Mis Memorias. No puedo, Hasta luego.
Publicado en Nov 26, 2012
No puedo, Hasta Luego.
“Es difícil tratar de engañar a la cabeza con el corazón, es difícil tratar de engañar al corazón con la cabeza”. -Creo que no descansare, la aunsión de lo desconocido me pone pensativo, y si, meditabundo, al ver ese rostro ahora desconocido, y que, por mucho tiempo me perteneció, Se reescribe el desenlace de una memoria que modificó su nombre como al principio escrito. Un hermoso traje negro con rojo superior adornaba el más hermoso de los cuerpos, cuerpo que revotaba de rabia como un globo con exceso de aire, con exceso de gas. Decisiones e indecisiones escuchaban el relato de una falsa ex-amistad. Llantos empañados por un amargo intento fallido por no poder seguir escribiendo la publicación, por la que un día nació una nueva esperanza; palabras marcaban otro nuevo comienzo, otro nuevo final, se terminaban de escribir los detalles de un artículo que lucha por obtener un novel. -“Hoy me dan muchos interrogantes, que en pocas expresiones dejaba ver el profundo de sus ojos ocultando mil amores”. Reconocimiento a la verdad contada en memorias. Esta vez, se sentía lo mismo, pero, en una panorama distinto. Allí estaba la diosa, la más bella de las diosas, bañada en un excitante rojo pasión, en un atrayente negro secreto. Allí estaba la musa en forma de nada, en forma de todo. Los detalles de un día esperado, y que por estos lares no pensado, es más, olvidado y hecho un lado. “No soy hipócrita, debo reconocerlo, no quise asistir a un evento de caretas”. Surge la tan exitosa pregunta: -¿por qué lo haces? -No lo sé, pero siento y debo hacerlo, mi cuerpo no puede soportarlo, no puede sostenerlo. -¡Que rabia! Te quedaste a la mitad del camino. Si, el avión se había quedado sin combustible en un cielo con alas. Se elevaban las pestañas y veía como caían las hojas al suelo, las escobas se quedaban inertes, ante tanto trabajo. Los trapos, adornaban los tendederos como pancartas en medio de las calles, los arboles alzaban sus ramas como brazos que clamaban ayuda, algo simplemente se salía de control. Irónicamente se cambiaban los papeles, hoy la víctima era el verdugo, y el verdugo era la víctima. Era apenas justo, la vida no se queda con nada. -Te acordarás de mí. -Lo sé, me acordaré de ti. -¿Por qué lo dices? -Si me respondes te digo. -Ok! Nadie luchara por ti como lo hice yo. -Sí, eso es cierto, y me golpeo, que idiota soy, como alejo al único mortal que mete sus piezas al plomo por mis falsas herramientas. Por primera vez, surgía una frentera y verdadera conversación, quizás sea ese el principal problema, la quebrantada comunicación, estaba cobrando su terreno, no había nada que hacer, se le debía aceptar su derecho. Momentos de profundo arrepentimiento, se tomaban al jardín verde de tanta humedad. Demasiado tarde, ya el barco había zarpado, en ancla lanzada temporalmente al mar, se había elevado, y su timoneo girado y acelerado. El faro se sedimentaba en la playa mientras su luz rotaba, reflejo que venía y se iba, como el viento en su cometa. Esta vez, no existía el péndulo de plumas blancas, extremada por pepas del mismo color, protegiendo al negro pulpo de aros de cristal. Esta vez, habían unos pies sin zapatos, empleando calcetines en señal de agotamiento, reflejan lo harto de moverse en una batidora. -¿Por qué miras hacia el futuro? “Ademanes discrepaban la más sincera de las respuestas”. -Porque el presente se torna pesado y el pasado susurra: ¡No lo has logrado! Un Déjà vu se sentía, mientras volvían a trabajar las cuarenta teclas de ese aparato, testigo instrumento, que nuevamente se manifestaba, para darle fin a una memoria que se mecanografiaba prometedora, como antecesora, que hoy, enviaba en helicóptero a los pliegos de un inesperado, y desilusionante apartado. Rezos involuntarios clamando fortaleza, pidiendo no desconectarse por completo. Era hora de mostrarse indiferente, no obstante, esa frialdad fuese pasajera en un tren de santiamén, y luego desahogado, en una ligera meteorología. -Déjame hablar, tengo mucho que expresar. -Apúrate, necesito sermonear como un cura dominical. Instante en pausa, para empezar a titular, el motivo de esta escritura y su ocasión. En colofón, el fortín y su ejército se dejan doblegar y las esposas ya no pueden dejarlos en libertad. Rebusca en el bolso, un pañuelo para sus lágrimas sanar, un apretón de mano, sella la despedida temporánea en un segmento historial, que probablemente termine tan incierto, como el final de un intento errado, por tratar de pintar un chasis que sin laca deja de brillar. El margen se volvía a plasmar, el castillo de naipes que se llegó a derrumbar, se volvía recrear. Adiós, una despedida tan fría, como la bienvenida tan híbrida que te di, era un corte a la escena indescriptible, que habían acabado mis memorias de grabar, y por las que en mi alcance le di vida a la respuesta que te regalé, porque sencillamente, NO PUEDO, HASTA LUEGO. D'.'S. 07/09/2012 Lo autobiográfico.
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