el suelo tipo recogedor y dos hombres a los lados que ayudaban con las palas. La mayoría de las casas eran de una sola planta, contaban con patios y abrevaderos para el ganado, así como cuadras adaptadas para las mulas o caballos, que eran el medio de transporte para ir y venir al campo a trabajar. En todas las fachadas se veían unas argollas grandes que servía para atar caballerías. Existía otro modelo de casas donde vivían los labradores burgueses, que era bien diferente. Para empezar, eran de dos plantas, dos hermosas plantas. La de abajo donde solía estar la cocina, comedores, salas de estar, biblioteca, despacho, sala recibidor de visitas, etc. y la alta que tenía su acceso por unas amplias escaleras de mármol de las canteras de Cabra, para acceso restringido a los dormitorios y cuartos de baño de los señores, el servicio interno dormía en aposentos junto a las cuadras. Este tipo de casas poseía dos entradas, una por la fachada principal, y otra por detrás, para la entrada de personal de servicio, carruajes y equinos en general. Por su entrada principal a través del portal, daba paso a un hermoso patio con fuente central, con un brocal de mármol y en el centro una torre artística que echaba agua sin parar. Las múltiples macetas con todo tipo de plantas, orquídeas, helechos, jazmín, rosas, begonias y margaritas, conformaban el cuerpo central y las habitaciones alrededor, las paredes decoradas con bellos azulejos dominando los colores verdes y morados. En principio, las casas y calles principales rodeaban la Iglesia, pero no era igual las calles que daban a la fachada principal, que los laterales o las de atrás. Muy cerca, la casa consistorial que se ubicaba en lugar distinto al de ahora. Aunque hay quien mantiene que siempre se ubicó en la plaza, frente a la ermita de San Antonio, subiendo la cuesta desde la Iglesia. En esta plaza, el mercado de abastos, donde se podía comprar legumbres, los garbanzos, habichuelas o las lentejas, la fruta y verdura, así como carnes de ternera y los buenos chuletones para los ricos y para los pobres pollo o productos de la matanza del cerdo, chorizos, morcillas, tocino añejo y fresco para los cocidos de garbanzos, aunque la carne de cerdo gustaba a todos. A los jamones solo tenían acceso los pudientes. El pescado no llegaba al pueblo, por ser un producto perecedero y carecer en aquella época de elementos de transporte y conservación, solo se consumía en la costa malagueña. Además del mercado de abastos, en algunas calles se vendía tejidos para confeccionar ropa y ajuares de hogar, así como sandalias y botas para los señoritos. El médico solía hacer también de farmacéutico, elaborando él mismo las medicinas para los enfermos. Talleres de fragua, herradores de equinos, carpinteros, fontaneros y otros oficios completaban el panorama de Casariche, donde si hay que añadir los numerosos bares y tabernas, casas de huéspedes y de comidas caseras para los transeúntes, siempre camino de Alameda, El Pontón o Estepa. Ya conocemos Casariche en aquella epoca. Pero ... que pasó con la familia Borrego? Le invito a leer mi proxima crónica "Primer parto de Concepción" el primogénito que marcó carácter a los Borrego.
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