Captulo VII. Juan Luciano, seorito del pueblo
Publicado en Nov 25, 2012
Capitulo VII. "Cronica de una familia" Aquí empieza la historia del personaje principal de este librito, mi abuelo Antonio José, quien todos llamaban Pepe, a quien le dedicaré los siguientes capítulos. La vida continua en Casariche, desde 1865 dispone de Estación de Ferrocarril, este medio estaba posibilitando un nuevo desarrollo económico añadido a la agricultura. Por allí pasaban trenes procedentes de Málaga y Córdoba. Por aquellos años se decide construir una carretera importante que posibilitara el acceso de mercancías a la estación. Se construye una desde Alcalá de Guadaira a la estación de Casariche donde llegaba mucha mercancía para Málaga, se facturaba carbón, aceite, paja, forrajes, mantecados, ganado, mineral etc. Por cierto que la carretera que va desde el antiguo túnel a la estación, en principio solo había una luz que apenas iluminaba el trayecto, pero que era suficiente. A ciertas horas de la noche la apagaba el último ferroviario que pasara por allí. Así fue durante muchos años ... En la finca de Luciano junto al Yeguas, quedaba un molino en buen estado que sirvió para moler el trigo, eran los llamados molinos harineros que antaño existían en Casariche. Luciano restauró este molino y lo puso en funcionamiento con el mismo fin, derrumbándose finalmente por haberse quedado desfasado para este destino. Los restos del molino en cuestión se han podido ver hasta principios del siglo XX. Pepito nace cuando empezaba a desaparecer la cólera, esa enfermedad maldita que tuvo en jaque a media España, aquellos primeros años fueron los últimos de aquel desastre enfermizo. También en 1876 nace otro niño en Cádiz que en su juventud alcanzo una merecida fama. Se trata del que llegara a ser compositor español de música clásica, Manuel de Falla, uno de los más importantes de la primera mitad del siglo XX. La vida continua en Casariche, Pepito no había cumplido dos años cuando de nuevo y por tercera vez su madre queda embarazada. Una nueva ilusión en la familia, sobre todo para Luciano que siempre quiso una niña. Esta era otra oportunidad, el embarazo discurre con normalidad, aunque el volumen del vientre se nota algo pequeño en comparación con los anteriores. Por lo demás la criatura según la partera estaba bien. Todo hacía augurar que esta vez podría ser una nena. Por si acaso, Concepción empezó a confeccionar ropita rosa pensando que podría tratarse de una niña. De todas formas, ropitas de varón tenía los armarios repletos, de sus anteriores hijos. Incluso amigas y personas conocidas le decían que iba a traer una cría ya que su cara era distinta a los anteriores embarazos. Luciano había comprado una nueva finca de olivar, había sido una ganga su adquisición, ya que la compró a una viuda sin hijos, con prisas para vender ya que pensaba trasladar su residencia a Granada. Con esta nueva hacienda ya casi no le quedaba tiempo para nada, aunque en cada una tenia encargados y personas de confianza. Con 33 años era el agricultor más influyente de Casariche, su simpatía, sencillez y don de gentes le distinguía sobre los demás ricachones del pueblo. Por eso cuando llegaba la época de recogida de aceitunas, todo el pueblo quería trabajar en sus tierras. Mientras, los niños Luciano con 6 años y Pepito con 4 acudían a la única escuela del municipio, su padre había contratado a un enseñante para la educación de los niños como refuerzo de la escuela. Sus hijos tenían que aprender mucho y bien ya que el día de mañana serian los herederos de las tierras que con tanto esfuerzo estaba labrando. Un buen día antes de salir al trabajo, Concepción advirtió a Luciano que se encontraba algo extraña y que tenía ciertas contracciones, mejor que llamara a la partera para salir de dudas. La experiencia de los anteriores partos indicó que estaba en puertas de dar a luz por tercera vez. Se encomendó a la Virgen de la Encarnación para que recondujera aquel nuevo nacimiento. Pronto todo estaba preparado, los sirvientes atentos al acontecimiento, tenían todo a punto, paños, gasas, agua caliente, sabanas, etc. El médico del pueblo con los pocos fármacos del momento y la apreciada partera Loli, la única del pueblo ya habían llegado. Solo faltaba esperar, Concepción estaba dilatando con normalidad, el nacimiento debería producirse en menos de dos horas. De pronto, había llegado el momento, empezó a ceder en extremo, solo hizo falta dos o tres compresiones para que una preciosa niña llegara a este mundo, una cría lindísima que en cuestión de instantes fue requerida por su madre quien la cogió dulcemente entre sus brazos, mientras observaba aquella hermosura que había concebido. Luciano emocionado junto a ella no paraba de besarla, sus hijos también entraron al dormitorio para ver a su hermanita, cuanta alegría en aquella casa, familiares, amigos y hasta los sirvientes, por aquel esperado nacimiento, por fin una niña en la familia. ¡La ilusión del señorito! decían. Al domingo siguiente, conforme la costumbre familiar acudieron todos a la Iglesia para bautizarla y ponerle el nombre previamente consensuado y que no obtuvo ningún reparo. Le pusieron Cándida como la