Él me hacía sentir única, capaz de volver hacer que me enamorara de él en cada instante que pasabamos juntos, parecía de otro planeta aquella sonrisa que tenía, y él era consciente de que me volvía loca con cada beso, cada contacto de nuestros cuerpos, pues no había mejor sensación en el mundo que sentirme entre sus brazos, sentir que él me amaba, sentir que yo era suya y él era mío, que no era yo la demente que había convertido todos los sentimientos habidos y por haber en una leyenda.
Recuerdo cada instante que pasamos juntos porque él tenia un extraño pacto con el universo, el cual consistía en que el tiempo se paraba para nosotros dos cuando estábamos juntos, era extraño aquel embrujo al cual estaba sometida, pues el mundo seguía normalmente, pero el mío se detenía hasta que se iba y me dejaba con lágrimas en los ojos diciendo ¡Odio los domingos! ¡Odio que te vayas! ¡Odio que me dejes!