Capitulo VI. En cinta por segunda vez
Publicado en Nov 24, 2012
Capítulo VI. "Cronica de una familia"
Por aquellas fechas se proclamó en Madrid la 1ª Republica aunque esta duró apenas un año ya que el 3 de enero de 1874 entraba el General Pavía y Rodríguez de Alburquerque en el Palacio de Congresos y disolvía las Cortes en un Golpe de Estado. Mientras tanto, en casa, su madre esperaba otro hermanito, allá por el año 1876. Había que preparar a Lucianito, la venida de otro hermano o hermanita no significaría en ningún modo la merma de cariño hacia su persona, todo lo contrario, el tenía que colaborar y querer mucho al bebe, así como cuidarlo y velar siempre por la nueva criatura que vendría a aumentar la familia. Y es que Concepción estaba nuevamente encinta del segundo hijo. Apenas había transcurrido cuatro años del anterior embarazo. Muchas de los trapitos de Lucianito podían servir, pero no se conocía el sexo hasta que naciera la criatura. Por tanto, empezó a preparar nuevas ropitas, sus amigas le hacían los patinejos o patinicos como se dice en tierras de Granada, la ropita interior, blusitas de ganchillo, mejor blancas que sirviera para ambos sexos. Su madre quería comprarle una nueva cuna. Ella se resistió, podía servir la de Lucianito, estaba nueva y además seria la cuna de todos sus hijos, si es que Dios le reservara alguno mas... No le faltaba razón en ese criterio, no hay nada mejor que decir que esta cuna sirvió para todos mis hijos. Pero otra cosa bien distinta es que había que preparar ya la habitación independiente de Lucianito, allí debería aprender y estudiar sus deberes de colegio, allí debería tener todas sus cosas, incluida su vestuario. A partir de entonces dejó de llamarle Lucianito, para nombrarle por su nombre sin el diminutivo. La noticia corre y de nuevo la ilusión llegó a Alameda, a Corcoya y como no a los familiares y amigos de Casariche. Todos se alegraron de la buena nueva, Concepción traería un nuevo retoño de la casta Borrego, sería burgués como toda su familia y guapo o guapa como sus padres. En definitiva un hijo más, ya tendrían la parejita, al padre le gustaría que fuese niña pero eso solo el destino lo disponía, ahora tocaba esperar unos meses. Corría el mes de agosto, cuantos recuerdos de la Feria del 1870 cuando se comprometieron como novios en aquel ambiente festivo, ya había pasado seis años, el tiempo había hecho de Luciano un hombre ligeramente maduro, con algunas canas pero con la misma ganas de vivir, trabajar sus tierras y mantener el estatus social en su casa, se encontraba perfectamente preparado para ser padre de nuevo. Rápidamente paso el otoño, una estación con muchas lluvias, como era costumbre por aquellos años, donde el Yeguas arrastraba un caudal inmenso a su paso por Casariche camino del Genil. Aquel año se esperaba una buena cosecha de aceitunas, Luciano mantenía dos fincas que superaba entre ambas 3.000 hectáreas de terreno, las grandes del término municipal. Muchas familias trabajaban a su servicio en la recogida de la aceituna, prácticamente todo el pueblo y otras que venían de Corcoya, incluso de Alameda, que se alojaban en el cortijo, los hombres dormían aparte de las mujeres, si bien organizaban coros y compartían animadas conversaciones hasta la hora de dormir. Había entrado ya el mes de diciembre, de nuevo la preocupación de un nuevo embarazo llegaba a su fin, sería ¿niño o niña? Lo cierto es que nos aproximábamos nuevamente a las navidades, estaba pasando como con el parto anterior, el de Lucianito, también en vísperas de Nochebuena, no se sabía nada. La patrona afirmaba que el niño estaba encajado en su sitio y que en cualquier momento podía suceder. Luciano no se movía de casa, no quería que le pasara como con su primogénito, que llegó tarde. Por fin tocó la hora, y el día 22 de diciembre a las 8 de la noche se produce de nuevo el milagro de la vida, el gran regalo de Navidad, nace un precioso niño, también moreno, de 3 kilos 800 gramos, de la misma hechura que su hermano. En la casa, todo son alegrías, besos y buenaventuras para el nuevo nacimiento, a tan solo dos días de las Noche Buena, en recuerdo al nacimiento de Jesús de Nazaret. Es que nada pasa desapercibido para esta familia, y menos los preparativos para el bautizo que debería celebrarse en la Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación y el posterior banquete que tendría lugar en un prestigioso lugar con encanto de nuestro pueblo. Llegó el día del bautizo, domingo 28 de diciembre del 1876 y tal como estaba previsto, se dieron cita en la Iglesia, que no estaba lejos del domicilio de Luciano y Concepción, pero la solemnidad del acontecimiento y el barrizal de las calle aconsejaba la utilización de los coches a caballos. Una vez en la Iglesia, dio comienzo la tradicional ceremonia bautismal, tras la Santa Misa, ofrecida por el mismo representante eclesiástico que intervino en el bautizo de Lucianito. Se trataba del cura don Juan Nieto. En la pila bautismal los padres, padrinos y el principal protagonista: Antonio José, Pepito por su edad. Así se le puso a aquel niño mientras recibía el agua bendita de manos del cura. Fueron los padrinos Antonio José Borrego Cruz, hermano de Luciano; y Brígida Nieto su esposa, que vivían en Corcoya; los mismos que en el anterior hijo. La Iglesia estaba prácticamente llena, entre familia, invitados y curiosos que se quedaron tras la misa. Entre ellos, los testigos de la ceremonia, Juan José de Llamas y Antonio Marroquí, amigos entrañables de la familia ambos naturales de Casariche. En los testigos observamos que no son los mismos que con Lucianito, que fueron Antonio del Pozo y Raimundo Hostigosa, y es que esta familia disfrutaba de muchos amigos y compromisos. En la puerta de la iglesia, los padrinos arrojaron a "roña" monedas de 5 y 10 céntimos a los niños que abarrotaban la puerta principal de entrada. Era una costumbre popular, acudían los niños del pueblo a la puerta de la Iglesia cuando había bautizos de familias nobles, ya que estas acostumbraban a repartir monedas a los niños pobres, arrojándolas en abundancia sobre las cabezas de estos, siendo divertido ver como los chicos se afanaban por coger las monedas del suelo. Se hacía a puñados por parte de los padrinos hasta dejar la bolsa vacía. Tiempos de miserias, excepto para algunos. Lean el siguiente capítulo: "Juan Luciano, señorito del pueblo"
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