abuela materna. A partir de ahora con tres hijos podría calificarse como una familia numerosa, según las ordenanzas de la Corte. Pero el destino quiso traer un niño más a la familia Borrego Cano, como veremos más adelante. Corría el año 1878, la vida sigue y a nivel nacional en ese mismo año se produce una gran noticia. En Madrid el Rey Alfonso XII, de 20 años se casa por amor con María de las Mercedes de 17 años de edad. Pero como dirían otros, esa es otra historia. Pero Luciano y Concepción no son ajenos a este acontecimiento, informados por los boletines oficiales que llegaban al Ayuntamiento, donde él tenía fácil acceso. Y tal como estaba vaticinado Concepción volvió a quedar en cinta por cuarta vez. Otro gran acontecimiento familiar, nuevas ilusiones, esperanzas y porque no decirlo, preocupaciones, ya que los riesgos en contraer enfermedades no distinguían a los niños pobres de los ricos, por tanto lo más importante es que naciera sano como los anteriores. No importaba el sexo, daba igual niña que otro varón. Pronto llegó la gran fecha, Concepción con la experiencia de tres partos anteriores, afrontaba la situación sin miedo alguno; en casa estaba todo a punto, el mismo médico, la misma matrona. Las sirvientas, utensilios y las personas allegadas a la familia. Luciano al pie de cama como en partos anteriores, pendiente del gran momento. El niño no se hizo esperar, y en menos de dos minutos nació un nuevo príncipe, el menor de todos, al que le pusieron Manuel, nombre que no debía faltar en una familia numerosa. Era el año 1880. Manuel se crió como sus hermanos, sin que nada le faltara, rodeado de brazos y mimos a doquier, sin llegar a ser el favorito por ser el menor, ya que en casa todos eran queridos por igual. Así las cosas los niños fueron haciéndose hombrecitos, sobre todo el mayor, con las mismas costumbres y gustos de su padre, el campo y más campo. Pepe era distinto, un joven inquieto en los estudios, llegaría a ser número uno de la clase con posibilidad de estudiar alguna carrera en Sevilla o Madrid. Pero a su padre le hacía falta aquí y ahora para el reparto de responsabilidades como agricultor, y no como un labrador cualquiera, ya que poseían grandes latifundios y un molino de aceitunas, el primero en Casariche con un sistema avanzado de molienda y extracción del aceite, un molino con grandes depósitos, departamento de análisis y bascula con plataforma, lo ultimo para clasificar las diferentes calidades y pesos. Pepe, era más de números que de campo, sería por tanto, encargado del molino, de llevar las cuentas de todas las explotaciones. Pronto otros labradores querían llevar sus aceitunas también al molino de Luciano Borrego; les ofrecía una confianza extraordinaria, sobre todo en el pesado, jamás había discrepancia al venir los sacos ya pesados desde las explotaciones; eso demostraba honradez y sobre todo mucha confianza entre los agricultores que en número mayor cada año terminaron por llevar todos sus cosechas al molino, porque incluso podía almacenarse el aceite en grandes tinajas de cerámica y así evitar que cada uno tuviera el suyo en patios o caseríos, vulnerables a robos, saqueos y otras venganzas de la época. Poco a poco año tras año, Juan Luciano se hacía mayor, pronto serían sus hijos los que llevarían las riendas de los negocios, y le tocó a su hijo Luciano llevar las haciendas, pronto fue reconocido, un gran experto labrador y hombre de negocios, palabra fácil, a tiempo y concreto; era el mismo espejo que su padre, un hombre que había nacido de pie, capaz de llevar el solo toda la carga. La historia nos dará la razón, ya que Pepe era el hombre culto de la familia, su personalidad era más de Sojo que Borrego, más de la madre que del padre. Los avatares del momento no hacían nada fácil mantener aquel imperio, las clases sociales humildes siempre revueltas, los pobres cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos. Cándida andaba enredada en sus estudios y labores, pegada a su madre y en los quehaceres del hogar, una princesa para un buen príncipe que tenía que llegar, más bien pronto que tarde. Guapa como su madre, delgada y esbelta, pelo largo y ojos negros. De carácter como su padre, ambiciosa en sus ideas, progresista y también feminista. Manuel, un chico que despuntaba desde niño, muy aplicado en sus estudios, inteligente, con unos objetivos de futuro bien definidos. Quería triunfar con carrera y establecerse en una ciudad importante, no importaba Sevilla, Madrid o Barcelona. Lo que tenia bien claro es que no quería quedarse de labrador en Casariche para toda la vida. Manuel hizo su carrera de ingeniero de caminos en Sevilla, con nota de sobresaliente, alcanzando muy pronto prestigio y profesionalidad, logrando trabajar para las firmas más importantes de España en el sector de obras públicas. Cuando sólo contaba 24 años estableció su despacho en Vigo, ciudad donde contrajo matrimonio. Pasamos página para adentrarnos en el personaje de Pepe Borrego, de profesión señorito andaluz, a lo pobre. Me refiero a mi abuelo, una vida llena de sobresaltos. No se pierdan el próximo capitulo. "Pepe Borrego, bohemio"
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